Capítulo 40

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Desafíos

Me ha despojado de todo, llaves del auto, móvil y billetera. Ha puesto una silla en pared frente a nosotros desde donde nos observa, y revisa mi móvil. Soy consciente que tiene todas las ventajas y no he intentado hacerme un héroe.

He obedecido cada una de sus órdenes y esperado. Christine está por venir y al notar la habitación cerrada, sabrá que algo sucede. Existe una pequeña posibilidad que Paul o Igor saquen sus teorías. Ambos me escucharon despotricar al saber que un desconocido cuidaba de Magda.

—Todo estará bien —le susurro a Magda tomando sus manos.

Sonríe al escucharme, mientras mira mi móvil. La sonrisa se amplía por momentos y su ceja se enarca o gira su cabeza en algunas partes. El acto de felicitarme por lo hermosa que es mi esposa me asquea. Es como si la viera desnuda en algunas fotos y si no supiera que no existen en el móvil de ese tipo de tomas, me asustaría de que ella las viera.

—Una hermosa princesa adinerada, para un perdedor con problemas de conducta. Ella ha confundido el amor, la compasión con amor ¿Lo has pensado? —mira a uno y a otro dejando el móvil a un lado —igual, no vendrá, tampoco Paul. —toma el arma y se incorpora quedándose en pie. —tu hermana estará en exámenes por tres horas y tú debes estar allí.

Magda sostiene mi mano con fuerza, sudan y tiemblan sin control. Conozco esa reacción, solía tenerla cuando jugaba a las escondidas con él. Todo lo que tomaba se deslizaba de mis manos, la mayoría de las veces acaban en el piso haciendo ruido y alertando mi ubicación.

—Gracias por no eliminar las conversaciones —me muestra el móvil —de otra manera sería difícil hacerme pasar por ti.

Está tan segura de que no haré nada que nos da la espalda. Observa por la ventana de la habitación en donde de vez en cuando mira el móvil y escribe algo en él.

—Nunca fuiste una solución, Magda nunca tuvo posibilidad de sanar a tu lado—saco mis pensamientos en voz alta llamando su atención. —fuiste parte del problema todo el tiempo.

No dejo de cuestionarme los motivos por los cuales las autoridades de Estambul no llamaron a los padres de Magda. Es posible que, si lo hicieran, pero recurrieron a su padre, a quien poco y nada le importaba su hija.

—¿Quién te contrató? ¿Damián, Eliú o los dos?

Si le sorprende lo que digo, no lo exterioriza, ella parece divertirse por mis razonamientos y me insta a seguir al notar que guardo silencio. Retira el seguro de la puerta, guarda el arma en su pretina y la cubre con su uniforme.

—Te dijo que había mucho dinero. Eliú era capaz de vender hasta una hoja de un árbol. —sigo ante su silencio —Una chiquilla de quince, frágil, con problemas de psicológicos y hermosa...

—Toda una tentación —sigue por mí y la señala —un tanto mayor, pero su comportamiento infantil ayudó a disminuir ese defecto.

—Pensé que estabas lejos, es tu mejor salida —guardo silencio un instante —lo era.

—¿Quién les dijo que busco salida? —me reta —estoy frente al final del camino, ustedes son mi graduación. ¿Lo ven? Mis actos lo han unido, están juntos gracias a mí.

Cuestiona a Magda que no ha dejado de llorar, ni yo en apretar su mano intentando calmarla. Cada que hago un movimiento para limpiar su rostro, ella levanta el arma impidiéndomelo.

—Falta que digas que asesinar a sus padres, fue un acto de bondad —me mofo de ella. —¡Qué estupidez!

—¿Lo dudas? —cuestiona —¿Quiénes eran antes de aparecer yo? ¿Quién eras tú? —señala a Magda —¿Te recuerdas?

MonstruoWhere stories live. Discover now