Capítulo 6: Nos quedamos sin palabras

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Reign

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Reign

Algunas veces era feliz siendo yo.

Otras veces no tanto, o bueno, en realidad sí. Me gustaba ser yo.

No iba a mentir en eso.

Me dejé caer en el sofá del estudio, en el mismo momento en el que solté una exhalación tan profunda que hizo que Daniel desviara su atención en mi dirección; él, hasta ese momento, se encontraba con la mirada perdida, mientras jugaba con un par de baquetas al otro lado de la habitación.

Las bolas de papel arrugado en la esquina del lugar, era un claro indicio de que era una de esas noches donde nos encerrábamos por horas en el estudio de grabación para intentar salir del bloqueo creativo en el que nos habíamos estado hundiendo durante más de medio año.

Las caras de mis compañeros no me agradaron, pero no hice ningún comentario al respecto. Los surcos en sus frentes y las muecas de frustración en sus barbillas, se habían convertido en una constante en las últimas semanas, y solo se acentuaban cuando Hilda seguía presionando por algo que no iba a nacer fácilmente y menos cuando la presión de que teníamos el tiempo encima estaba sobre nuestros hombros siempre.

—Alguien se dignó a aparecer, ¿qué tal estuvo la clase del día, persona que se cree estudiante universitario? —la voz de un Marcus, demasiado alegre para ser normal, fue interceptada por mis oídos.

Lucas, quien estaba apoyado en su gran piano de cola, hizo una mueca de incomodidad, al tiempo en el que negó con la cabeza en señal de reprimenda.

—Algunos tenemos mejores planes y hacemos cosas más útiles con nuestro día que comer pastillas de la felicidad —le respondí a Marcus con una sonrisa ladeada y un tono mordaz—. ¿Nos es cierto, eh? ¿Qué tal va ese álbum, Marcs?

—¿Es por eso que apestas como si hubieses estado haciendo tres putas horas de cardio esta tarde? —Daniel, quien había estado callado, añadió en mi contra—. Necesitas una maldita ducha, hombre.

Tal vez, Marcus había compartido un poco de su mierda con Daniel, ya que este tampoco pareció estar en un estado normal.

—Estoy de acuerdo. —Lucas sonrió, pero el gesto no llegó a sus ojos.

Sabía que Hilda les había tirado la bronca de nuevo y egoístamente me alegraba de tener una excusa para no haber aparecido aquella tarde por el lugar.

Ni siquiera había entrado a clases, ya que había tenido pequeños inconvenientes con alguna gótica histérica con la que había chocado en el baño de la universidad y eso solo me había puesto de muy mal humor.

Por supuesto, aunque la mayoría pensara lo contrario, podía ser educado y actuar con sentido común al ver cómo una desconocida entraba en pánico, pero cuando esta me mandó derechito a la mierda sin razón, sus palabras, no las mías, supe que algo no andaba bien.

Ella sabe que le mientoWhere stories live. Discover now