Capítulo 10

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Fenómeno y monstruo

En las mañanas y antes de iniciar mi día, despejaba la mente haciendo un trote por los alrededores. El trayecto dependía del nivel de las pesadillas de la noche anterior. Desde que pisé suelo americano, requiero de paciencia y autocontrol.

Son muchos los eventos que me hacían salir de ejercitarme. Obligarme a llamar papá y mamá a los culpables de mis pesadillas, coexistir con los asesinos de mi familia, no decirle a Evy quien soy, ni poder protegerla, entre otros.

El ambiente puro, la actividad física y la mente en blanco me permitían adquirir un cierto control en las emociones. La parte más dura, tener que hablar de forma amistosa a todo el entorno de Damián y Silke, en ellos se hallaba el cómplice de la destrucción de mi familia. Abandonar el hogar de la pareja ayudó, pero que tuviera que seguir viéndolos resultaba un tormento.

El día de hoy recorrí el doble de trayecto acostumbrado ¿El motivo? Una respuesta que no llegaba de Berlín sobre el cambio en mis documentos y la demanda contra el matrimonio "Schultz Klein."

Significaba el inicio de una larga lista de ataques que acabaría en la ruina de Damián Klein. Por mucho tiempo busqué la peor forma de castigo y la encontré a través de su tan amada reputación y fortuna.

—¿Mala noche?

—Pésima —respondo a Rupert ingresando a la zona de trabajo. —Insomnio.

Rupert, como todos, poseen una oficina privada, que en pocas oportunidades ocupa. Ha dispuesto un pequeño escritorio en un rincón del laboratorio que hace las veces de una. Es costumbre verlo ingresar a su oficina todos los días y salir segundos después con los documentos que necesita y no volver hasta el día siguiente para repetir la misma operación.

—Es difícil asimilar que un hombre con tu suerte tenga problemas para dormir—se mofa.

—No sé si sea buena idea preguntar tus bases para señalarme como un "Un hombre con suerte."

Sin dejar de reír asegura que poseo dos de las cosas que él añora volver a tener. Ingresar al laboratorio significa tener que pasar por detrás de su punto de trabajo, que el día de hoy luce en desorden.

—Juventud y cero problemas —explica enseñándome los dedos índice y corazón al llegar a su lado.

Los documentos dispersados sobre su escritorio tienen el sello Frederick y he visto en un par el nombre de Evy Becker. Alejo la mirada y busco a Rupert que se dirige al laboratorio.

—La juventud es el vicio de los vanidosos y los problemas la cuota a pagar por exceso de confianza.

—Profundo —sonríe sentándose detrás del microscopio. —existe una tercera que todos aquí, incluido este servidor y tu padre, envidian. Tu novia.

Retiro mi saco y me cubro con el uniforme procesando lo que acaba de decir. Al hacerse socio de mi padre hace siete años, se unió al club de amigos. Tal como ocurre con el general, no puedo entender que encontró de leal en el viejo.

—No te llevas bien con él ¿Me equivoco?

—Es complicado de explicar —confieso y afirma guardando silencio por largo tiempo.

—Tu padre es un tipo autoritario, difícil de tratar e impredecible —describe.

—Lo conoces muy bien.

—Demasiado para imaginarme que tu rechazo es por una crianza rígida —sigue y sonrío con tristeza.

Un calificativo suave para calificar lo que en realidad hizo, pero no es necesario lanzar leña al fuego. No permaneceré mucho tiempo en este sitio, que al final, es herencia de Magda, no mía. Es ella quien debe estar al frente de lo que venga en adelante.

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