El motor sonaba con un ronroneo fuerte y ensordecedor, era desagradable hasta cierto punto por culpa del humo y el eco que generaba al ser una calle amplia. Un silbido estremecedor y el motor carbónico junto el humo negro se detuvo, la mezcla de los dos motores se detuvo de la misma manera, la enorme maquinaría dejó de chirriar. Las vías oxidadas estaban a punto de estallar, pero aguantaron bien, al menos de momento. Del coche se bajaron dos personas, que iban acompañadas por otras tres que los esperaban a los pies del coche, posicionándose a sus laterales, pero dos pasos por detrás. Caminaron de forma orgullosa pero cínica. La maquinaria del tren rebufó, había silencio, el clima estaba árido y con la llegada del tren la temperatura aumentó gradualmente. Uno de los vagones de carga se abrieron, ¿recursos? No. Personas. Cuerpos se desplomaron sobre los tres que abrieron las puertas, y convulsionaron por el golpe. Lloros y lamentos resonaron con eco y los pocos débiles que se movían tenuemente fueron bajados, algunos con tropezones, otros tirados al suelo, y los condujeron por un camino hasta un patio inmenso de grava y arena, con los pies descalzos, las piedras afiladas empezaron a generar un camino de sangre y miseria...

- ¿Qué escribes?- alzó la cabeza, un uniforme negro, una marca latente, una mirada fulminante.

- Soy periodista.

Le quitó la libreta, y los ojos se movieron de lado a lado entre las líneas escritas de forma meticulosa, y eran estremecedoramente realistas y detalladas.

- ¿Eres futurista?

- Influenciado...- respondió neutral.

Le devolvió la libreta, fue un gesto brusco, parecía que iba a tirársela a la cara, pero se detuvo a pocos centímetros de la misma. Pudo tomarla de nuevo, y el sentimiento de adrenalina se empezó a calmar, el corazón acelerado indicaba el miedo que tenía en aquellos momentos, inspiró profundamente y siguió escaneando los rasgos contrarios.

- ¿Debo eliminar algo?- la cuestión de la censura era lo que más detestaba de su forma de expresarse.

- Debe analizarlo mi superior cuando termines la crónica.

- De acuerdo...- respondió.

El patio estaba lleno de ropa sucia, barro y sudor era lo más predominante, y el olor era intenso, zapatos fueron abandonados, y los cuerpos que cayeron de los tanques congestionados por cientos de almas no fueron tocados. El siguiente vagón fue abierto, y el procedimiento se repitió. No había forma cuantitativa de calcular el número de pertenencias que fueron abandonadas y que aquellos cuerpos, en su mayoría esqueléticos o frágiles fueron desnudados en pleno invierno: las varices, las cicatrices y las marcas de nacimiento fueron dejadas expuestas mientras sus cuerpos se cubrieron por pijamas a rayas grises y negros... Como presos de una guerra que no habían luchado.

El tren chirrió, un silbido hizo temblar a los pocos con vida. La maquinaria que tantas personas había devorado ahora estaba hambrienta por tomar más alimento... Las ruedas chirriaron sobre aquellas vías oxidadas y su camino inició una vez más, tal vez se dirigía hacia Milán, tal vez a Alemania. La temperatura seguía siendo árida y seca, era irónico que en pleno invierno tuvieran aquella temperatura. Aun así, el viento y la brisa invernal recordaba la estación en la que se encontraban.

Revisó su escrito, y se levantó de la silla en la cual, como una muñeca de exhibición, no había sido permitido acercarse a la situación, como periodista era una agresión y un insulto no permitirle hacer preguntas sin el riesgo de obtener un disparo en la nuca o en la frente debido a las altas sospechas de traición o espionaje. Sus pasos se movieron, rodeó su cuello con una bufanda. Su chaqueta abierta fue cerrada por una cremallera que resonó con amargura, dejando fuera la etiqueta que rodeaba su cuello e indicaba que no era un ajeno curioso, sino alguien importante, o al menos le habían hecho creer que era importante al mandarlo a tomar nota de todo lo que sucediera.

66.- Periodismo de guerra (Gay / Homosexual)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora