COMO APROBE LA ASIGNATURA DE GIMNACIA

189 32 1
                                    




Estudiar sí, correr no. Para qué vamos a engañarnos, soy vago en ese aspecto y por mucho que me esforzara en gimnasia, nunca superaba las pruebas físicas. Jeff, mi profesor, sabía que yo tenía muchas posibilidades de ser algo en la vida gracias a mi esfuerzo en los estudios, pero aun así y, aunque le diera pena, si no aprobaba su puñetera asignatura no había nada que hacer. Hablé con él para intentar darle una solución a mi problema y llegamos a la conclusión de que lo mejor sería un preparador físico que me ayudara por las tardes.

—Yo lo haré encantado, Ta, siempre y cuando te esfuerces y pongas interés.
Acepté emocionado. Sobre todo por no gastarme el pastizal que costaba un entrenador personal.

Llegamos al acuerdo de vernos aquella misma tarde en el gimnasio de la facultad a las cinco, hora a la que ya no rondaba casi nadie por allí y en la que no molestaríamos.
Comenzamos con las pruebas: flexibilidad, fuerza, resistencia y velocidad.

Corría una mierda y aguantaba otra más grande. Había quedado claro que el trabajo físico no era lo mío, se tratara de lo que se tratase. Por suerte para mí, y para no hacer un ridículo enorme, la flexibilidad siempre se me había dado genial.

Jeff parecía estar pasándolo bien. Me miraba divertido apoyado en la pared. Lo observé con detenimiento, más de lo que lo había hecho otras veces mientras cuchicheaba sobre él junto a mis compañeros. Era atractivo. Tendría unos veinte y tantos o treinta años, pelo oscuro, ojos negros, labios carnosos y mucho más alto que yo. Vestía un chándal de color naranja fluorescente con adornos negros que resaltaban su tono de piel blanca. De su cuello colgaba un silbato plateado y yo sonreí al imaginar las cosas que podría hacer con ese aparatito suyo.

Me estaba poniendo cachondo de pensar en aquello, aunque con el tiempo que llevaba sin catar a un hombre, cualquiera con un poco de atención y algo de morbo conseguiría ponerme. Jeff pareció leerme el pensamiento y quiso disolverlo.

—Ta, ¡vamos! Enséñame eso que sabes hacer. Me apoyé en la pared completamente recto.

—Me tienes que ayudar —informé—. Con tu rodilla aprieta mi pierna derecha e inmovilízala, y con tu mano sujeta mi pierna izquierda y súbela todo lo que puedas.

Se acercó a mí, colocó la rodilla sobre la mía, aprisionándola, y comenzó a subir la otra pierna.

—Sin miedo —dije al ver que lo hacía tan despacio que parecía estar compuesta de moléculas de cristal.

La subió con un poco más de agilidad y la pegó a la pared dejándome completamente abierto de piernas y su cuerpo pegado al mío. Se quedó mirándome a los ojos con sorpresa y, antes de que hiciera un comentario que me alabara, atrapé el silbato que colgaba en su cuello y lo metí en mi boca. Tiré de él con mis dientes, consiguiendo que el profesor se acercara un poco más a mi cara, y cuando lo tuve a apenas unos centímetros, en silencio e impresionado, chupé aquel aparatito frío de sabor a hojalata. Un breve pii salió emitido y él pareció escapar de su hipnotismo.

—Jeff, baja que duele —le pedí con una sonrisa divertida al darme cuenta de que comenzaba a ejercer demasiada fuerza en mi pierna.

La soltó como si le quemara la mano y se apartó de mí unos metros, disimulando hacer otras cosas. Bien, comenzaba a fijarse en mí, y aquello me alegraba, porque claro, era muy difícil aprobar una asignatura completa haciendo solo uso de la elasticidad. Aunque si sabía aprovecharla bien…

Fui a beber agua mientras lo dejaba recomponerse levemente y no asustarle, pero tampoco podía tirar por la borda el efecto que acababa de causar en él. Al soltar la botella, me agaché completamente dejando el culo ante sus ojos, que, aunque no los viera, los notaba fijos en mí. Los pantalones deportivos cortitos que llevaba dejaban poco a la imaginación en aquella postura tan sugerente y, al parecer, fue efectivo, pues, por el rostro de mi profesor, que parecía comenzar a quedarse sin aire, me quedó claro que algo provocaba en él.


Coloqué un banco en mitad del pabellón y me tendí bocarriba sobre él, para continuar con la prueba. Abrí mis piernas hacia los lados todo lo que me fue posible y llamé a Jeff para que me ayudase. Se acercó con recelo, pero finalmente me permitió colocar sus manos en la cara interna de mis muslos, donde apretó para abrirlas completamente.

—Joder, ¡pareces un chicle! —exclamó sin soltarme.

No lo pensé, atrapé sus manos con las mías y las conduje sin esfuerzo a través de mis muslos hasta llegar a mi parte más íntima. Jeff me miró sin moverlas un ápice, quizás asustado de lo que pudiese pasar.

—Ta, ¿qué haces?
Y Ta decidió ir a por todas, porque era en ese momento o nunca.

—Estoy húmedo —murmuré pasando sus manos por encima de mi bulto para que comprobase que no mentía—. Por favor, ayúdeme a quitarme esta calentura. Prometo que no saldrá de aquí, no se enterará nadie.

Noté cómo se dejaba llevar mirando mis labios que vocalizaban con calma. Probablemente una voz interna lo hacía luchar contra sus ganas, pero sabía que provocándolo un poco más con la mirada y los labios entreabiertos, sucumbiría a mis encantos. Y así fue, el profesor no se controló ni un poco más. Comenzó a tocar mi pene a través de los finos pantalones, consiguiendo que mi humedad creciera.

Bajo un poco mis pantalones. Se quedó pasmado, observando mi pene con una mezcla de excitación y miedo por lo que estaba ocurriendo.

—Hágalo —le pedí—. Chúpelo.
Me miró una última vez, indeciso, y después comenzó a descender hasta llegar a él y pasar su lengua una sola vez con parsimonia.

—Debería limpiar toda la humedad —continué provocando—. El pecado ya está hecho, ahora disfrútelo hasta el final.

Su lengua se avivó ante mis palabras y, como un animal en celo, se permitió dar rienda suelta y chuparme de manera completa, pasando su lengua por todo mi pene llegando a mi agujero metiendo un poco su lengua…
—No chilles, podría rondar alguien por aquí —me alertó sin parar de lamer.


Tapé mi boca con mi mano para que mis gemidos se escuchasen menos. Sobre todo cuando introdujo casi todos los dedos de su mano en mi culo, haciéndome correr de manera inmediata.

Cuando lo hubo conseguido, se apartó de nuevo de mí como si quemase, como si se hubiera estampado contra la realidad.


«Sí, Jeff, le estabas comiendo  el pene a un alumno», pensé.
—¿Contento? —me preguntó—. ¿Se te ha pasado la calentura? Sonreí.
—Algo tendremos que hacer con eso, ¿no? —Señalé el bulto que se escondía bajo su pantalón deportivo—. Follarme a cuatro patas sobre este banco, por ejemplo.

Creí que convencerle me costaría más, pero no fue así. Jeff se acercó de una zancada, me atrapó por el pelo y me hincó de rodillas delante de él, delante de su gran bulto.

—¿Quieres jugar? Está bien, juguemos.
Con furia acercó mi cara a su pene cubierto, y yo, disfrutando demasiado de aquel espectáculo, le lamí con ansias sobre el chándal, dejando en él un reguero de babas que se marcaban en la tela. Sin poder esperar más, bajé el pantalón, intentando liberar su miembro, que chocó contra mi mentón de manera brusca al salir disparado de los calzones que lo apresaban.


Aquel gesto pareció excitarlo demasiado, pues atrapó su polla y me golpeó varias veces sobre la mejilla con ella. Cansado de jugar o impaciente por sentir placer tal vez, me obligó a abrir la boca y se incrustó en ella de una estocada. Chupé y chupé ayudándome de mi mano para masturbarle y del impulso que él me proporcionaba aprisionando mi cabeza hasta que me apartó para no correrse.


Me situó en pie frente al banco, de espaldas a él. Apoyé mis manos sobre la madera, con las piernas totalmente juntas y cerradas. Bajó mi pantalón y me penetró. Unas cuantas embestidas rápidas que no me dieron tiempo a disfrutar apenas. Sabía que se iba a correr y, antes de que aquello terminase de manera precoz, me levanté de un movimiento y me puse frente a él.

—¿Cómo aprobó la asignatura de resistencia, profesor? Veo que tiene poca.

Aquello pareció hacerle gracia. Sonrió mientras con sus manos, haciéndome andar de espaldas, me llevaba a la pared donde le había demostrado mi ejercicio de flexibilidad.

—No lo recuerdo, pero vamos a comprobar cómo apruebas tú la de flexibilidad.

Repitió el procedimiento anterior; apoyada en la pared subió mi pierna hasta arriba y la otra la dejó abajo. Y así me folló, consiguiendo, ahora sí, que me corriera y dejándome evidenciar con gemidos mi placer. Él también gruñó cuando se corrió, sacando su polla de mi interior y derramando su semen caliente en mi pierna.

—Tienes aprobada flexibilidad, pero todavía te quedan algunos entrenamientos para poder superar las otras restantes —dijo con malicia, pegado a mi cuerpo y besándome.
—Usted tiene aprobada velocidad, pero aún le falta resistencia —le espeté cogiendo el silbato de su cuello y metiéndolo en mi boca sensualmente mientras le miraba a los ojos.
—Como vuelvas a hacer eso, te follo de nuevo —amenazó.

Atrapé el cacharrito y lo volví a hacer, tentando a la suerte.



NOTAS DE LA AUTORA
Lo siento mucho por no publicar ayer

17 Orgasmos (ONE SHOT) - (Adaptada) (Por Becha) (JEFFTA)(FINALIZADO)Where stories live. Discover now