La razón es pesada.
Se puede comparar
con una piedra
colocada encima
de la frente. La sangre
forma nubarrones
negros. La tormenta
se anuncia sin cumplir
su amenaza; el aire
se llena de electricidad. Pende
sobre nuestras cabezas,
semejante a una espada
en cuyo filo trae
esa lluvia violenta y amarga.
El sol araña dermis
y ventanas; se aferra
a esos coletazos postreros
del verano. Adiós
a los días largos,
hola a las tardes breves.
Tras ellas, llega el ébano
de la noche