Capítulo 12💜

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Pasadas dos semanas desde la visita a aquel extraño lugar, no logro superar todo lo que mi cabeza atormenta

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Pasadas dos semanas desde la visita a aquel extraño lugar, no logro superar todo lo que mi cabeza atormenta. Papá, lo volví a ver, y se encontraba… mejor. Su mirada está un poco vacía todavía. Le faltaba ese brillo que la llenaba de vida.

Anto me contó que desde nuestra perspectiva, la realidad de ellos en tiempo y espacio es un poco diferente, para nosotros, los años son más lentos que para los vivos. A ella no le agrada que los llame así, pero es lo que son, ellos están vivos, y nosotros… no tanto.

Es un poco absurdo creerme cosas que no son, por el simple hecho de que duela menos, pero al final de cuentas, la realidad sale a la luz por más cruda que sea.

Desde mi visita al “Espejo” tengo una espinita trabada en mi corazón que duele cada vez que pienso en mi padre, en mi antigua vida, en todo lo que viví, ahora son simples recuerdos, que con el paso del tiempo serán más distantes, al menos eso creo.

Desde mi visita al “Espejo” tengo una espinita trabada en mi corazón que duele cada vez que pienso en mi padre, en mi antigua vida, en todo lo que viví, ahora son simples recuerdos, que con el paso del tiempo serán más distantes, al menos eso creo

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Abro mis ojos a causa del sonido constante del despertador. Ayer en la cena, mamá y Anto acordaron que era hora ya de que comenzara a vivir mi vida en sociedad, hoy me llevarían al ministerio de trabajo, en el centro de la ciudad, en busca de la labor que ocuparé en esta vida, por los restantes 10 años.

Apago el despertador y miro la hora, son las cinco de la mañana. Restriego mis ojos con los puños y me levanto de la cama directo al baño. Me doy una ducha caliente, un poco más prolongada que las habituales. Lavo mi cabello con un champú de olor a rosas, se ha vuelto uno de mis aromas favoritos.

Dejo el agua correr desde el inicio de mi espalda, hasta mis pies. Mi cuerpo está presente en mi baño, en mi casa; pero de mis pensamientos… no podría decir lo mismo.

Tocan la puerta de mi habitación y cierro la ducha. Tomo una toalla y me envuelvo en ella y con la otra, trato de secar mi cabello en lo que voy camino a abrirle a Anto. Sé que es ella, no tengo que verla para saberlo, porque mamá se levanta y va directo a preparar el café y el desayuno a la cocina, y Anto es la que siempre llama a mi puerta.
Abro y está recostada al marco con unos auriculares blancos puestos. Me dedica una mirada fraternal y me estrecha entre sus brazos.

La vida después de mi muerte Where stories live. Discover now