4. Mi único amor.

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Heidi era un tanto estricta cuando se trataba de ordenar los aparadores de la ventana. Había tantas flores y todas eran muy hermosas, pero por más que Tweek tratara de ordenarlas como se lo había pedido su amiga, él en verdad no lo lograba del todo.
Sólo había ido a su local para llevarle su café como de costumbre, pero la chica parecía querer un poco de compañía, por lo que él decidió quedarse un momento más.

Lo cual había considerado un error unos minutos más tarde, pues Bebe pasaba por ahí y al verlos a los dos quiso unírseles. Ahora tenían una especie de reunión en la que hablaban sobre sus vidas y todos los hijos que quería Clyde, que, por supuesto Bebe no permitiría que tuvieran tantos, así decía.
Por alguna razón, la rubia les avisó a sus otras dos amigas dónde se encontraba y aunque Tweek realmente debía volver a su trabajo, las chicas no lo querían dejar partir. Wendy y Nicole se habían unido en un abrir y cerrar de ojos y Tweek realmente se preguntaba cómo salir de esa situación.

— Entonces, me ascendieron de puesto, pero este lugar nuevo no me hace sentir del todo cómoda. — Aseguraba la pelinegra con ojos molestos. — No sé si debería renunciar y volver a mi antiguo puesto. Es menos la paga, pero al menos tengo todo bajo control ahí.

Las chicas asintieron y el permaneció observándola, un poco distraído mentalmente. Todas estaban sentadas en las sillas que tenía el local de Heidi, quien les había traído té y algunos aperitivos. La castaña era muy buena anfitriona y todo lucía como si esa reunión fuera una de tantas que solían hacer. Incluso desde niñas, Tweek recordaba haberlas visto así. Sólo que era la primera vez que él participaba en algo así.

— Es tu turno. — Le dijo Nicole al rubio. — ¿Qué ha pasado en tu vida últimamente? — Preguntó dulce.

Tweek la observó y por un momento no supo qué decir. Se encogió de hombros y dos tics salieron de sus parpados. Tragó saliva y suspiró. — Pues, lo normal, he estado en la cafetería.

Bebe le sonreía con una mirada cómplice y le hacía ojitos para que contara más. — Tweek de hecho si ha hecho algo nuevo. Digamos que... ha estado ocupado en la iglesia.

Los ojos de todas se agrandaron. — ¿Entonces has visto de cerca a... a... ya sabes quién? — Wendy mordió su labio inferior, emocionada.

— ¿Y? ¡Tienes que decirnos! - Nicole tenía ojos muy brillosos. — ¿Ustedes hablaron mucho?

— Espera, pero, ¿cómo te sientes tú al tener que convivir tan cerca de él? — Heidi fue la última en preguntar.

— Yo... Me siento bien... — Les sonrió distraído. Había elegido responder únicamente la pregunta de la castaña, hasta que dos cables se conectaron en su cabeza. — Espera, ¿por qué tú sabes eso? - Le preguntó a Bebe.

La chica le sonrió con todos los dientes. — Pues, Clyde me contó. Él también iba a hacer donaciones y los vio de lejos, no quiso interrumpirlos, pero claramente tuvo que decirme todo. — Soltó una risita. — ¿Entonces? ¡Dinos algo! — Exigió. — Él dijo que había visto la misma chispa que solían tener. No lo puedes negar.

— ¿Clyde dijo eso? — Observó a las cuatro un poco avergonzado, bajó la mirada y vio sus dedos enredarse. — Sí, hemos hablado un poco estos dos días que he ido. Pero sólo poco... No sé qué más decirles, uhm, porque la verdad es que no hay- no hay mucho que decir. Él parece muy amable, pero es amable al igual que sería con cualquier otra persona. ¿Me explico? No- no siento que haya nada especial por su parte.

Las chicas lo veían con ojos muy sensibles, hasta que alguien llamó al timbre del local. — ¡¡Largo!! — Gritó Wendy, cambiando totalmente de actitud, levantándose de su asiento y dirigiéndose a cerrar la cortina para que nadie más molestara. Volvió a sentarse con ellos y retomó su mirada sensible. A Heidi no parecía importarle mucho que le hubieran espantado un cliente, pues ella también estaba muy inmersa en ver a Tweek, demasiado atenta y expectativa a lo que dijera.

Por ti renuncio al cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora