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Mi puerta era tocada suavemente, era tarde, y ya había cenado, me levanté suavemente y mire por la mirilla, pero, nadie había ahí, una duda embargo mi cuerpo y abrí levemente mi puerta, en la manija había una bolsa negra, la que tome y metí, al llegar a la cama abrí para mirar su contenido.

En su interior, el peluche de un zorro, solo una persona pudo enviar eso, Jungkook, mis ojos se llenaron de lágrimas y comencé a sonreír.

El zorro es nuestro amuleto, los primeros juegos fueron en Europa, por lo que se adoptó al Zorro como animal representativo.

Lo tomé en mis manos y acaricie su rostro, notando al fin que en su cuello entre una cinta decorativa había una nota, pidiéndome que esté preparada en diez minutos en el vestíbulo.

Mi mente duda, más mi cuerpo reacciona, comencé a vestirme con rapidez y antes de los diez minutos ya salía por mi puerta apresurada, pero antes de llegar al elevador, mi brazo es tomado con brusquedad y jalando al interior de una de las habitaciones, su mano es puesta sobre mis labios, la puerta se cierra y el cuarto queda en completa oscuridad.

— Siempre tan apresurada con tus movimientos —dijo y fue quitando la obstrucción de mi boca— Yo también te extrañe —su rostro se acercó al mío.

Su respirar calmado me daba paz, era tibio y sí, yo lo extrañe tanto que juraba enloquecería, mi mano subió por su pecho, la otra le siguió el camino hasta que llegaron a su cuello, sus labios rozaron los míos y se fue dando un suave y desinhibido beso.

Sus labios seguían igual de suaves, igual de perfectos y sabrosos, delicados y templados, pero el oscuro fue roto por su persona, lo que no me molestó, siempre se aparta de mí con suavidad.

— Tengo algo para tí —murmuro meloso sus manos tomaron mi cuerpo arrastrándo me hasta la mitad del pasillo de su departamento, se ubico a mi espalda pegando nuestros cuerpos, su mano cubrió gentilmente mis ojos y su brazo me rodeo de la cintura, así, en esa posición dimos pasos lentos hacia el interior.

Sentía como su nariz se entromete entre mis cabellos, tomando con suavidad mi aroma, es muy sensible a los olores y desde que me declaró lo bien que olía, ocupe siempre el mismo shampoo, acondicionador y perfume, sería una gran desilusión y sentía que olía diferente y ya no me recordara como antes.

Sí, hasta este punto he llegado.

— Feliz cumpleaños, Bell —el apodo me hizo reír, abrí mis ojos en una mesita había una cena alumbrada por velas color rojas, pétalos de rosas adornaban el lugar, un pastel de chocolate con mi nombre en él, y la típica comida de un cumpleaños de aquí.

En sus correos siempre me dijo que si algún día llegaba a ir a su país en mi cumpleaños, me daría la famosilla sopa de algas, y aquí estaba, frente a mi.

Abrió una de las sillas, en la que me senté a que él hiciera lo mismo.

— Te tomas muchas molestias.

— Solo un poco —apunto mi platillo para que comenzará a comer— No sabes la felicidad que sentí al saber que vendrías.

— ¿Por eso pediste mi piso?

— De hecho, pedí que te bajarán al mío —sonrió arrugando su nariz— mi hermano trabaja aquí, y le pedí que se metiera a los sistemas y te pusiera en mi piso.

— Wow, me sorprendes, Jeon, hasta donde ha llegado tu obsesión conmigo

— Corrección, no es obsesión…

— ¿A no? Y tú cómo le llamas —guardó silencio, al parecer no sabe qué contestar, solo lo veo sonreír como si buscará en su mente alguna salida— ¿Punto para mi?

— Concedido —dijo rendido y bajo la mirada avergonzado.

La mesa era pequeña, por lo que no había mucha distancia entre nosotros, apenas nos mirábamos nos reíamos del otro, culpen a las mariposas en mi estómago, no sé cuál era su razón, quizás, saber que nuevamente me tendría comiendo de su mano y no lo molestaría nunca con eso.

— Debo decirte algo, Bell —dijo acariciando el dorso de mi mano, su mirada estaba en ellas, y suavemente entrometió sus dedos entre los míos, para ese entonces, ya habíamos terminado de comer.

— Parece que es grave —dije seriamente, tengo una incomodidad en mi pecho y no se que es— acaso, ¿Es sobre tu novia? —alzó su mirada a mi rostro, y mi incomodidad se volvió dolor, quería llorar, mis ojos ardían pero me vería tan patética que lo escondí en lo más profundo de mi interior— ¿Quieres una despedida, Jeon?

— ¿Me la darías? —subí mis hombros restándole importancia, esa, era nuestra despedida.

— Pruébame —termine como todo empezó.

Hace años nos llevábamos de lo peor, él respondía de mala gana, yo le respondía peor, hasta que nos encontramos de casualidad en un pub, discutimos, nos retamos y el "Pruebame" salió de mi boca, pero no como reto, sino literal, y el lo supo, comió mi boca y seguimos así hasta el cuarto del hotel. Luego seguíamos respondiendo mal, pero con un tono de complicidad y más coquetos.

Salió de su silla, se acercó, inclinó su rostro y me beso mientras su mano sostenía mi espalda baja para levantarme de la silla, mis dedos soltaban sus botones de la camisa negra que traía en su cuerpo, sus dedos se metían bajo mi camiseta hasta quitarla de mí, nuestros torsos se buscaron y sentimos el calor inquietante del otro, sus labios bajaron por mi hombro derecho, me mordía con exquisitos, jadeaba al apretarme.

— ¿Dónde está? —dijo deteniendo sus labios y miro mi piel.

— ¿Mm? —lo con busqué mi mirada, esta vez dió un leve impulso atrás retirando mi cabello— ¿Que buscas?

— Tu cicatriz —mierda— Fue el hombro derecho, tu brazo dominante.

— Sí, no me quedó cicatriz.

— No, si quedan, lo sé porque conozco a muchos que tienen ese tipo de lesiones —comenzó a buscar minucioso.

— Creo que debo irme —quise alejarme de él pero me sostuvo con fuerza de los brazos.

— Hace más de un año te tomaron fotografías saliendo de un hospital, muchas teorías y solo una confirmación, te lesionaste e intervinieron, esas operaciones dejan cicatriz, ¿Dónde está la tuya? —me quedé petrificada, ¿como le explico?, ¿cómo se lo digo?— ¿Qué sucedió realmente?

— Quiero irme a mi cuarto —mi voz salió en un hilo, su mirada comenzaba a asustarme, su agarre me dolía, sé que no lo hace con esa intención, o… no lo sé.

Su rostro suavizó cuando vio mis lágrimas salir, bajo la vista a sus manos que me apretaban con fuerza, me soltó repentinamente, momento en que tomé mi ropa y comencé a vestirme.

— Bell, lo siento, en serio no fue mi intención —camine hasta la puerta— Cariño, espera —se cruzó en mi camino, dió una leve caricia a mis mejillas y abrazo— Perdóname, está bien si no quieres contarme —beso mi cabeza

— Debo dormir, mañana debo entrenar temprano y no quiero estar trasnochada.

— Sí, tienes razón. —se soltó de mí y salí con rapidez de ahí.

Apenas llegué a mi cuarto me encerré en el baño, él no puede enterarse jamás de mi verdad, nunca

VoleiLove Where stories live. Discover now