No me equivocaba cuando decía que tenía mucho trabajo, sin embargo, no imaginé que fuera en demasía, han pasado unos días y seguía recibiendo documentos y llamadas. La oficina, o al menos mi área era una locura, el teléfono no ha parado de sonar y se debía al cambio que hemos sufrido, la parte de Russell ahora nos pertenecía, y tenía a todos esos clientes haciendo llamada tras llamada. Tenía la suerte de que Brenda me ayudaba bastante.
— «El señor Meyer no se encuentra disponible por el momento, puede llamar más tarde para comprobar o mañana temprano.»
Baje el teléfono y mire la hora en el monitor, era un poco más de medio día, estaba algo agotada y hambrienta, me dolía ligeramente la cabeza. No veía la hora de que este día acabara.
Recosté mi cabeza en el escritorio para tomar un descanso.
— ¿Hola?
— No está, el señor Meyer no se encuentra.
Levante la mirada encontrándome con Gabriel.
— Lo sé, pero me encargó dos cosas, una, que te dijera que, por favor, ya pares de agendarle más citas, que su itinerario no tiene tanto espacio, y dos — me mostro una bolsa, evidentemente de comida. — Que te trajera algo de comer, porque según él, está muy seguro de que no lo has hecho.
Levante las cejas con ironía.
— ¿Desde cuándo el señor gruñón se ha preocupado tanto por mí?
En mi defensa: esto no pasaba con normalidad, ¿Nathaniel Meyer preocupándose porque no he comido en la hora del almuerzo? Raro.
— "Señor gruñón" — repitió con algo de gracias.
— Solo yo puedo decirle así.
— Tranquila es todo tuyo.
Le sonreí con cierta inocencia.
Dejo la bolsa de comida en mi alcance, la tome e inspeccione, sorprendida lo mire a los ojos, que por ciertos eran bastante lindos.
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