Capítulo 22

63 12 3
                                    

DOS DÍAS DESPUÉS

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


DOS DÍAS DESPUÉS


La primera enseñanza de Estigia había sido un puto trabalenguas. Sí, se refería a eso de ser sigilosa y que no me descubriesen si espiaba, pero el imbécil no sabía explicarse.

"Tienes que moverte como una suave brisa, Korina."

¿De qué me servían sus frases poéticas, si, en la práctica, no me ayudaba ni lo más mínimo?

Esa mañana me había dicho: "Ambrosía y Rommel desayunan juntos todos los días. Los dos esconden más secretos que todos los habitantes de Tálespel juntos, así que ¿por qué no vas a destapar alguno de ellos?".

Y ahí me encontraba, caminando, tratando de hacer el menor ruido posible, hacia las puertas del comedor.

Iba a ser imposible que no se percatasen de mi presencia si hacía esto por primera vez y sin la ayuda de mi "profesor", y esta vez era incierto qué me haría Ambrosía. Dos días atrás, cuando volvíamos del campamento para Mágicos, Ambrosía nos esperaba en las puertas de mi celda. Se había dirigido hacia mí con tal desprecio que, por un momento, yo misma me había olvidado de quién era. Que una persona tan poderosa e imponente se dirigiese hacia ti como si fueses una basura con piernas, conseguía, incluso, que el orgullo de los más narcisistas temblase. Aun así, Estigia consiguió convencerla de que me cediese una habitación en el palacio, asegurando que yo no sabía nada sobre el "papel" que habían hallado en mi bota. Evidentemente, Ambrosía no se creyó ni una de sus palabras, pero, por motivos que escapaban de mi compresión, me dejó dormir en una habitación de los criados. Ella no sabría que yo preferiría esta a una de sus lujosas y horteras habitaciones.

El día anterior me había enterado de que los únicos Reyes Menores que poseían una audición tan espectacular como para oír cada conversación a tres kilómetros a la redonda eran Psychikos y Arcadia. No sabía por qué, pero así era. De no ser así, no tendría ninguna oportunidad espiando a Rommel y  a Ambrosía, ya que escucharían mis aceleradas respiraciones y mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho. Aun así, ¿cómo narices no me iban a descubrir?

Seguí caminando hacia el comedor, y, a medida que me acercaba, las voces de los reyes se hacían más audibles.

¡Por Aledis! Si hablaban de Infrerto y me descubrían, lo más probable era que me mandasen a la horca. Con esa idea, retrocedí los pasos que había dado hasta estar a menos de dos metros de las puertas del comedor, pero no llegaron a pasar ni dos segundos cuando tuve que volver hacia las puertas, que estaban enmarcadas por dos salientes en la pared —columnas—. Unos guardias de Ambrosía estaban pasando por el pasillo de enfrente.

No me habían visto por muy poco.

Cuando doblaron la esquina y desaparecieron de mi vista, me propuse irme otra vez, pero entonces les escuché.

—Debemos alertar a toda Tálespel, Ambrosía —decía Rommel. Parecía preocupado.

Habían pasado tres días desde que escuché su voz por última vez.

El peón del rey (Coronas de Papel I) ©Where stories live. Discover now