EPÍLOGO

620 87 3
                                    

Después del gran espectáculo de la fuente, nos reunimos con Gibbs en una isla situada en algún lugar remoto de la mar.

Era hora de finalizar esta aventura.

Solo quedaba un último eslabón:

-¡Gibbs, repugnante galápago extraviado! ¡Lo has conseguido! Exclamó el Capitán Sparrow.

-¡Sí! Contestó el marinero, esperando tumbado en un viejo árbol caído.

-Confío en que saquemos algún beneficio de nuestra empresa conjunta... Murmuré con una sonrisa ladina.

-Verlo por vosotros mismos, capitanes. Nos respondió señalando a una botella de cristal a su lado.

Dentro, se encontraba nuestro preciado navío: La Perla Negra.

Tanto mi esposo como yo nos miramos con una sonrisa para luego agacharnos a observar dicha recompensa.

-La brújula me llevó directo hasta ella. Nos aclaró Gibbs. Sin duda Jack había realizado su parte del plan a la perfección.

-¿Y los hombres que custodiaban el barco? Quise saber, refiriéndome a la tripulación del que fue el capitán Barba Negra.

-Empleé la maniobra que perfeccionamos en Nueva Guinea. Me contestó orgulloso.

-Interesante... Opinó mi Capitán.

Gibbs alzó de pronto un gran saco a rebosar de licor y tesoros. -Me pareció una lástima dejar ahí toda una flota...

-Sí.. una lástima. Mencionó mi esposo, levantándose y agarrando nuestro navío embotellado.

-Has hecho lo correcto, Gibbs... Yo hice lo mismo con las arcas de los españoles... No tardarán mucho en enterarse. Observé divertida al mismo tiempo que Jack miraba con detenimiento la botella.

-No soporto a ese mono... Masculló molesto.

-¿Qué vamos hacer con La Perla? ¿Sabéis como sacarlo de ahí? Inquirió el marinero.

Mi Capitán se giró hacia él y comenzó a enumerar con sus dedos. -Necesitamos una ballesta, un reloj de arena, tres cabras y uno de nosotros debe tocar la trompeta y otro hacer esto. Finalizó haciendo una gesto raro con sus manos.

-Sé quien tiene una cabra. Señaló Gibbs emocionado.

-Bien, yo se hacer esto. Dijo mi esposo, repitiendo aquel gesto y provocando que yo negara con la cabeza divertida.

Comencé a caminar al lado de Jack por la blanca arena, con la vista fija en el horizonte y siendo seguidos por Gibbs.

-¿Cuál es el siguiente rumbo? Quiso saber el marinero.

-Tortuga. Comentamos al unísono.

-Allí hay un par de pequeños marineros que nos esperan. Añadió mi Capitán sonriendo hacia mí y rodeando mi cintura con su mano libre.

Tras unos segundos, Gibbs volvió hablar:

-Tengo que preguntároslo... Lo teníais todo, incluido el favor de una sirena ¿Por qué no la aprovechasteis para aseguraros el vivir para siempre?

Mi esposo entrelazó nuestras manos antes de hablar. -Es cierto que la fuente te pone aprueba, Gibbs... pero es mejor no saber que instante será el último. Cada partícula del propio ser queda expuesta al misterio infinito de la existencia.

-Además, ¿quién dice que no vayamos a vivir para siempre? Comenté con una sonrisa.

-Nosotros no tenemos ni voz, ni voto, Gibbs. Volvió hablar Jack. -La vida de mi esposa, de mi familia y la mía propia, es la de un pirata... ¿Comprendes?

Piratas del Caribe: En Mareas MisteriosasWhere stories live. Discover now