Mi media parte

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Todos se fueron del tribunal. Waller, Maiban y el abogado Barba, se fueron juntos al taller a celebrar la buena de que Waller es, el que se queda con la custodia. Ahí todos reunidos brindan con cerveza en mano chocando sus vasos uno con otro, después de unos cuantos "felicidades" y abrazos, estrechadas de manos, se suaviza un poco el ambiente de la euforia del momento. 

Waller sale afuera con una sonrisa en el rostro a coger un poco de aire fresco. Ahí se encuentra a Maiban, apoyado de su vehículo deportivo negro. 

—¿Cómo te sientes? —le pregunta más como saludo encaminándose a su lugar con pasos suaves y una mano dentro del bolsillo de su pantalón.

Maiban tiene en una mano un vaso de whisky, y la mirada perdida en la carrera por donde no pasan vehículos. Parece que su cuerpo se encuentra ahí pero, su alma y espíritu, se encuentran en otro parte. El corazón de Waller se comprime al verlo, porque  sabe muy bien en lo que piensa.

—Se fue... —dice sin plantarle aún su mirada como si le hablara al viento en vez de a él.

—Lo sé.

—Mi hermano murió...

—Así es.

—Me dejó —exclama ahora sí viéndolo—. Mi hermano pequeño... se fue, antes que yo. Me dejó solo. —Se cubre el rostro con una mano, ahogando gemidos de llanto.

—No. No es así —Waller se acerca y lo abraza—. Yo aún estoy aquí, estoy contigo hermano.

Maiban deja caer sus hombros y por ahí sus fuerzas lo abandonan en una exhalación sonora, las lágrimas viajan como gotas de lluvia mojando la ropa de Waller, por ahí el rostro de Maiban se tiñe de rojo. Él quiere gritar, poner su lamento en el cielo como una querella en un juzgado, queriendo romperle la cara al juez, que es la vida, por hacerle pasar por aquella mala situación. Es que, ¿cómo puede ser que Matthew está muerto? Debe de ser un muy mal chiste, o sea él era como su niño. Él es que debe de estar muerto no él, es que, ¿cuántas cosas había hecho ya él?: que visitó la cárcel, vivió de las drogas, ahora aún del tráfico de armas, y no cualquier armas, sino de esas que usan lo militares, los capos... ¡Es que él era que debía estar muerto! Si ahora él muriera no pasaría nada, quedarían los recuerdos de que intento ser bueno aunque no estuviera en el camino correcto, aunque fue infiel, y engañó a muchos, intentó con la otra mano hacer buenas dádivas por lo menos. Sabe que no está bien robar la confianza de la gente, irrespetar a las jovencitas asaltando su pureza, ir por ahí aparentando ser él el capataz del mundo, pero es que, él reconoce que la vida no se pinta solo de rosa sino de gris también, sabe que lo que se echa al mar siempre regresa, entonces no puede intentar hacerse el ciego, la vida no solo critica lo de dentro sino todo. ¡¿Y ahora, cómo vivir sin un ser tan amado?! ¡¿Quién eso lo enseña?! ¡Él era parte de su tesoro! Ahora él mira con ojos melancólicos la vida, resentido con ella...

—¿Ahora qué voy a hacer? ¿Eh? No siento poder seguir así, no... no puedo hacerlo.

—A Matt no le gustaría escucharte hablar así. Sabes muy bien lo mucho que te admiraba. Tienes que echar adelante por él, por Niní, por mí —lo mira fijamente a los ojos—. Tú siempre estuviste ahí para mí, aunque yo no te viera. No creas que no lo he notado ¿Me dejarás ahora?

Agacha la mirada —No puedo con esto. Él era mi hermanito, era el niño que yo cuide, que le enseñe a caminar, a comer, a correr ¡Y ahora está muerto, mierda! 

Waller lo toma de la nuca y lo pega a su hombro —Eres humano. Está es una rotura muy grande, y tienes que echar para adelante.

—He andado con muchas heridas, pero está... esta me vence.

Un CriminalWhere stories live. Discover now