Capítulo 2

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ALANA

Mi nombre nunca había sonado tan peligroso y lleno de intención en los labios de nadie, pero el vicio en su voz acompañaba cada palabra como una amenaza silenciosa.

Me quedé en mi lugar, inmóvil e inexpresiva. Sabía que debía ceder a su orden. Tenía que comportarme como la mujer inocente y desorientada que todos creían que era.

¿Pero cómo le vendería una mentira a un hombre que había visto la malicia en tantos ojos que era casi imposible enmascararla? ¿y cómo descartaba el efecto de esa mirada penetrante e inquisidora que estaba despojando poco a poco mi máscara?

Vincenzo Valentino era un hombre difícil de engañar y, si antes lo sospechaba ya, en ese momento quedé totalmente segura.

Estaba frente al infame Diavolo. El hombre que todos temían y que causaba pesadillas, incluso, en aquellos que no conocía. Vincenzo era una leyenda en las calles dentro y fuera de la Cosa Nostra, y no por nada le llamaban el rey del infierno.

Pero como dictaba la ley de la gravedad, mientras más alto subías tu pedestal, más fuerte sería la caída cuando llegara tu hora. Y yo me iba a encargar de ser la persona que le diera el último empujón que necesitaba para caer del trono y tomar su lugar.

Su Inferno necesitaba una nueva Diabla al trono, y esa sería yo.

Relajé mi cuerpo tenso y retoqué mis labios con una sonrisa seductora, contoneando mis caderas hasta reposar mi trasero en el sofá de cuero negro. Crucé mis piernas con deliberada lentitud, pero para mí total sorpresa, sus ojos medios obscurecidos por la sombra de la noche no se alejaron un solo segundo de los míos.

—Bueno, ¿quién diría que el gran Capo di tutti capi reconocería a una simple hija adoptiva de uno de sus Dons?

Se mantuvo en silencio, estudiándome con la mirada con una precisión que alzó los bellos de mi nuca en alarma. Me fijé en el vaso de cristal en su mano izquierda que descansaba en el apoyabrazos del butacón. Sabía por Kiara que su bebida de preferencia era el vodka, pero el líquido ámbar aparentaba ser más whisky que otra cosa.

Un buen whisky, no como la mierda que yo estaba bebiendo en el bar horas atrás.

—Hay muchas palabras con las que podría describir a una mujer como tú: farsa, arpía, mentirosa, manipuladora; pero simple no es una de ellas.

El sonido ronco y sensual de su voz invocó un cosquilleo inapropiado en mi estómago. El hombre era un depredador por naturaleza, y su atractivo y poder eran las carnadas perfectas para conseguir nuevas presas.

Y debía admitir que, a pesar de cuanto lo odiaba, de que él era el responsable por cada ápice de oscuridad en mi alma, también lo encontraba demasiado atractivo para mi gusto.

—Cuidado con todos esos halagos, Diávolo, o voy a terminar pensando que te gusto.

Una sonrisa sínica transformó su rostro en una figura siniestra y amenazante. Mi corazón volvió a latir desenfrenadamente, pero sabía que no era el miedo lo que causaba esa emoción, sino la excitación que burbujeaba en mis adentros.

Maritza siempre le rogó a mi tío que no me incluyera en sus negocios. Ella no quería que yo formara parte de todo lo perverso y retorcido que había en este mundo porque sabía mejor que nadie de los demonios que asechaban en mi cabeza.

Lo supo desde el momento que me miró a los ojos por primera vez, cuando Matteo me trajo a casa a los ocho años. Recordaba con exactitud como ella se arrodilló frente a mí con una sonrisa amable en el rostro, me observó varios segundos antes de abrazarme contra su pecho y susurrar a mi oído unas palabras que rondarían en mi cabeza hasta el día de hoy, a tal punto que se convirtieron en mi mantra en situaciones difícil como estas.

Diavolessa ©Where stories live. Discover now