4

918 100 14
                                    

Regresar a Múnich me colma de alegría.
Joder, soy alemán y vuelvo a mi
tierra. Soy peor que un niño. Necesito mis
rutinas.
Ver a Bam y camaron llena de
felicidad a Min. A mí me llenan de
babas. No hay día que estos jodidos
bichejos no me manchen, pero no
importa, estoy feliz de verlos.
Encantado, Jimin besa a Jeen y a
Victor, que ya se han acostumbrado a
sus besos y a sus cariños. Aunque el
no dice nada, sé cuánto añora mi
pequeño a su familia. Lo sé.
No obstante, nuestra vida está en
Múnich y, al llegar, sé que he de
centrarme en mil temas empresariales.
Jeon me necesita al frente, y cada día
soy consciente de que me implico más
con la empresa.
Juan se quedó en España,
pero, por suerte, la presencia de
Lluvia y de Beto suaviza la vuelta a
la realidad, y eso me ayuda. Al menos,
Min está entretenido, y creo que no se da
cuenta de mis largas ausencias por tener
que estar en la empresa. Cuando el,
Lluvia y Jeen ven su novela, desconectan de todo. ¿Qué
tendrán esos culebrones que les gustan
tanto a los omegas?
Durante el día atiendo a Jeon,
por las tardes disfruto de la familia y las
noches las dedico a mi omega y a que
el lo pase bien.
Esta noche vamos al Jokers a cenar
los cuatro, al restaurante del padre de
Tae. Al final se nos han unido Mina,
Nam y Tae, junto a su última
conquista, una guapa y sexi presentadora
de la CNN llamada Agneta, que a los
diez minutos compruebo que es
insoportable, y me doy cuenta de que
Min piensa lo mismo que yo.
¿En serio me gustaba antes ese tipo
de omega?
Tae, que es tan observador como
yo, se percata también de cómo Min mira
a Agneta, y en un momento dado,
acercándose a mí, cuchichea:
—No tienen nada que ver,
¿verdad?
Sonrío. Sé de lo que habla:
mientras uno disfruta comiendo, la otra
sólo pone cara de asco.
—Absolutamente nada —aseguro.
Tae sonríe y comenta al oír una
broma de mi amor:
—los omegas como Jimin son
especiales.
Asiento, estoy convencido, y,
mirando a mi amigo, matizo:
—Y, por suerte, el es mi omega.
Según digo eso, Tae vuelve a
sonreír, y Beto, que nos ha oído,
murmura:
—Tu conquista, Tae, como
decimos en mi país, ¡se siente bordada a
mano! Acto seguido, él y yo lo miramos
sin entender.
—¿Qué quieres decir con eso? —
pregunta Nam divertido.
Beto resopla. La cena no está
siendo fácil para él, por Lluvia, y,
señalando a Agneta, que mira con gesto
indescifrable cómo los omegas comen
con ganas, explica:
—Mírala, se siente divina,
especial, única.
Los cuatro miramos a Agneta, y
debo darle la razón.
Esa omega rubia es una belleza.
Cuerpazo. Alta. Piernas largas. Cara
preciosa. Pelo sensual. Pero, ahora que
el amor ha llegado a mi vida, entiendo
que la belleza exterior no lo es todo, e
indico:—
Ella es lo que a Tae le gusta,
¿verdad?
Mi amigo asiente, sonríe y
cuchichea:
—Sexo sin complicaciones. No
busco más.
Eso hace reír a Beto. Por fin
sonríe, y de pronto soy consciente de lo
mucho que ellos se pierden, como me lo
perdía yo antes al no querer abrir mi
corazón al amor. No obstante, no digo
nada. Nunca he sido hombre de dar
consejos, y menos de amor. Nam calla
también. Está claro que en temas de
corazón los hombres preferimos no abrir
la boca.
Durante el resto de la cena, los omegas, excepto Agneta, que sigue
creyéndose «bordada», se divierten,
comen y disfrutan del momento. Sin
duda Mina, Min y Lluvia juntos son
una bomba de relojería, pero entonces a
la última noto que se le va un pelín la
mano con la cerveza Löwenbräu.
Joder con Lluvia, cómo se bebe
las cervezas.
Como ella dice, le encanta la
cerveza de los leones, y nos quedamos
sorprendidos cuando de pronto, ante
algo que Beto dice, ella suelta:
—Mala estoy de ver que no quieres
nada conmigo, cuando sería padrísimo
que jugáramos juntos en tu habitación
del placer.
Todos nos miramos asombrados.
¿Hemos oído bien?
¿Lluvia sabe de la existencia de
esa habitación?
Beto me mira. Yo miro a Jimin.
Mi omega parpadea inocentemente,
cuando Lluvia, del todo desinhibida
por las cervecitas, se acerca a un
descolocado Beto y, sin pensarlo, le
da tal beso que hasta yo mismo siento
cómo el suelo se mueve bajo mis pies.
¡Joder con Lluvia!
Sin hablar, somos testigos de la
pasión que la chilena le pone al
momento, y cuando ella decide dar por
finalizado el beso, mira a un ojiplático
Beto y cuchichea:
—Me refiero a esto, cielito lindo.
Quiero dejar de jugar con otros para
hacerlo contigo.
Bueno..., bueno..., bueno...
¡Esto se pone interesante!
Beto procesa lo ocurrido. Está
muy confundido, y pregunta furioso:
—Pero, por el amor de Dios, ¿con
quién juegas tú?
¿Juega?
¿Ella juega?
Miro a Min y su sonrisita me indica
que sabe más de lo que me ha contado; a
continuación, la bebedora de cervezas
de leones suelta:
—Con mis amigos.
—Y muy bien que hace —afirma
Mina divertida.
Jimin deja escapar una carcajada.
Uy..., uy..., esa risa. ¡Qué peligro!
Beto echa humo no sólo por las
orejas y, viendo el cariz que está
adquiriendo la cosa, decido tomar las
riendas de la situación. O hago algo, o
aquí se lía parda. Por ello,
levantándome de la silla, digo:
—Es tarde, creo que será mejor
que regresemos a casa.
Dejando atrás a Min y a Lluvia,
que ríen, animo a salir a Beto del
restaurante, lo necesita, mientras el resto
se despiden del padre de Tae.
Beto está confundido, furioso y
enfadado a partes iguales, y cuando
Tae se une a nosotros, nos pregunta
sorprendido:
—Pero ¿qué ha ocurrido ahí
dentro?
Beto no contesta. Yo lo miro con
cara de circunstancias y Tae, al que
sólo le han bastado un par de días para
percatarse de lo que le sucede al
mexicano, cuchichea:
—¿A qué estás esperando para
atacar?
Beto maldice, lo mira y
sentencia:
—¡Déjate de tonterías, Tae!
—Pero...
—No quiero algo que pueda
hacerme daño —lo corta.
Sus palabras, su rabia y su
impotencia me frustran. Mi amigo
merece ser feliz, y murmuro:
—Beto...
Pero él me hace callar con un
movimiento de la cabeza. No quiere
hablar. Se niega.
Instantes después, el resto del
grupo sale del local y, tras ayudar a
Beto a subir al coche, Tae y yo nos
miramos, y éste, aunque yo niego con la
cabeza para que cierre la boca,
pregunta:
—Entonces ¿esa preciosidad está
libre? ¡Joder con Tae!
Sin embargo, al intercambiar una
mirada con él, evito sonreír. Sólo lo está
haciendo para presionarlo.
— To ta l me nt e l i b r e —afirma
Beto.
Tae asiente. Yo lo miro. Nos
entendemos.
Segundos después, cuando todos se
acercan a nosotros, comienzo a plegar la
silla de ruedas de mi amigo mientras el
grupo se despide y con el rabillo del ojo
veo a Agneta dirigirse hacia el
deportivo de Tae sin ni siquiera decir
adiós.
¡Menuda imbécil!
Mina y Nam, tras varios
besuqueos, se marchan y, antes de
meternos en el coche, Tae mira a
Lluvia e indica chapurreando en
español las cuatro palabras que sabe,
consciente de que Beto lo oye:
—Ha sido un placer, y lo de la
cena sigue en pie. Mañana hablamos.
¡Qué cabronazo!
Intento no sonreír, y más cuando
oigo a Beto resoplar.
Instantes después, el guaperas de
mi amigo les da un beso a mi omega y a
Lluvia y se marcha con una mirada
divertida hacia su deportivo, donde lo
espera la «bordada a mano».
En silencio conduzco por Múnich
en dirección a nuestra casa, mientras
Beto, a mi lado, mira al frente. Por el
retrovisor observo cómo Min y Lluvia
cuchichean, y rápidamente oigo que a la
conquista de Tae mi omega la ha
apodado Foski.
Sonrío. Jimin y sus extraños
nombrecitos.
* * *
Una vez que llegamos a casa y
saludamos a los cachorros, que
como siempre se alegran de vernos,
Beto se va a su habitación ceñudo y
Lluvia a la suya con una sonrisa.
¡Vaya dos!
Miro a mi omega, que me contempla
con cara de «yo no sé nada», y pregunto:
—¿Por qué eres tan travieso,
pequeño?
Entre risas y confidencias, acabo
cogiéndolo en brazos y llevándolo a
nuestra habitación. En cuanto cierro la
puerta, Min, al que la cerveza de los
leones también se le ha subido un
poquito, clava sus preciosos ojos negros
en mí y murmura:
—¿Qué tal si jugamos un ratito tú y
yo a lo loco?
Me encanta ese «a lo loco».
Sonrío. No lo puedo remediar,
porque sé lo que significa esa petición.
Mi amor, mi loco y fascinante
amor, me pide sexo fuerte unido a
palabras subidas de tono, y asiento
encantado. De inmediato, dando un paso
hacia el, entro en nuestro juego y lo
beso cogiéndolo en brazos.
Su boca...
Sus labios...
Su sabor...
Eso tan nuestro, tan único, tan
exclusivo y tan privado que sólo
disfrutamos nosotros porque así lo
hemos decidido, me vuelve loco, y
cuando el aprieta la pelvis contra mi
ya dura erección, el beso acaba, y
pregunto con voz seductora:
—¿Quieres follar?
Min asiente. Me vuelve loco esa
mirada de vicio, y tomo aire. Lo voy a
necesitar.
Segundos después, cuando casi
toda nuestra ropa ha volado por la
habitación, el me mira, se acerca a mí,
y lo paro.
—No tan deprisa, pequeño.
Impaciente. Está impaciente, y
frunciendo el cejo pregunta:
—Pero ¿qué te pasa?
Me gusta su deseo. Adoro su
excitación. Y, queriendo hacerlo rabiar,
indico:—
Quiero que me digas, paso por
paso, qué es lo que quieres que ocurra a
partir de este instante.
Su gesto de sorpresa me hace
sonreír, e insisto:
—Vamos..., dime, pequeño.
Min por fin sonríe, adoro esa
sonrisita de malota, y mirándome suelta:
—Quiero follar.
—¿Cómo?
Noto su ansiedad. Si hay algo que
no puede disimular es eso. Veo cómo
mira mi duro y erecto pene ansioso de él
y prosigue con ese maravilloso descaro:
—Deseo que me tumbes en la
cama, ates mis manos al cabecero y me
rompas las bragas. Luego tienes que
masturbarme mientras me ordenas y
exiges que separe las piernas para ti.
Posteriormente quiero saborearte.
Quiero tu pene en mi boca y, una vez que
acabe con él, exijo que mi empotrador
me folle, me haga gritar, jadear y chillar
de placer.
¡Madre mía!
Según dice eso, tengo que hacer
grandes esfuerzos por no correrme ahí
mismo. Me encanta sentirlo del todo
desinhibido en lo que al sexo conmigo
se refiere. La comunicación es necesaria
en una pareja en todos los ámbitos,
incluido el sexo. Sin comunicación, sin
sinceridad, sin complicidad, nada es
igual. Me costó conseguirlo en un
principio, pero ahora el lo disfruta,
creo, más que yo.
—Me gusta ver que eres capaz de
pedir lo que quieres —susurro—. Me
gusta mucho.
Min se mueve, está nervioso, y,
mirando un sillón que tenemos en el
dormitorio, rápidamente coge una
corbata mía y, suspirando, insiste
tendiéndomela:
—Y lo deseo ¡ya!
No puedo esperar más.
Lo cojo de la mano y lo tumbo en la
cama.
Sin hablar, sólo acompañados por
la excitación y el morbo del momento,
agarro sus manos y, tras atarlas con mi
corbata, termino el nudo en el cabecero
de la cama.
¡Tentación!
Mi omega es pura tentación.
Beso su boca. Cargo nuestro beso
con pasión, locura y deseo, y lo termino
con un caliente mordisquito.
Mi pequeño jadea y, cuando
nuestras miradas se encuentran, agarro
la fina tela de sus braguitas y, de un
tirón, las desgarro.
¡Sí!
El sonido de la tela al romperse
nos sofoca a los dos y, cuando pongo la
palma de mi mano sobre su caliente
vagina, murmuro al ver ese tatuaje que
es tan especial para nosotros:
—Pídeme lo que quieras.
Tiembla. Lo noto vibrar ante mi
mirada, mi tacto, mis palabras, y,
satisfecho, susurro:
—Atado y bragas rotas..., ¿qué era
lo siguiente?
La respiración de Min se acelera.
Le gusta que cumpla sus deseos y,
antes de que pueda hablar, lo beso de
nuevo. Beso esa boca que tan loco me
vuelve.
¡Locura!
Atado al cabecero y tumbado sobre
la cama con la ropa interior rota, me
hace sentir poderoso, por lo que, dentro
del caliente juego, pido:
—Abre las piernas.
El lo hace. Le excita que se lo
pida, lo sé, e insisto:
—Más...
Sus muslos temblorosos se separan
poco a poco. Juega conmigo, me tienta.
Y cuando queda expuesto ante mí su
preciosa joya caliente y húmeda, sonrío,
sonrío como un lobo hambriento, y
susurro:
—Fascinante.
Mi amor jadea. Mueve la cadera
nervioso y, mirándolo a los ojos, soy yo
ahora el que exige:
—Dime qué tocaba ahora.
La respiración de Min está tan
acelerada como la mía cuando pide:
—Mastúrbame...
No tardo ni dos segundos en
introducir un dedo en el mientras me
muerdo el labio.
Joder..., qué maravilla.
Su calor interior me embriaga, me
grita a su manera que ya estoy en casa, y
mientras lo toco pregunto:
—¿Así?
Entregado al momento, Min se
revuelve en la cama. Disfruta, jadea,
chilla.
Lo que le hago le gusta tanto como
me gusta a mí hacérselo. Y disfruta,
disfruta sólo para mí.
Esto que está pasando, de lo que
estamos gozando, es nuestro juego. Un
juego consensuado por los dos que yo no
disfrutaría si el no lo saboreara.
¡Ardor!
Las acometidas con mi dedo se
aceleran tanto como sus grititos y sus
espasmos.
Mi amor es pura furia, pura vida,
puro calor, y yo siento que voy a
explotar. Pero no paro, no debo, no
quiero. Deseo que mi pequeño disfrute
del momento como un loco, hasta que un
espasmo de su cuerpo me hace saber que
he de cambiar. Entonces, saco el dedo
de su entrada y me lo chupo ante su
mirada vidriosa, y el pide:
—Cómeme.
Encantado, lo hago. Adoro el sabor
de su sexo.
Su olor a fogosidad me vuelve
loco, y al ver esos preciosos ojos
brillantes por la exaltación, meto la
cabeza entre sus piernas y, sacando la
lengua, la paseo por ese tatuaje con
frenesí para acabar como el ha pedido,
comiéndomelo.
¡Sabroso!
Con gusto, lamo, mordisqueo,
chupo y jugueteo con el, mientras
siento cómo su suculento clítoris, ese
maravilloso botón del placer, crece para
mí. Sólo para mí.
Min tiembla. Se entrega totalmente a
mí y a nuestro caliente juego.
El delirio se apodera de el y me
pide, me ruega, me exige que no pare, y
no paro.
Por suerte, esta noche Mike no está
en casa. Como nosotros salíamos, se ha
ido a dormir con mi madre, por lo que
podemos gritar y disfrutar sin pensar en
nada más. Sólo en ella y en mí.
Que nos oigan Lluvia o Beto
nos trae sin cuidado. Sólo nos importa
disfrutar de nuestro juego, de nuestro
momento y de nuestra unión.
Tras un grito acompañado de
temblores, Jimin me hace saber que se
ha corrido. Lo miro y el sonríe con la
respiración entrecortada. Yo sonrío
también, y mi incansable omega abre la
boca. No necesitamos hablar. En
silencio, nos entendemos, y, sin
desatarlo, me siento con cuidado sobre
el e introduzco en su boca lo que me
pide.
Complacido, observo cómo el
dueño de mi vida y de mi deseo disfruta
lamiendo mi pene. Sus chupeteos y el
empeño que pone en lo que hace me
hacen gemir ahora a mí y, cerrando los
ojos, me olvido del mundo y disfruto.
Disfruto mucho.
Delirio...
Gozo...
Locura...
Todo eso se une hasta que no puedo
más y, saliendo de su boca, me tumbo
sobre el y, tras pasear mi erección por
su empapada vagina, me introduzco
totalmente en el de un solo empellón.
Los dos chillamos.
Los dos nos arqueamos de placer.
Los dos disfrutamos.
Y entonces comienza un baile loco
y ávido en el que entro una y mil veces
en el con fuerza, mientras el colchón
se une a nuestro baile.
Sexo..., sexo..., sexo...
Una y otra y otra vez, me hundo en
el mientras mis manos vuelan por sus
pezones, su estómago, sus caderas, su
cuello.
Todo es placer...
Todo es locura...
Todo es amor...
Nos besamos. No queremos que
esto acabe.
Éxtasis...
Goce...
Lujuria...
Los animales que habitan en
nosotros hacen acto de presencia y nos
dejamos llevar mientras nos follamos
como si no existieran un mañana.
Acelero mis acometidas. Sudo,
tengo mucho calor y, tras una serie de
embestidas en las que siento que se me
va la vida, unidos, como muchas veces,
chillamos y nos dejamos llevar por el
más puro placer.







Perdónenme por tardar tanto pero no estoy bien aun de la pérdida de mi viejito... quien esta conmigo desde que inicie sabe que el varias veces estuvo en el hospital pero ya no aguanto más....

Prometo subir más cap mañana las amo y gracias por el apoyo que estoy recibiendo.... aun que ya hay alguien más que también esta adaptando esta historia muchas de ustedes me han comentado por WhatsApp que les gusta más la mía y no saben como se los agradezco
Nos vemos pronto

YO SOY JUNGKOOK JEONWhere stories live. Discover now