RUMBO A SEGUIR

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-¿Está segura de que este es el rumbo a seguir? Me preguntó una vez más el molesto y amargado segundo a bordo. Ya había perdido la cuenta de las veces que había hecho tal pregunta a lo largo de la última semana de travesía.

-Que yo sepa, soy la única aquí que conoce las cartas de navegación de memoria y la única que lleva durante años navegando por estas aguas. Por supuesto que es el rumbo correcto, Spaniard. Repuse obvia y con las manos firmes en el timón.

Un marinero fue corriendo hacia nosotros. -¡Capitana! ¡Corsarios ingleses! ¡Se acercan y están preparando la artillería!

-Ignoradlos, no merecen nuestro más mínimo tiempo. Contesté con calma.

-¿Capitana? Dijo el marinero debido a su extrañeza. Todos los demás tripulantes nos observaban.

-Mantened la mirada al frente. La fuente es el premio, no lo olvidéis... Dije con seguridad haciendo que al fin obedecieran.

Los ingleses no se atrevieron a combatirnos, es más, quedaron rezagados. Permitiéndonos así tomar la delantera hacia nuestra primera parada: La Bahía de Cabo Blanco.

Al cabo de un rato revisando algunos mapas, regresé de mi camerino a cubierta. Encontrando a unos marineros asustadizos por el incierto de nuestro oscuro y maldito destino según muchos.

-¿Lo que cuentan es cierto? Oí como se preguntaban entre ellos.

-Dicen que esa bahía está llena de Sirenas: criaturas mandadas por el diablo con un hambre voraz de carne humana...

-Efectivamente. Afirmé a sus espaldas asustándoles. -Aguas de sirenas, ese es nuestro rumbo.

Rodé los ojos al ver sus rostros que reflejaban puro temor. Comencé a caminar enfrente de ellos mientras jugaba con una de mis dagas con una actitud pensativa.

-En mi opinión, son criaturas magníficas. Pero, claro... soy mujer y, por lo tanto, semejante a ellas, ¿verdad? Yo que vosotros me aferraría a vuestra alma... Dicen que es lo último que dejan... Murmuré con mi sonrisa de lado.

Borré aquel gesto y obtuve una expresión mucho más seria al detener mis pasos. -Si sois hombres hechos y derechos, cumpliréis ordenes y tomareis el rumbo que he marcado. Sino, más vale que todo aquel que sienta un mínimo de cobardía se lance por la borda antes de que mi daga dé de lleno en su pecho. Amenacé clavando dicha daga en uno de los mástiles próximos a ellos con fuerza. Los marineros tragaron saliva notoriamente y volvieron a sus tareas con rapidez.

Volví al timón encontrándome con la mirada inquisitiva del corsario español. -Para ser el imperio que nunca duerme, es curioso que cuenten con marineros que le tengan miedo a la oscuridad y a las profundidades del océano.

-Somos quienes somos por contar con la bendición de nuestro creador... Murmuró entre dientes con molestia.

-Oh, vuestro creador, claro... Mencioné sin eliminar mi sonrisa y jugando con mis anillos distraída. -Yo cuento con la bendición del mar, y le aseguro que es de lo más útil.

-Yo que usted... capitana... elegiría con más cuidado sus palabras. Podrían considerase como blasfemia o, incluso, herejía... Advirtió dando un paso hacia delante.

Al mismo tiempo yo me encontraba entretenida admirando mis brazos repletos de tatuajes. Entre ellos, un brújula fusionada con un ancla en mitad de mi antebrazo izquierdo.

Finalmente, levanté mi mirada hacia el español. -Dios no lo quiera... Le guiñé un ojo antes de alejarme para supervisar a la tripulación e ir en busca de alguna botella de buen vino ya que no eran precisamente expertos en Ron.

Piratas del Caribe: En Mareas MisteriosasWhere stories live. Discover now