017.

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"Abigail.

Tu nombre significa; el regocijo de mi padre. Al nacer no encontramos mejor nombre para ti, fuiste la alegría, orgullo y más grande amor de tu padre... su favorita de todas sus hijas. Pero ahora es complicado desglosar lo que él siente por ti, te ama tanto a su manera que eso lo ha llevado a odiarte. En casa tu nombre es prohibido, tus hermanas luchan por no pronunciarlo al recordar aquellos buenos tiempos de infancia y yo lucho por no gritarlo al llamarlas a cenar.
Quisiera no depender de tu padre para así no seguir sus reglas, podría traerte a casa, a tu habitación y darte una vida preciosa. Sin embargo, necesito de mi marido, y lo único que puedo hacer por ahora es enviarte dinero con cada carta. Úsalo para algo bueno, cielo.

Te ama,
Mamá. "

Sobe con las yemas de mis dedos el billete que recién había sacado del sobre, en cada carta había dinero, había contado al menos cien euros en menos de cuatro cartas. Sequé las lágrimas que humedecian mis mejillas y guardé el resto de los sobres en la bolsa de mi delantal, recupere la postura a tiempo, pues Carlota entró a la cocina cargando una cubeta llena de rábanos recién cosechados.
Era muy de mañana, esa aura triste que quedó implantada afectaba el estado de ánimo de todos y ya poco se hablaba.
Me levanté de la silla de comedor y regresé al mesón para continuar cortando en trozos la fruta que se serviría en el comedor.

- ¿Dormiste bien? - pasó a mi lado para ir al lavabo - Yo no, tuve que oír los alaridos de Inés toda la noche.

- Dormí - le di una leve sonrisa. Era cierto, no había conseguido dormir bien luego de abandonar la habitación de Agustín, toda la noche me la pasé pensando en él. Mezclando emociones como; amor y preocupación -. ¿Inés no mejora?

- No, cada día se hunde más en la culpa, con esfuerzo consigo que tome un poco de aire. Si sigue así llamaré al médico.

- Sería lo mejor. - acomodé un plato con fruta en la charola de oro, al lado de una taza con café y un pan recién horneado.

- ¿A quién le llevas eso? - Carlota tomó un cuchillo y sacó todos los rábanos. Cortó el primero.

- Al padre Agustín, es extraño que aún no se haya levantado - levanté la bandeja -. Tal vez no se siente bien.

- ¿Aún no lo sabes?

- ¿Saber qué?

- Bueno... tu querida Marianne, la nueva señora del convento, la madre superiora, corrió al pobre de Agustín. No sé qué tanto ocurrió en su oficina pero Eva dice que ella limpiaba los cuadros del pasillo cuando el padre salió después de hablar con la abadesa, estaba realmente triste, se detuvo en la pared y se apoyó en ella como si fuera a romper en llanto ahí mismo - hizo una mueca -. Nicolás lo llevó a la estación hoy en la madrugada, cuidaba de Inés cuando lo vi salir.

Solté la charola que terminó cayendo al suelo; el café se derramó, la loza se partió en pedazos y la fruta se dispersó por todo el suelo. Presioné mi vientre con mi mano, la cabeza comenzó a dolerme y la sangre que recorría mis venas se heló. No conseguía asimilar las palabras que salían de la boca de Carlota, tuve que detenerme un momento para inhalar aire, permitiéndole a mi cerebro unos segundos para pensar o analizar.
Salí de la cocina ignorando el desorden que había causado y restandole importancia a los regaños y llamados de Carlota, subí las escaleras apoyándome del barandal de madera, cada paso que daba se sentía como intentar nadar en nieve, imposible.

Ruega por los pecadores.Where stories live. Discover now