CÁLICES

578 87 4
                                    

Tardamos un día entero de camino hasta llegar a la siguiente parada.

-El Santiago, famoso navío capitaneado por Ponce de León. Señalé admirando tal navío al borde de un empinado precipicio.

El corsario español y yo subimos al navío con cautela debido a las posibles trampas.

-Quedaos ahí. Debemos equilibrar el peso. Le advertí dejándole a la entrada a pesar de sus quejas.

El cadáver del ilustre pirata se encontraba rodeado por numerosos tesoros.

Por el camino, un par de collares de perlas y una pulsera de esmeraldas fueron a parar a mis bolsillos. -A la pequeña Sparrow le encantaran. Murmuré para mí misma.

Al llegar a la amplia cama, descubrí que el capitán pirata conservaba el cofre de los cálices de plata sobre sus manos.

Intercambié dicho cofre por un mapa que tenía próximo y que sabía que ayudaría a cierto Capitán a encontrar mi paradero muy pronto.

Seguido de esto, los cálices fueron a parar a mi poder tras ser suplantados por un par de rocas escogidas anteriormente en la cala.

-Ha sido un placer, Capitán. Me despedí del cuerpo antes de abandonar el lugar con una sonrisa triunfante.

-Son nuestros. Señalé al corsario nada más pisar la salida.

-Enseguida llegaremos a la fuente, lugar de obras profanas y herejías, pero antes, debemos volver al campamento que nuestros hombres han desplegado. Comentó igual de serio que de costumbre.

-Detrás de usted... Murmuré señalando el camino de vuelta con mi mano.

Tal y como había previsto, una vez llegada la noche, no tardaron en sonar las alarmas.

Unos intrusos se habían intentado colar en el campamento.

Era el momento.

No pude evitar reír mientras el corsario me contaba la historia.

-A ver si lo he comprendido... ¿Habéis dejado que dos piratas se cuelen sin levantar las alarmas hasta que ya os habían robado los cálices? Mencioné con mi sonrisa ladina. -A eso le llamo yo ser unos completos inútiles. Iré hablar con ellos y les sonsacaré información ya que no hay nadie más capaz de hacer lo mínimo.

Me adentré en la vegetación para hacerles una pequeña visita a los prisioneros.

-Hace una noche preciosa... ¿no creéis, capitanes?

-No tan preciosa como tú, amor. Confesó mi esposo, quien estaba atado a un árbol y sentado en la fría hierba.

-Creía que nuestro plan había quedado lo suficiente claro en Londres, mi Capitán. Mencioné jugando con mis dagas.

-Ha habido un par de imprevistos... Respondió mirando fijamente como avanzaba y me agachaba para estar a escasos centímetros suya.

-Eso ya lo veo... Murmuré sobre sus labios antes de fusionarlos con los suyos profundamente al mismo tiempo que desataba sus cuerdas.

Un sonido de desaprobación me hizo mirar al otro prisionero con molestia. -Vaya, vaya el capitán Barbosa. Cuanto tiempo... Mencioné. -Aunque, sino me equivoco, ahora has adquirido otro nombre, hombre de una sola pierna...

-Sí... ahora soy corsario del mismísimo Rey Jorge. Me hizo saber con la cabeza alto, como si fuera algo de lo que sentirse orgulloso.

-Más bien, yo lo definiría como: comprado por una insignificante y cochambrosa peluca. Dije apoyando mi mano sobre el hombro de mi capitán. -Siervo del rey... ¿en serio, Héctor? Qué deprimente...

-Por lo que veo, no soy el único al mando de un rey... Repuso.

-La diferencia es, que yo nunca olvidaré mi objetivo y mi lugar como capitana. Si la Perla se hubiera hundido como es debido, estarías al fondo del océano. Señalé con rabia.

Mi esposo entrelazó nuestras manos para calmarme. -Vamos, Héctor. Ninguno de los dos nos creemos esa fachada. Lo que quieres es venganza.

-Daría mi brazo izquierdo por clavarle el filo de mi espada envenenada a Barba Negra. Confesó finalmente.

-No pensamos impedírtelo. Aseguró mi Capitán antes de dejar un beso en mi anillo en forma de serpiente.

Me levanté tras asegurarme de que mi esposo había guardado los cálices que le acababa de entregar durante la entretenida conversación.

-Tenéis suerte de que esta tripulación sean unos cuantos ineptos. Aún así, superan a esos corsarios ingles. No te ofendas. Aunque tampoco es que me importe si lo hicieras. Comenté hacia Barbosa. -Nos vemos en la fuente, capitanes.

Piratas del Caribe: En Mareas MisteriosasWhere stories live. Discover now