Lujuria [ROMANCE 4] [Vol.1: En proceso]

𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐝ó𝐬

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ʀᴏʟʟ ᴅᴇ ɴɪÑᴇʀᴀ
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— {E} No me agrada que salgas de fiesta así como estás, es lo único que digo, estuve preocupada por ti, al menos podrías conseguir alguna manera de comunicarte.

David suspiro nuevamente en silencio, pasando sus manos por todo su rostro y cabello, hace apenas unos cinco minutos que estaba de vuelta.

— {E} No me molestes.

— {E} ¿Qué no qué?... Quisiera saber qué hacías, y si te estás drogando, consumiendo alguna porquería de esa...

— {E} Es mi vida.

Sentía el coraje calarme hasta los huesos, pero no quería discutir con él, por lo que tomé una profunda respiración para tranquilizarme.

— {E} Sigue ahí David, que tú vas bien.

— {E} No me drogué, Darcy, sabes que no lo hago, solo estaba con un amigo, ¿por qué no me crees? Yo no te miento a ti.

No lo hacía hasta donde yo sé, pero con lo que le sucedió cualquiera es capaz de hacer la mínima estupidez para sentir un poco de paz. Pero sí le creía.

Sin más remedio preferí dejar el tema de lado.

— {E} Tengo leche de avena y cereal, ¿quieres?

Asintió en respuesta. Tome un tazón de tamaño mediano para servirle el desayuno y luego pasárselo.

Me cubrí aún más con la bata de mi pijama, estaba un poco frío aquí dentro. Apenas iniciaba octubre, eso significaba que la temperatura empezaría a ser más agradable.

Tome mi taza de té y di la vuelta para sentarme a su lado en el desayunador, levanté y estire mi mano para revolver el oscuro y ondulado cabello de David, el cual estaba algo largo.

— {E} Hablé con Cristian esta mañana, dice que Johana y el bebé están bien. — Asintió sin mucha importancia. — ¿Qué dices si vamos a casa para navidad?

Con ese comentario obtuve toda su atención.

— {E} Vete tú si quieres.

— {E} No seas así Davi, no puedes guardar rencor toda la vida, tienes que perdonar, además mamá y papá seguramente se alegrarán de vernos, no puedes cohibirte de verlos solo por algo que hizo Anabel.

— {E} Ellos también pueden venir aquí, ¿por qué no lo hacen?

Iba a responderle a eso, pero preferí no hacerlo, en cierto punto tenía razón, y honestamente no me interesaba mucho si él quería ir o no, porque yo sí, extrañaba a mi familia, sin embargo, no era lo suficientemente valiente como para abordar un avión por mi cuenta.

Me estire un poco para tomar mi teléfono. No recordaba que tenía varias llamadas perdidas del señor Meyer, se supone que se las regresaría anoche cuando llegara al departamento, pero lo había olvidado.