Capítulo 13

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Madrid, España.
4 años atrás…
Narrador Omnisciente.

La luz de la luna se colaba por los ventanales de cristal de la oficina, golpeando la foto gastada que había enmarcada en una esquina del escritorio. El hombre mayor le dio un sorbo al bourbon, esa misma foto era lo único que tenía de esa hija a la que había abandonado y luego perdido, no una, sino dos veces.

Todos los día se arrepentía de no haber estado allí para ella, de no haberla protegido. Su pequeña de ojos avellana se parecía demasiado su madre, a su primera esposa, la única mujer a la que había amado de verdad y que sus enemigos le habían arrebatado demasiado pronto. Para él fue imposible ver el rostro de su hija en ese entonces y no recordar lo que había perdido, así que la envió lejos, a los Estados Unidos con su abuela materna, una mujer amargada que lo despreciaba a él por ser el causante de la muerte de su hija y que despreció a su pequeña porque, a pesar de que ella era su nieta, también llevaba la sangre del hombre que más odiaba.

—Los Colombos siguen renuentes a vendernos las costas —dijo un joven de pelo rubio y facciones delicadas mientras entraba a la habitación—. Casi logramos convencer al hijo de Carlo a vendernos las tierras a cambio de saldar sus deudas con nosotros, pero aún está renuente a acceder a nuestra petición.

—¿Casi? ¿A caso piensas que eso me bastará?

El joven suspiró. Comprendía la impaciencia de su padre, había esperado demasiados años por este momento, pero había situaciones impredecibles que simplemente salían de sus manos.

—Los DeVito nos están dando problemas. No están interfiriendo directamente, pero tienen sus sospechas de que algo anda mal. Sospecho que se niegan a vendernos las porciones de las costas, porque la Famiglia DeVito ya se las han comprado. Desgraciadamente, su deuda principal es con ellos. Nosotros solo servimos de usureros, ellos tienen los casinos.

Avocado se había convertido en la organización europea de usura más grande del mundo. El poder que tenían en el mundo político y social era suficiente para ponerlos en la gracia de los hombres más influyentes, pero aún les faltaba kilómetros para alcanzar la Cosa Nostra. Él lo sabía y su padre, por más que quisiera engañarse a sí mismo al cubrir cada esquina de su casa en oro, lo sabía también.

—¡Me importa una mierda los DeVito! —bramó el hombre, lleno de furia—. Esos hijos de putas también tienen que pagar.

El joven asintió, intentando apaciguar a su padre con el gesto.

—¿Qué quieres que haga entonces, padre? Te escucho.

El hombre mayor se pinchó el puente de su nariz entre los dedos, colocó el vaso vacío en la mesa y abrió el último cajón de su escritorio, removiendo el compartimiento escondido y sacando una carpeta llena todo aquello que había podido recolectar con los años.

Tomó uno de los últimos archivos y se lo entregó a su hijo.

El joven miró recelo la foto de un hombre unos años mayor que él, de facciones varoniles y pelo castaño oscuro con vetas rubias naturales salteadas que le daban ese toque de eterna juventud que algunos hombres tenían. Era guapo, demasiado para su gusto, porque tipos como el de la foto eran peligrosos para su cordura.

—¿Quién es? —quiso saber, a pesar de ser consciente del error que cometía al mostrar interés delante de su padre.

—Se llama Luca Palermo, es uno de los Numerale de la Famiglia DeVito —respondió el mayor, satisfecho con el interés de su hijo.

—Y que se supone debo hacer con esta carpeta. Es solo información personal sobre una sola persona.

—Estudiala, apréndete cada detalle que hay ahí y vete preparando las maletas. Partes para Nueva York en un par de días. Ya que te gusta tanto encajarte las pollas de otros hombres en el culo, podríamos utilizar eso para nuestra ventaja.

Diavolessa ©Where stories live. Discover now