Extra Beth y Mark

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  Con los puños débiles y la respiración agitada, repite mi nombre entre jadeos que se quedarán grabados en mi cabeza y sonarán con más fuerza en las noches donde la necesite en mi cama, sin saber cuándo podré saciarme de ella. Lo más probable es que nunca, no importa cuánto de ella me entregue, o cuántas veces lo haga, la desearé eternamente. Dioses, la quiero en mi cama, no importa si solo para contemplarla. Tenerla a mi lado será suficiente.
 
 
 
  —Mark, no... —Esconde la cabeza en mi pecho —. Siento que...
 
  Enmudece, pero yo sé a lo que se refiere sin que tenga que decirlo.
 
  —Tranquila, yo también te estoy sintiendo.
 
  Lo veo venir al mismo tiempo que ella, sus paredes se contraen alrededor de mis dedos antes de que sus fluidos se deslicen con fuerza hasta mi regazo, chorreando y empapándome de ella. Maravillado por lo que acaba de suceder, vuelvo a tomar su boca con más rudeza que la utilizada hace rato, chupando y mordisqueando sus labios.
 
 
   Es un beso más brusco y posesivo, cargado de todo el deseo que siento por ella y aún no he consigo liberar ni la mitad. Sus piernas están débiles, las siento temblar entre mis manos, eso solo hace que mis niveles de excitación se disparen al tope. No quiero soltarla, quiero besar y probar cada rincón de su piel, empezando por aquel lugar por donde se desliza la evidencia de su primer orgasmo.
 
  Es mía, enteramente mía, no volveré a soltarla. Tomaré todo de ella, a cambio, le permitiré hacer lo mismo conmigo, hasta que ambos saciemos esta sed que tenemos uno por el otro.
 
  Las puertas de la biblioteca se abren, dejando entrar un poco de luz que me molesta en los ojos. Beth intenta bajarse para empezar a cubrirse, pero la mantengo sobre mí y la aprieto contra mi pecho, colocando mi chaqueta encima de su cuerpo. No sabe nada acerca de mí si cree que permitiré que alguien más que yo la vea de esta manera.
 
  —¿Mark? —llama uno de los lobos, sin embargo, no entra.
 
  —Lárgate de aquí, Miller.
 
  Él se queda de piedra en la entrada, tenemos suerte de estar en un lugar oculto de la biblioteca, de otra forma no me habría dado tiempo de siquiera ocultar a Bríxida de sus ojos.
 
  —Oh, ya me preguntaba porqué todo estaba tan oscuro —dice con un tono de burla. Maldigo a su gran sentido del olfato —. No se preocupe , nadie va a molestarlos... ¡Eh, chicos! ¡Pasillo prohibido!
 
  Tengo tantas ganas de golpearlo justo ahora, la única razón por la que no lo hago, es por la mujer que oculta el rostro en el hueco de mi garganta. Miller cierra las puertas, dejándonos a solas. Ya verá lo que le haré por habernos interrumpido e incomodar a mi compañera, que actúa como si deseara que la tragara la tierra.
 
  Beth hace sonidos de queja, mortificada, que se oyen más como gemidos de tortura. Eso solo contribuye a mi excitación.
 
  —¿Cómo veré a la manada a la cara ahora?
   —gimotea.
 
  —Miller no dirá nada. El pasillo está vacío, solo nos estaba fastidiando.
 
 
  —De todas formas... —Se sostiene del respaldar —. Si esto hubiera ocurrido en el castillo, te habría matado.
 
  —¿A mí? —SÍ, a ti. Fue tu idea venir a la biblioteca.
 
  —Pues no te escuché quejarte — protesto, pasando mi palma por toda su entrepierna, ella se estremece y ahoga un gemido tembloroso, sus labio entreabiertos —. Al menos, no de la manera negativa.
 
  Retira mi mano con gesto ofendido, no me hace falta de mucha luz para saber que tiene las mejillas rojas. Me gusta jugar con su orgullo. Se relaja después de unos segundos y suspira, mirando hacia abajo.
 
  —Te he mojado —susurra como si fuera algo de lo que avergonzarse.
 
  —Uhm, sí —respondo roncamente, acaricio sus mejillas para corroborar que están calientes.
 
  —Se supone que es algo normal, pero no deja de ser incómodo.
 
  Subo mi mano hasta su pecho y juego con su pezón.
 
  —Para mí no lo fue, todo lo contrario, me gustaría repetirlo.
 
  Rueda los ojos y se ríe con suavidad, mirándome. Apenas puedo verla, pero en el tiempo que llevo acostumbrado a la oscuridad, soy capaz de reconocer su sonrisa y su mirada juguetona.
 
  —¿Debería ayudarte con esto? — pregunta, sus dedos jugando con la hebilla de mi cinturón al tiempo que baja mi cremallera.
 
  No, la erección no ha disminuido ni un poco.
 
  —No, no debes, pero si pudieras sería un gran alivio.
 
  —Lo sé, no te desharás de esto a
 
  menos que decida encargarme —dice, desabrochando mi pantalón mientras sale de mi regazo con una deliciosa fricción de su sexo contra mi pierna, hasta que la tengo arrodillada entre mis piernas con la cabeza inclinada hacia mi miembro.
 
  —Decide, cariño. ¿Mi mano o mi boca? —propone, metiendo sus dedos dentro de mi bóxer y pasando sus yemas por mi polla caliente.
 
  Me tenso cuando la siento apretarme la punta, su delicado tacto está haciendo que me hierva la piel. No entiendo cómo puede hacerme esa pregunta, ni siquiera yo sé qué prefiero: la suavidad de su piel o la humedad de su boca. Solo tengo en mente que la quiero a ella.
 
  —¿O prefieres que use ambas?
 
  Saca mi miembro y exhalo con fuerza al sentir sus dedos rodearme por completo. Acerca su rostro y cepilla mi glande con sus labios, haciéndome pasar saliva con dificultad. No aparta sus ojos de mí en ningún momento. Presiona la yema de su pulgar en la punta de mi pene, donde se desliza el líquido preseminal, y se toma su tiempo tocándome sin hacer nada.
 
 
  Necesito tomarla del cabello y moverme dentro de su boca hasta llenarla de
  mí. Estoy seguro de que puede llegar
  a ser muy hábil con la lengua, y que
  me correría fácilmente con esos labios carnosos dándome la bienvenida a su garganta.
 
  Pierdo una parte de mi autocontrol cuando chupa mi pene, más como una forma de saciar su curiosidad que darme placer, pero lo que consigue no es solo eso, sino torturarme. Alzo mi mano hacia su cabeza, me detengo a solo unos centímetros, a punto de envolver su cabello en mi puño, y en un intento por calmarme, sumerjo mi mano en su pelo, sin presionar, pasando mi pulgar por su mejilla.
 
  Ahora mismo ella no tiene idea de lo
  que quiero hacerle. La deseo tanto que solo quiero tomarla de todas las formas posibles. Hace que me olvide de su inexperiencia y lo poco que sé de sus preferencias durante el acto tentándome de esta forma. Beth también se está descubriendo como yo a ella en estos momentos.
 
 
  Pero cómo cuesta, joder. Apresura sus movimientos en mi pene, bajando y subiendo desde la base hasta la punta, primero con avidez, luego con lentitud. Comienzo a sentir cómo se aproxima mi liberación sin poder llegar al orgasmo como se debe. Maldita sea, no me voy a correr en su mano, quiero hacerlo dentro de ella.
 
  —Mierda, deja de hacer eso, necesito tu boca —espeto con los dientes apretados y la mandíbula tensa.
 
  —¿Mi boca? —susurra, lamiéndose los labios, desliza su lengua por mi tallo hasta mi glande y yo siseo —. ¿Me lo pides o me lo ordenas?
 
  Afianzo mi agarre sobre su nuca, empujando su cabeza.
 
  —Chúpalo ya, maldita sea.
 
 
  Le da un lengúetazo que me envía
  una imagen tan erótica y sublime que almaceno en mi cabeza, justo antes de que meta mi polla dentro de su boca y la saque casi al instante. Estoy húmedo con su saliva, pero ella sabe que eso no ha sido suficiente.
 
  —Eres demasiado grande para mí —dice, pero no hay timidez en su tono. Solo es un pequeño aviso.
 
  Peino su cabello hacia atrás.
 
  —Nunca había hecho esto antes. — Suspira y vuelve a sostener mi miembro —. Así que no te atrevas a empujarme o vomitaré encima de ti.
 
  Dejo escapar una risa, estaba extrañando sus amenazas.
 
  —No negaré que quiero hacerlo, pero como habrás notado, eres tú la que tiene el control de la situación.
 
  —Aún así, quería decirlo —manifiesta, chupando mi glande como si fuera una paleta —. Recuerda ser considerado conmigo, cariño.
 
  —Vuelve a llamarme así y perderé toda consideración contigo .
 
 

𝑆𝑢 𝑎𝑟𝑜𝑚𝑎 ✅ Próximamente en físico dyjawards24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora