La brisa acaricia mis huesos.
El cuerpo se estremece
con el roce de su ala fría.
La luz declina gradualmente.
El otoño vuelve de plata
los tejados.
Día tranquilo. Las nubes
ya no parecen algodón
de azúcar iluminado.
Se asemejan a las manchas
de una aguada.
Los frenos rechinan.
La marcha más corta
lanza ronquidos sulfurados.
La pendiente es pronunciada.
A mi alrededor, la gente
sólo pronuncia bucles.
Una vez dentro,
es difícil abandonarlos.
