Día 22. Casa del árbol

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Había pasado mucho tiempo desde que habíamos pisado está tierra, el aroma a campo traía buenos recuerdos, con su clima fresco y grandes árboles.

Empecé  ayudar a Tamayo con el equipaje, nos alojabamos en la antigua casa de su abuela la cuál era enorme y para mí desgracia las recámaras se encontraban después de unas largas escaleras.
El aroma de ese lugar era peculiar, olía a soledad, tierra húmeda, risas olvidadas y algunas lágrimas.
Apenas vi la cama me aventé en esta, estaba agotado por el viaje y aquella blandita cama me llamaba.
Pero no pude descansar debido que, ha diferencia de Tamayo, ella tenía demasiada energía que quería desperdiciar recorriendo ciertos lugares.

—Acabamos de llegar, ¿No podemos tomar un descanso?.

No escucho mis súplicas, me jaló del brazo y me saco de la casa, ella estaba eufórica y yo con un inmenso sueño que me impedía disfrutar.
Vía como daba vueltas como una niña pequeña, moviéndose por todas direcciones.

Después de un rato de estar vagando, nuestros estómagos empezaron a rugir, nos dirigimos a una fonda que vendía comidas muy apetitosas, charlamos un rato, el sueño se me había ido cuando en un descuido me lleve una cuchara con caldo hirviendo hacía mi boca.

Recorrimos lugares que ni siquiera me acordaba que existían, el tiempo paso tan rápido que ya estaba cayendo la noche y aún quedaban sitios que recorrer.

—Ven quiero enseñarte algo que te va a encantar— me susurro Tamayo para después llevarme a jalones de la manga a un lugar con poca luz, ésto me generó un leve sonrojó.

Me ordenó que cerrará los ojos, para esté punto mi corazón ya estába acelerado, ¿A casó se hiba a vengar de mi, después de aquella broma en el día de los inocentes?.

Su voz empezó a pronunciar números hasta que me dejó ver, lo primero que ví fueron unas segantes luces de colores, poco a poco la imagen se volvió más clara, era una casa del árbol, miré con confusión a Tamayo.

—cuando éramos más pequeños, me comentaste que te habría gustado tener una casa en el árbol más alto.

—Es un lindo gesto de tu parte, pero, ya no somos niños, no quiero decir que no me guste tu regalo, sinó que, no estoy seguro de que entremos en ese lugar.

—Yushiro, como vas a saberlo si no entras a la casita, ¡Vamos!.

Y con esas palabras me empujó hacia las escaleras. Entramos los dos, el espacio no era mucho pero era lo suficiente para que nos acomodaramos, una parte de mi tenía miedo de que se rompieran las tablas pero la otra estába saltando de alegría, aveces quisiera volver a ser un niño.

Me dejé hundir en los pocos recuerdos que conservaba, mi niñez no tenía nada relevante, pero apesar de eso, platique con Tamayo para que me contará más anécdotas.
Con el pasar de la noche el clima empeoró, nuestros cuerpos empezaron a temblar de frío, me aserque más a Tamayo para mantenernos en calor, entonces ví como ella estiró un poco su brazo hasta llegar a una caja de cartón, de está saco una cobija que nos sirvió para él frío, tratamos de seguir despiertos por un rato pero nuestros párpados fallaron.
Despertamos al día siguiente en aquella casita, haber dormido en aquel lugar no había sido buena idea, tenía mi espalda algo adolorida.
Bajé las escaleras y me percate que aquél árbol estába ubicado en el patio de la casa.

—lo coloqué aquí para que durante este verano puedas venir todas la veces que quieras—Hablo Tamayo.
Escuchar su voz de repente me había sobresaltado, aún seguía esperando algo malo que a lo mejor nunca pasará.

Fluffytober 2023. La Musa PerfectaWhere stories live. Discover now