Todos se ríen

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Con su destino ya decidido por otros, "Samantha" se encuentra de nuevo en el lado incorrecto de unos barrotes de hierro. Aunque, ahora está acompañada por las sucias camas que hay en cada extremo de la celda y tres compañeras que, al igual que ella, no esperan tener una estadía corta en este triste, aunque abarrotado, y solitario lugar.

Con sus ojos clavados en la delgada y golpeada nueva inquilina, las tres mujeres no emiten palabra. Una de ellas está sentada en la parte baja de la litera cubierta de un hierro impecable, a la izquierda de la pequeña habitación.

La mujer, de pelo canoso, con la piel desgastada y cayendo en dirección al suelo, pareciendo que quisiera ya alejarse del ser al que ha dado cobijo tanto tiempo, está con sus posaderas acomodadas en un colchón que parece tener los mismos años que ella, y que en el centro tiene sus curvas marcadas, delatando las incontables noches que han pasado juntos.

En el otro extremo de la habitación están las otras dos chicas. Una de ellas ubicada en la parte de arriba de la litera.

Ella tiene unos oscuros ojos marrones que hacen juego con su cabellera. Su rostro, convencionalmente atractivo, con rasgos simétricos y grandes cejas llamativas para la vista, está cubierto por las arrugas que poco a poco se notan cada vez más.

¿Será su edad o es la mala vida que, inclemente, no intenta demostrar los años de vida que porta aquella persona, si no que busca, con ese rostro dejado, delatar las experiencias que esta ha vivido con sus no tan largos años?

Y justo abajo, está la tercera rueda de este grupo. Una chica incluso más joven que la otrora Sheriff de la ciudad, con su larga y oscura melena hecha un revoltijo sin forma. Unos ojos negros que, aunque también transmiten curiosidad por la nueva llegada, es el desespero y la asfixia lo que les domina, sentimientos también demostrados por el molesto movimiento de sus piernas que no parecen querer detenerse.

De todas sus compañeras de celda, es en esta última en la que la rubia fija su mirada. La angustia que aquella joven deja ver la hace sobresalir por encima de sus compañeras, quienes al igual que "Samantha" parecen haber aprendido que exteriorizar tales emociones solo sirve para una cosa.

Estas cuatro mujeres, ahora forzadas a convivir entre ellas, pocas cosas parecen tener en común, más allá de un elemento que las une a todas: el horrible e incómodo uniforme, más parecido a un saco de papas, que en todo momento les recuerda la vida que han llevado… como si vivir encerradas en estas paredes grises, con el recuerdo eterno de la libertad y el aire fresco que ahora sienten que nunca supieron aprovechar, no fuera castigo suficiente.

Todavía sintiendo las punzadas del dolor al que ya se ha acostumbrado, la rubia aún recuerda la maldición de ese viejo cuento de hadas. Cuatro pasos son la distancia recorrida hacia la izquierda. Aunque ya el dolor ha disminuido, los cuchillos debajo de sus pies aún tienen algo de filo.

Parada a centímetros de la cama, con la mano derecha presionando su abdomen, ella mira hacia la parte de arriba de la litera, como si se tratara de una montaña que está obligada a escalar sin ayuda.

Por un par de segundos, esos ojos azules se cierran en lo que sus golpeados pulmones inhalan y exhalan un aire que aún duele, que se siente como si quemara por dentro. Nada comparado con el dolor de hace unos días; eso era más parecido a un incendio, pero de igual forma… las cenizas de aquello aún causan efecto.

Ella separa su mano derecha del abdomen para agarrarse de una de las patas de hierro de la cama, y siente como de nuevo el aire se vuelve un intruso que lentamente intenta causar más  estragos en el interior de su cuerpo.

La rubia intenta mitigar el dolor presionando la herida con la mano izquierda, pero ese esfuerzo se vuelve inútil en cuanto sube uno de sus pies al extremo inferior de la cama. Este dolor es algo que haría gritar a cualquiera, pero el orgullo no le permite hacer tal cosa.

Falacias, Pólvora Y Una Pizca De Verdad: Historias Del Viejo Y Sucio OesteWhere stories live. Discover now