9. No te arrodilles ante nadie.

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La tarde de ese día de otoño era extraña. En South Park los días fríos eran comunes, pero ese día un peculiar aire cálido rozaba su rostro casi con caricias.
Suspiró y continuó esperando con manos sudadas y piernas temblorosas.
Ya habían pasado las doce. Él era tan impuntual, como siempre... la banca del parque donde estaba sentado comenzaba a incomodar y en un momento todo comenzó a sobrestimarlo. Niños gritaban, madres los regañaban... No entendía por qué debía de ser tan ruidoso un lugar así.
Veía a los demás con ceño fruncido y por un momento olvidó qué hacía ahí si odiaba los lugares públicos...

— Craig! Agh. ¡Hola!

Pero al escucharlo, recordó de inmediato por qué estaba ahí y por qué estaba tan nervioso desde un inicio.

— Hola, Tweek. — Respondió con una enorme sonrisa. Era muy difícil no sonreír cuando lo tenía tan cerca. — Te traje- yo te traje algo. — Ofreció las flores que había recolectado para él, con su brazo extendido y su pecho subiendo y bajando. Respiraba nervioso.

El niño rubio lo observó desconcertado. — ¿Oh, y esto? — Las tomó entre tics en sus ojos y las olió. Eran dulces.

Craig tragó saliva y soltó una bocanada de aire, se preparaba para tomar su mano y cuando al fin lo hizo, recibió una mirada de los ojos verdes azulados. Tweek parecía confundido.

— ¿Iremos a... algún lugar donde estén nuestros, agh, nuestros conocidos o por qué nos tomamos de la mano? No tenemos que actuar todo el tiempo, ¿o sí? — Su pequeño rostro de diez años, pálido y pecoso, lo observaba con atención. Sus pestañas eran largas y sus cejas pobladas se despeinaban con facilidad.

— No lo sé. — Craig sintió sus mejillas calientes, sus manos comenzaron a sudar y de inmediato trató de desviar la mirada. — ¿Quieres ir a-

— ¡Craig! — Su padre se estacionaba frente al parque y se bajaba de su auto.

Entonces la pequeña mano de su falso novio se tensaba y temblaba. Era muy seguido que el rubio se intimidara con Thomas. No solían llevarse muy bien los dos, pero no era importante, o al menos así lo creía el niño pelinegro.

Su padre llegó hasta ellos y vio con mucha incomodidad el agarre de manos que tenían y el ramito de flores que sujetaba el niño rubio y ojeroso. — Craig, encontré un lugar que quiero que veas. — Dijo nervioso.

Los ojos enormes de Tweek lo veían curiosos. Craig no quería dejar de estar con él. No importaba qué mierda le quisiera mostrar su padre, no le interesaba, él quería pasar su día entero con su novio y... bueno, su "novio". Pero ese día quería hacerlo realidad, quería decirle a Tweek lo bien que se sentía a su lado y lo real que deberían convertir su relación. Porque bien sabía que era lo que quería, después de luchar contra sus emociones, al fin las había dejado salir y bien sabía que no había nada que quisiera más que Tweek fuera su pareja de verdad.

— Está bien si vas. — Habló el de cabellos despeinados y rubios. — No te, agh, no te preocupes, podremos vernos mañana. — Le sonrió inocente y con mejillas rosas.

Craig dudó mucho, pero al fin aceptó al ver cómo su padre estaba tan ansioso porque lo acompañara. Soltó la mano de Tweek y caminó junto a su padre. Cuando subió al auto vio a lo lejos al rubio sosteniendo sus flores y sacudiendo la mano despidiéndolo.
Entonces su padre lo encerró en ese horrible lugar. ¿Una iglesia? ¿Cuándo habían sido ellos devotos o creyentes? ¿En qué momento su padre era creyente?

"Y podrá curarse?" Escuchó que decía Thomas. Espiando una conversación que tuvo con el sacerdote.

"Él no está enfermo, señor."
Le respondió el cura.

"Yo sé, pero me refiero a, yo me refiero a si puede volver a ser normal... que no esté... desviado."

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⏰ Última actualización: Mar 19 ⏰

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Por ti renuncio al cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora