5. Ellos dicen que está mal.

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Por la mañana, rezaron. Se hincaron en el salón principal, con los ojos cerrados y las manos bien juntas, sumergidos en la atmósfera de serenidad que envolvía el lugar. La luz tenue filtrándose por las vidrieras coloreadas creaba un ambiente cálido y acogedor.

Tweek no sabía cómo hablar con Dios, aunque Craig le había explicado que era simplemente como conectar sinceramente y hablarle sin miedo. Aunque el rubio ni siquiera tenía miedo, ¿cómo tener miedo a algo en lo que ni siquiera creía? Se sentía un tanto fuera de lugar en aquel sagrado recinto, pero no podía evitar sentirse cautivado también por la belleza del lugar. Le gustaba mucho observar las pocas velas brillar intermitentemente. Las decoraciones alrededor de figuras sagradas en las que no entendía por completo pero que parecían confiables y sinceros todos.

Y también le gustaba admirar la belleza del pastor cuando cerraba los ojos a su lado. Le gustaba notar lo largas de sus pestañas y cómo sus cejas reposaban totalmente relajadas en su rostro. Tweek suspiró, con las manos bien juntas, las rodillas sobre el piso frente a una figura frente a él, pero con su cabeza girada hacia la izquierda, con sus ojos bien fijos en el pelinegro.

Tweek sonrió y parecía que a su alrededor las velas lo imitaban, porque todas brillaron ligeramente más, o al menos así parecía para él. Porque ante sus ojos, Craig era lo más lindo que jamás había visto, y porque para él, tenerlo así de cerca y poder volver a hablar con él era el regalo más bonito que la vida pudiera darle.

Tal vez era la cercanía que compartían nuevamente, tal vez era lo tranquilo que se mantenía la capilla por las mañanas cuando todos dormían, o tal vez era el frío en el exterior, pero podía jurar que jamás se había sentido tan cómodo y con su corazón tan abrigado. Con las manos juntas y rodillas apoyadas, lo observó con cuidado. Entonces comenzó a pensar sin ningún tapujo. No tenía nada que perder, ya que no aspiraba a nada en realidad... Comenzó a admirar la nariz recta del padre, el perfil de su rostro que con los ojos cerrados y muy calmado, parecía estar completamente concentrado en su rezo. Tweek volvió a sonreír, con ojos entrecerrados, al notar cómo su cabello se mantenía corto y arreglado, cómo su postura era recta y muy fina, sus hombros fuertes pero gentiles... Y otro suspiro salió de él, un suspiro que cargaba con todo lo que sentía y había sentido desde niño. Porque sí, Tweek aceptó que desde que eran pequeños y todo lo de la relación falsa aconteció, se sentía también así.

Después de rezar, desayunaron juntos, seguían un poco tímidos, pero el ambiente entre ellos parecía cada vez ser más relajado. Después Richard al fin pasó a recogerlo y se dirigieron directamente a trabajar a la cafetería.
Servir cafés y cobrar pastelitos jamás había sido tan divertido. El rubio no fingió ninguna de sus sonrisas, ese día era genuinamente muy dichoso y se sentía tan cálido existir como nunca antes. Sus ojos brillaban, su piel era rosada.

El domingo asistieron a misa como de costumbre y como le había prometido al pastor, hizo que él y sus padres se sentaran en la primera fila. Tweek ni siquiera trató de esconder su enorme sonrisa y pies juguetones que no paraban de moverse ansiosos cada que Craig hablaba frente a todos. Suspiraba y suspiraba y lo seguía en todo momento con la mirada. Incluso en los espacios que debían cerrar los ojos y orar en silencio, incluso en esos espacios hizo trampa y lo observó embobado.

Hasta que Craig se dio cuenta. Decía palabras importantes, con su cuello blanco y su vestuario negro. Tweek no puso mucha atención en qué exactamente estaba diciendo, pero sí puso atención cuando Craig paró de hablar por completo y se quedó hipnotizado viéndolo frente a todos. Entonces sus mejillas se incendiaron y comenzó a tartamudear. El padre más viejo tuvo que intervenir. Continuó dando el discurso para que el pelinegro tomara un descanso y Tweek lo siguió con la mirada mientras huía de la presencia de todos. Sintió su propio corazón acelerarse y su respiración ir y venir con dificultad. Se sentía bien. Había sido emocionante.

Y por supuesto que no puso atención al resto de la misa. Mantuvo una sonrisa en su rostro difícil de irse, recordando cómo, por alguna razón, Craig se había puesto completamente nervioso al verlo entre todos los asistentes. Suspiraba y suspiraba y sus pies parecían estar flotando entre nubes suaves y esponjosas. Querer abiertamente a Craig era lo más bonito que le ocurría últimamente.

Por ti renuncio al cielo.Where stories live. Discover now