Capítulo 10

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VINCENZO

—¿Por qué la cara de culo, primito? ¿La muñeca se negó a darte una mamada?

Le di un sorbo a mi trago, ignorando a Salvatore sentado en la silla frente a mi escritorio.

—Por cierto, ya me encargué del regalito que dejaste sangrándose una de las habitaciones del área de servicio. Pobre hombre, le reventaste las pelotas. —Sacudió la cabeza como si sintiera pesar por Ero, el soldado que se atrevió a tocar lo que era mío.

Hacía mucho que tenía ganas de pegarle un tiro, solo que no había tenido razones verdaderas hasta ayer.

—Te preguntaría que le sucedió, pero sé que me mandarás a la mierda sin responder.

Más silencio.

»¿Te vas a pasar toda la noche sentado ahí, cavilando sin hablar una palabra?

Alcé una ceja y volví a darle otro sorbo a mi trago.

Salvatore suspiró.

—A la mierda, mejor me voy a follar una puta. Cualquier cosa es más divertida que quedarme aquí contigo en un eterno silencio.

—No te pares de esa silla, Salvatore. Lucius va a llegar en cualquier momento —ordené, ganándome otro suspiro suyo, acompañado de una mueca.

—Maravilloso, otro cabrón más aburrido que tú.

La puerta del despacho se abrió, dejando pasar la figura trajeada de mi Numerale. Lucius nos saludó con un asentimiento de cabeza, antes de acercarse a mi escritorio con una carpeta en una mano. La misma carpeta que cayó abierta frente a mí con una sola señal de mi parte.

—Esa es la mercancía de los irlandeses que debíamos entregar mañana siendo enterrada en el fondo del mar.

Tomé la fotografía de un barco en llamas, de mi barco en llamas, el mismo que debería haber partido de la costa de los Colombos a Irlanda esta misma noche.

Cabrones de mierda. Alguien estaba intentando joderme. Esos veinte kilogramos de cocaína no significaban nada para mí en este momento, pero sí para Killian, el jefe del clan Aiken. Nuestra alianza con los irlandeses estaba vigente desde los tiempos de mi abuelo, hacía más de cincuenta años, y no iba a permitir que ahora viniera cualquier hijo de puta a querer jodernos los negocios.

—Esta mierda no me está gustando nada. Es el segundo barco que nos hunden cerca de las costas. —Salvatore se pasó las manos por el pelo, líneas de preocupación se formaron en su frente. Él podía ser el payaso más inoportuno del mundo, pero siempre se tomaba el negocio en serio cuando importaba.

»Pensé que los Colombos nos dieron el control a cambio de protección en la mesa del consejo, no están cumpliendo con su palabra.

—Los Colombos se debilitan más cada día. Carlo apenas se mantiene en pie y el inútil de su hijo ni siquiera sabe como mantenerse a flote él, menos a una familia entera.

Estaba de acuerdo con Lucius. Las Famiglia Colombo se había convertido en juego justo para aquellos que quisieran tomar el territorio, y esas costas ya no eran seguras.

—Tenemos que buscar una nueva solución mientras averiguamos que cojones está pasando. No podemos parar las entregas ahora, a tan solo unos semanas de abrir el primer circuito de carreras. —Miré a Lucius, quien continuaba inmóvil a mi izquierda—. Encuentra a Alana y traela, necesito hablar con ella, y tú —Señalé a Salvatore—, llama a Killian y dile que necesitamos dos días más para la entrega.

Lucius asintió, saliendo de la habitación en busca de mi Diavolessa.

—Sabes que va a querer algo a cambio, ¿no? Alana no parece del tipo de mujer que haga nada gratis —dijo Salvatore. Sacó su teléfono del bolsillo y marcó un número de memoria.

Diavolessa ©Where stories live. Discover now