Abrupto adiós

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Capítulo 11

Abrupto adiós

Con su mirada fijada en el hierro que funje como un techo para su cama, con las luces de la celda apagadas y el fétido olor proveniente de su compañera que, además de funcionar como un cronómetro, siendo expulsado siempre justo antes de que se apaguen las luces, también se encarga de recordarle la comida que les han dado ese día, para bien o para mal.

Pero ahí está, mientras el fuerte olor se empieza disipar con una mayor lentitud de la deseada, la rubia se mantiene concentrada en ese hierro impecable, dudando, como es costumbre últimamente. Preguntándose cosas de las que aún no sabe la respuesta.

"¿Si o no? ¿Es de verdad tan simple? ¿Solo bastará con decir una de esas dos palabras y ya está? ¿Volveré a ser libre? O, por otro lado, ¿Seguiré olfateando este horrible olor por el resto de mis días? Aunque… sí acepto, ¿Sería verdaderamente libre?  ¿O solo viviría en un tipo diferente de cárcel?"

Ella aparta la mirada del hierro y se acuesta de medio lado, teniendo ahora de frente una pared que apenas puede visibilizar, pero en su interior nada cambia… nada se resuelve y las preguntas siguen inundando su mente.

"¿Alguna vez he sido verdaderamente libre? ¿O quizás nunca he pasado de ser algo más que una presa de un destino inclemente que ya está escrito?... aquí tengo comida, un techo y no me están apuñalando o disparando a cada hora.

Pero la vida, o más bien "vidas" que he tenido antes… ¿Las extraño, o son solo una mala costumbre? Lo cierto es que algo de gusto si que le ha agarrado con el pasar de los años, ¿Verdad?"

Obligándose a descansar, cierra los ojos con fuerza, pero apenas y se nota alguna diferencia a cuando los tenía abiertos. Su mente… misteriosa como ella sola, no parece hallar mejor momento para la reflexión que cuando está apunto de descansar.

"Mentir, robar, asaltar… ¿Acaso no tenia otra opción? Por supuesto que la tenía, siempre la he tenido. La sonrisa que muchas veces tuve me delata. Aún no soy tan buena como para mentirme a mi misma, pero lo intento."

Sin ninguna respuesta certera a todas sus preguntas, pasan unos minutos o quizás horas… Sea como sea, ahora no es nada más que tiempo perdido en esa oscuridad que ahoga, si es que reflexionar sobre sí misma le parece tiempo perdido.

Cansada, su mente por fin empieza a ceder y las preguntas, al menos por un tiempo, se desvanecen como viejos recuerdos.

El sol vuelve a ponerse en su punto más alto, y casi sin darse cuenta, este día es prácticamente igual al anterior. Despertarse, comer, trabajar… hasta el molesto farfulleo de sus compañeras parece tratar de lo mismo.

Durante el tiempo que ha estado en esta cárcel, "Samantha" ha sentido curiosidad por su compañera que no emite palabra. Sin embargo, con el pasar de los días, la entiende un poco más. Su vacía actitud No se debe solo a lo que haya hecho antes de llegar a este lugar, no… es también la realización de que esto es todo lo que hay… todo lo que habrá, quien sabe por cuánto tiempo, quizás para siempre.

Con cada momento que pasa, la rutina se apodera del cuerpo de la rubia, sus ojos se ven más y más cansados, delatando todas las noches pasadas en vela preguntándose que hacer. Y con cada mañana se ven un poco más vacíos, despojados de todo lo que parece hacer que la vida valga la pena.

El día de las visitas llega y la rubia es de nuevo guiada por esos interminables pasillos hasta llegar a la oscura habitación, en la que de nuevo la espera la mujer de ojos verdes, sentada, con cigarrillo en mano y la linterna de gas en el medio de la habitación.

Pero está vez esas elegantes manos tiemblan desde que se abre la puerta de hierro, la respiración se vuelve más rápida, el corazón palpita más álgido de lo habitual.

Falacias, Pólvora Y Una Pizca De Verdad: Historias Del Viejo Y Sucio OesteWhere stories live. Discover now