Nueva vida, mismos recuerdos

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Muchos meses después.
En una taberna bastante elegante, retacada de clientes, con mesas de póker, un bar, mucha comida y hasta habitaciones para alojarse, está una persona, cubierta con un gran abrigo y un sombrero, leyendo un periódico. Una joven mesonera se acerca a la mesa en la que se encuentra esta persona.

-Buenas, ¿puedo tomar su orden?

La persona mueve la cabeza bruscamente en dirección a la mesonera, causando que uno de los mechones dorados de su cabello escape del sombrero, quedando a la vista de todos.

Al verse a los ojos, el rostro de la mesonera cambia por completo, pasando a estar completamente sorprendida.

--Creo que solo tendré un café y un bocadillo. Muchas gracias. -- suelta una media sonrisa, voltea para seguir leyendo el periódico y pregunta -¿Cuánto es?

La mesonera suelta una pequeña risita mientras anota el pedido. -Por favor -- vuelve a mirar a la persona y de una manera algo más confianzuda le dice: - Por usted, lo mínimo que podemos hacer es dejar que la cuenta vaya por la casa de vez en cuando.

La persona trata de negarse a la oferta, pero después de la insistencia de la joven mesonera, está acepta. Pasan unos minutos y luego de acabarse su pedido, todavía deja algo de propina para aquella chica. Al levantarse de su mesa, sonriente, se dirige a la puerta de salida, pero, antes de llegar a esta, se queda observando su reflejo en un gran espejo, que se encuentra a unos metros de la entrada de tan elegante lugar.

Allí, ve el reflejo de aquella joven rubia de ojos azules, ahora con un aspecto algo más demacrado y con alguna que otra cicatriz en el rostro. La sonrisa se borra casi inmediatamente. Sale de la taberna y se vislumbra una gran ciudad, llena de vida, con muchas personas, grandes edificios, carruajes y demás. Y en medio de todo, se encuentra ella, casi como un fantasma.

Cerca, se escucha un relinchar que atrae su atención, devolviéndole al mundo de los vivos. Se trata de un hermoso caballo blanco, que la espera al cruzar la calle.
Después de cabalgar por varios minutos, dando un breve paseo por la ciudad, ambos llegan a su destino.

La chica abre una puerta de madera y entra, allí solo la espera un perchero, donde pone su abrigo, un escritorio con varios papeles amontonados, un colchón algo desgastado en el fondo, una botella vacía al lado del mismo y unas escaleras que llevan a un sótano. Ya despojada de su abrigo, se sienta cómodamente en su escritorio a leer los documentos que lo amontonan, mientras las luces del sol que entran por la ventana, impactan con la brillante placa que cuelga de su pecho.

Pasan un par de horas, el sol ya no está en su punto más álgido. La chica está reclinada en su silla, roncando, con su cara cubierta por su sombrero.
Alguien golpea la puerta con mucha fuerza, interrumpiendo el descanso de la chica.

-SHERIFF... SHERIFF WILSON. NECESITAMOS SU AYUDA.

Tambaleándose, entre dormida y despierta, recoge su arma y abre la puerta, viendo a un hombre ansioso, temblando y con la ropa cubierta de sangre pidiendo ayuda. Ahora, completamente despierta, sale a la calle y escucha con atención al preocupado hombre, mientras, lentamente, la puerta detrás de ella se cierra.

El ciudadano se encuentra allí, parado,  intentando que las palabras salgan de su boca pero solo se escuchan balbuceos, ya que ni siquiera él ha logrado procesar lo que le ha pasado.

La Sheriff, siempre con su mano derecha en dirección al revólver que tiene en el cinturón, intenta entender lo que el ciudadano dice, pero nada de lo que ella escucha tiene sentido y su paciencia se acaba con rapidez.

-¿Qué? será mejor que hables bien porque no estoy entendiendo una mierda de lo que dices.- El ciudadano, que no pasa de los veintitantos años, sigue sin emitir respuesta, como si estuviera reviviendo constantemente los hechos
en su cabeza, buscándoles algún tipo de sentido.

Falacias, Pólvora Y Una Pizca De Verdad: Historias Del Viejo Y Sucio OesteHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin