—Rommel me va a matar —afirmó Estigia, culpándome.—No se lo cuentes, entonces. —Me encogí de hombros.
—No puedo hacer tal cosa.
—Exactamente, ¿qué es lo que te lo impide? —pregunté sin interés, golpeando una piedra que había en el camino.
—¿Has oído alguna vez la palabra "lealtad"?
Le miré mal.
Ya que nada ni nadie me obligaba a hacerlo, no contesté.
Posé mi atención en el frente, y en el palacio al que nos dirigíamos y cuyas formas se dibujaban con más claridad a cada paso que dábamos en su dirección.
—¿Puedo preguntarte algo? —cuestionó Estigia tras un breve silencio.
—Algo me dice que lo harás igualmente, así que...
—¿Dulce o salado?
Frené en seco y le miré, atónita. Él, en cambio, expectante, esperando mi respuesta.
Sacudí la cabeza y seguí caminando.
—Dulce.
—Ajá, lo sabía —exclamó, hurgando en una de las bolsas que había comprado en el mercado. Sacó una bolsa pequeña de papel y me la tendió. —Tienes hambre, ¿no? Llevas mucho tiempo sin comer.
No dije nada y agarré el envoltorio.
Antes de abrirlo, lo olisqueé. Por si acaso.
Cerré los ojos, reconociendo el olor.
Hojaldre relleno de chocolate.
—Come, come. —Me animó Estigia, empezando a engullir el suyo con un ánimo imbatible.
Si no hubiera sido él, me habría sacado una sonrisa.
Diez minutos después, cuando Estigia se había comido tres hojaldres, yo terminé el primero. Di el último bocado justo cuando llegamos a las puertas del palacio.
Había alrededor de cincuenta guardias de Ambrosía en las puertas observándonos llegar. Les recorrí con la mirada, como ellos hacían con nosotros. Sus cabellos eran de un rubio fresa, como una mezcla entre mi color de pelo y el de mi hermana.
—No digas nada. —Ordenó Estigia.
No lo hice, aunque, para que fuese algo duradero, tendría que ponerme un bozal. La tensión del ambiente me creaba un nerviosismo que, tarde o temprano, me obligaría a abrir la boca para soltar alguna estupidez.
Estigia me había dicho que Rommel había ido a hablar con Ambrosía mientras estábamos en el mercado y había enviado a un guardia para informarle de que ella, aunque no estaba muy contenta con la sorpresa, nos permitiría permanecer en el palacio.
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El peón del rey (Coronas de Papel I) ©
Fantasy"Tan solo era un peón más en el tablero al que los reyes jugaban. No podía moverme de una casilla a otra por mí misma; ellos decidían por mí. Y habían demostrado tener el poder de sacarme o dejarme en el tablero. " Todos los seres vivos del reino de...