018.

566 37 3
                                    

Seis años después ...


- Agustín Marroquín - le repetí al anciano sentado a mi costado en la banca de iglesia -. Alto, apuesto, de ojos azul intenso. ¿No?

- ¿Qué pelo denso? - arrugó el entrecejo.

Comprendí que era momento de darme por vencida con el pobre anciano, los aparatos en sus oídos no debían funcionar porque no me había entendido ni una sola palabra de los últimos quince minutos. Tomé mi bolso y me puse en pie, me persigne frente a la cruz y salí de la catedral tan decepcionada como en las tres anteriores. Esos seis años que habían transcurrido como agua entre los dedos habían sido años llenos de noches largas pensando en qué estaría haciendo o si me extrañaría, pero ahora que contaba con los medios estaba dispuesta a buscarlo hasta encontrarlo.

Mis amigas dejaron de tomarse fotografías con la maravillosa arquitectura detrás y se apresuraron a seguirme el paso, las tres bajamos las escaleras de la iglesia.

- ¿No hubo éxito? - Libia me abrazó por los hombros mientras yo negaba con la cabeza - Eso significa que por fin podemos ir y celebrar tu cumpleaños de manera decente. ¿Verdad?

- No sé si tengo ánimos, creí que encontrarlo sería más sencillo aquí.

- No sabes dónde comenzar a buscar, por supuesto que no será sencillo, pero no puedes darte por vencida en los primeros intentos. - Rose se sentó en el borde de la fuente para amarrar los cordones de sus zapatos.

- Además, viajamos desde Italia para pasar tu cumpleaños número veinticinco en Madrid. ¿Desperdiciaremos nuestras vacaciones en sentarnos a llorar? Solo nos quedan unos cuantos días.

- Libia tiene razón, quiero hacer algo más que darle de comer a ancianos y soportar las patadas de los niños al vacunarlos - seguimos caminando -. Por favor vamos a divertirnos un poco antes de irnos.

- ... bien - coloqué los ojos en blanco -. ¿Qué les gustaría hacer? La ciudad es suya.

- Primero podemos almorzar en un lugar delicioso, luego ir con tu familia y de último salir esta noche. ¿No quieren conseguir unos chicos apuestos para llevar al hotel? - Rose sonrió con picardia.

- Vamos a por ellos, hermana - Libia movió sus manos de arriba hacia abajo -. O bueno, si la virgen Abigail nos lo permite.

- Que graciosa. - reí sarcásticamente.

- No se equivoca, siempre nos ves con desaprobación y te molestas cuando intentamos conseguirte una cita, así sea algo casual. - Rose extendió la mano para detener un taxi.

- Yo no me molesto, solamente no me interesan las citas, y tampoco las veo con desaprobación. Las adoro.

- No tienes novio desde que te conocemos.

- La universidad me mantenía ocupada, ahora es el trabajo, no tengo tiempo.

- A veces eres un poco mojigata. - un taxi se detuvo en la acera frente a nosotras. Rose abrió la puerta.

- ¿Y ustedes son mis amigas? - las miré mal.

Conocí a Libia y a Rose en mi primer año de la facultad de enfermería, no tardamos en hacernos buenas amigas a tal punto que al graduarnos terminamos mudandonos juntas a un bonito departamento en Florencia. Al graduarme con un excelente promedio pude conseguir empleo rápidamente en el hospital de la universidad, me mantenía ocupada, útil y disfrutaba de la vida que había creado para mi. Hace mucho que no recibia una carta de Marianne, los primeros dos años nos escribíamos con regularidad, sin embargo poco a poco fui perdiendo comunicación con todos. Incluso con mi madre. Lo último que supo de mi fue de mi corta estadía en el convento en Italia, dure tan solo unos meses antes de inscribirme en la universidad y encontrar un empleo de medio tiempo con ayuda de la prima de Marianne, yo aún sabia la dirección de mi madre, nunca podría olvidarme de ello, pero la guardé en la última página de alguna de mis agendas, olvidándome de ella por completo.

Ruega por los pecadores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora