EL HIJO DE MI SOCIO

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Observaba cómo su pelo mojado brillaba al sol dejando caer pequeñas gotas sobre su torso desnudo y marcado Aquello, de ante mano, hizo que un calambre se instalara en mi entrepierna.

Se encontraba al borde de la piscina, con los brazos cruzados y apoyados en el filo. Los ojos, los cuales no podía ver pero ya me conocía bien, supuse que los tenía cerrados mientras disfrutaba de la armonía de aquella solitaria piscina. Era una lástima no poder obsequiarme con ese color negro que deslumbraba su mirada cada día. Aun así, me deleitaba con sus magníficas curvas que seguían dándome la espalda, quizá, no conocedoras aún de mi presencia.


Conocí a Ta en la primera reunión con su padre, con el que meses más tarde hice negocios convirtiéndonos en socios, a día de hoy inseparables. Recuerdo aquella primera cena como algo espectacular.

Si les soy sincero, para casi nadie —por no decir nadie— a quien se lo cuente, le parecerá como tal. Porque no pasó nada, absolutamente nada. Aquella sensación solo la viví yo, que me dejé desconcentrar durante toda la comida incluso sin Ta ser consciente. ¿Cómo iba a serlo? Por aquel entonces, Ta tenía unos dieciocho años y yo veintisiete, era muy mayor para el y, según su progenitor, muy joven para hacer negocios con él. Aun así, me arriesgué a ofrecerle mis ideas, aquellas que seis meses después triunfaron.


Lo miré durante mucho tiempo, demasiado. Su sonrisa tímida cada vez que me pillaba observándolo y su cabeza gacha, fueron lo que me hicieron llegar aquella noche a casa y hacerme una de las mejores pajas que mi pene había probado. ta no pasó desapercibido para mí, pero yo tampoco para el, aunque su delicadeza y timidez me quisieran decir lo contrario. Aquel muchacho me miraba con las mejillas encendidas mientras refregaba sus mulos bajo la mesa. A día de hoy, viviendo lo que viví con ta en la piscina, me pregunto si estaban encendidas de vergüenza o del calentón que llevaba encima.
Volvamos a lo que iba: el día de la piscina.


Yo observaba aquel chiquillo que lucía más que bien la mayoría de edad recién estrenada. ta me ignoraba, como de costumbre, o quizá, simplemente no sabía que me encontraba allí. Me acababa de meter al agua con un licor de hierbas para lograr una buena digestión después de una gran comida de negocios-amistad con los padres de Ta. Estábamos en su casa, en su terreno y con sus padres dentro del chalet. Mi pene, a el que todo eso le daba igual, estaba totalmente erecto, deseando llegar a casa o quedar con cualquier chico para desfogar lo que Ta, como siempre inconscientemente con su inocencia y timidez, provocaba.
Nunca le di a entender mis intenciones, nunca salieron a flote mis fantasías ni le conté que me lo follaría de todas las posturas habidas y por haber. Jamás fue conocedor de mis pajas pensando en el, pero de igual manera, entre nosotros siempre hubo algo existente, aunque prácticamente inapreciable para cualquier ojo humano que no fuera el nuestro.


¿Qué me impulsó a hacer lo que hice? Pues no lo sé. Quizá la excitación, quizá su pantalón negro, pegado, translúcido… o la razón, que se me congeló a la par de aquel licor de hierbas. Porque el era una niño y yo estaba metido ya en mis treinta  años… Además, su padre me mataría si intuyera mis intenciones con su pequeño.


Me arriesgué, necesitando acercarme a el y, tras dar un sorbo al licor que caló profundo en mis entrañas, sigilosamente me acerqué a al niño de pantaloncitos negros. No se movió ni dijo una palabra. Sé que había notado mi presencia, pero no le incomodó. Seguía apoyada en el bordillo de la misma postura en la que la había observado más de media hora. Me pegué con cautela a su culo mientras lo sujetaba por la cintura desde atrás de manera suave, para ver su reacción. Mi polla rozó sus nalgas, arrancando un gemido de mi garganta que acallé por reparo. Muchos chicos y chicas habían caído rendidos ante mí, muchos…, pero ninguno me hacía sentir lo que el contacto de Ta conseguía. Y ta, en cambio, no hizo nada. Ni para bien, ni para mal: nada. Así que seguí con mi danza mientras mis manos recorrían de arriba abajo el contorno de su cuerpo, mojado por algunos lados, secos por otros debido al sol. Siguió sin reaccionar y me atreví a más.


Tras mirar hacia todos lados y asegurarme que nadie nos veía, restregué mi polla por su culo haciendo que, lentamente, para que el lo inclinara hacia atrás para darme una muy buena posición de ese trasero redondo y perfecto. Tras observar de nuevo a mi alrededor, cogí aire en mis pulmones y me agaché bajo el agua. Ya sumergido, baje sus pantalones negros y saboreé su delicioso y apretado agujero. No sé si gemía, yo al menos desde mi posición no lo escuchaba, pero restregaba su culo por mi cara y se inclinaba hacia abajo en busca de más profundidad por parte de mi lengua, la que invadió su interior enérgicamente todo lo que pudo.
Salí medio asfixiado y más caliente que nunca. Que no me hablara ni hiciera ningún gesto de interés ante lo que yo le proporcionaba y, aun así se dejara hacer, me estaba matando. A mí y al bulto que quería ser liberado de aquel pequeño y atosigador bañador.


No podía más. Notaba mi falo palpitar, mi respiración agitada y unas ganas enormes de sentir cómo su zona apretada complacía a la mía. Giré a Ta hasta tenerlo frente a mí y agarré su trasero para subirlo alrededor de mi cintura.


—Mírame, Ta —exigí, sin éxito. Aquel muchacho giraba la cara hacia un lado para no encontrarse con mis ojos—. Joder, mírame —volví a ordenarle, esta vez sujetando su mentón y volteando su cara para que lo hiciera. Un gemido salió de sus gruesos labios al hacer aquel gesto y fue el detonante para acabar con aquello que tantos meses me había torturado.


Sus ojos me miraron por fin y durante toda la función. Aquel negro se intensificó, dejando atrás todo rastro de lo dulce, inocente y tímido hijo de mi socio.


Le saque los pantalones y agarré su trasero para subirlo alrededor de mi cintura lo embestí sin miramiento alguno. El jadeo que su garganta exteriorizó hizo que casi lo partiera por dentro a embestidas.
No me podía controlar. No me quería controlar.


Por fin lo tenía. Por fin era mío, aunque solo fuera un rato, un momento, un desahogo. Apoyé mi frente en la suya y con una mano tapé sus dulces labios para que no emitiera sonido alguno. Aquello lo excitó bastante, puesto que noté cómo su interior atrapaba mi miembro, succionándolo y haciéndome morir de placer.


Tuve que controlarme demasiado para no correrme en su interior. ta, en cambio, lo hizo. Se corrió echando la cabeza hacia atrás en el bordillo y gritando inútilmente sobre mi mano que silenciaban aquellos deliciosos gemidos.


Conseguido mi objetivo de hacerlo disfrutar, salí de su interior y me derramé en la misma agua que, minutos más tarde, mi socio allanó con su vaso en la mano para hacernos compañía.

17 Orgasmos (ONE SHOT) - (Adaptada) (Por Becha) (JEFFTA)(FINALIZADO)Where stories live. Discover now