1. Pastelitos y cafés.

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"Americano con mucha leche y mucha azúcar. También crema encima." Le había dicho esa chica con ojos oscuros... ¿Quién pedía un americano de esa manera? Eso no era un americano, pensaba molesto Tweek mientras le agregaba la crema batida a la bebida y mordía sus labios para no insultar a la clienta que lo había pedido. Los tics bajo sus ojos que trató de controlar toda esa semana volvían a ser un grave problema ese día, pues, por la mañana había tenido que lidiar con un cliente que consumió cuantos pasteles pudo y en el último momento huyó sin pagar. Lo peor era que él debía reponer la perdida y vaya que había sido mucha... Ahora tenía que aguantar el impulso de discutir con la castaña frente a él ¿cómo se podía ser tan ignorante? chica estúpida... Y todavía ella había tenido la audacia de guiñarle el ojo cuando su orden fue servida.
Tweek no era tonto, sabía bien que era atractivo, o al menos lo suficiente para obtener ese tipo de atención en las mujeres, entonces era muy consciente en que su clienta le coqueteaba, al igual que lo habían hecho varias antes que ella, pero él no podía corresponderle a ninguna y mucho menos a esa en particular. Le caía muy mal ya, lástima que no podía contradecir su pedido...
Ni a ella ni a ningún comprador en realidad, pues su padre era fiel creyente de que ''el cliente tenía siempre la razón.''

Si un cliente pedía una orden ridícula, absurda o asquerosa, Tweek debía atender de todas maneras. Sonreír y brindar el mejor servicio que pudiera. Aunque ese método de negocio le parecía absurdo, por mucho que lo criticara funcionaba al menos, en la cafetería nunca tuvieron problemas financieros y eran uno de los locales más estables en todo el pueblo, pero eso no impedía que sintiera un ardor en los ojos cada que alguien se atrevía a alterar una receta. Amaba el café y era una total falta de respeto para él que la gente se tomara tantas libertades con la bebida, era una de las cosas que más se tomaba personal.
Detrás del mostrador y mientras limpiaba la vidriera de los panes dulces, decidió justo el tomarse un largo descanso, por lo que acomodó un par de pastelitos y echó llave a la caja registradora. Un cliente levantó la mano para ser atendido, pero estaba ya muy cansado como para no tener su descanso pronto y si se distraía con él, los demás clientes pedirían más cosas y Tweek debía tener una pausa muy pronto o de verdad habría problemas al rededor.
Como ese día en el que estando tan estresado comenzó a insultar a todos en el lugar y arrojarles panes caducados y la otra vez en la que... No, era mejor no recordar esa otra anécdota.
Lo importante era que le debían su descanso, por lo que ignoró a cuanto cliente pudo y se dirigió hacia la bodega donde guardaban los ingredientes secos, algunos papeles y cajas.

Tenía mucho coraje acumulado. ¿Cómo podía ser la gente de ese pueblo tan difícil de tratar? Y tal vez pareciera que estuviera exagerando por un momento, pero su cabello, exagerando o no, sufrió las consecuencias. Sus cabellos fueron víctimas de sus dedos porque era eso o renunciar a la cafetería cuanto antes... siendo eso imposible pues no quería que sus padres manejaran todo ellos solos y él había sido el primero en ofrecerse una vez había regresado al pueblo. Así que, se sentó por un momento sobre una caja de madera y sacó de su mandil un cigarro.
De niño solía odiar el olor a humo de tabaco, pero en la universidad sus compañeros le enseñaron lo desestresante que era y se había sorprendido mucho por lo eficiente que era fumar, aunque aun así no le ganaba al placer que sentía al consumir café.

— Tweek, ¿Podrías- Oh no, no, no. — Su padre entraba por la puerta animado en una primera instancia, pero después de oler el humo su rostro se contorsionó en desagrado. — ¿Qué te he dicho de fumar aquí? Puedes hacerlo fuera de la cafetería, hijo, no aquí en la bodega...

Entre una molesta tos provocada por la sorpresiva vistita de su padre, apagó el cigarrillo de inmediato y se puso de pie, apenado. — Lo s-siento.

Richard le hizo una mueca de disgusto mientras revisaba los costales de granos de café. — Sólo espero que no les haya llegado del todo el humo, será horrible que su maravilloso sabor cambie por eso... — Dijo mientras sobaba un par de granos y después reanudó la mirada hacia él. — Los locales de en frente tienen un par de ordenes que pidieron para llevar, ya los tengo listos en el mostrador, sólo lleva un poco de cambio y ve cuanto antes ¿acuerdo?

Por ti renuncio al cielo.Where stories live. Discover now