💛[Un Amanecer Eterno]💛

[Efectos secundarios]

Apenas llegó a su reino, Morfeo se dió cuenta que tenía que resolver un pleito más grande que los que tenía pendientes. Afortunadamente, ya no sentía ninguna molestia ocurrida por aquella indisposición que sufrió por esos extraños chocolates que aparecieron en su trono. Asunto que tenía que arreglar luego, pero que no olvidaría.

Lucienne apareció para contar lo ocurrido con aquella pesadilla fugitiva; junto a Matthew, quien contó que Constantine estaba furiosa por la situación causada y que aquella creación se encontraba resguardada por precaución en una de sus oficinas. Inmediatamente, se coló en el sueño de la pobre novicia a la que fue víctima de tan semejante tortura, a modo de encargar a un sueño de apaciguar su mente perturbada.

Después, procedió a corregir el comportamiento inadecuado de su pesadilla prófuga. Una que era capaz de hacerle creer al soñador que su mente está jugándole una mala pasada o haciéndolo ver cosas que no eran reales. El abuso de esa pesadilla podría provocar lo que los humanos suelen denominar "demencia". La pesadilla era terca, pero no lo suficientemente persistente como para retarlo y aceptó el castigo propuesto por su falta.

Morfeo, recordando de inmediato lo que había postergado, va a su taller con el propósito de continuar con su nueva creación. Estaba a nada de llegar a su taller.

Hasta que sintió una punzada en su vientre, lo suficientemente fuerte como para hacerlo caer de rodillas por el dolor y causar arcadas.

Como pudo, Sueño se puso de pié y dió largas zancadas hasta el baño de su palacio.

Alcanzó el váter, de rodillas, jadeando del cansancio y del dolor. Respiraba cansado, hasta que dió una arcada. Segundos después, comenzó a vomitar. Arcada tras arcada, el Eterno perdía fuerzas para apoyarse en el váter.

"¿Qué diablos me está pasando?"

Se preguntó aterrado, no sabía cómo, pero creo que sabía porqué.

Tenía que comprobarlo, pero ahora debía de esperar a estar fisiológicamente en paz. Puede que necesite la ayuda de uno de sus hermanos. No le gustaba mucho la idea, pero lo veía necesario. Debía llamarla a ella, la única de sus hermanos en quien podía confiar.