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"8:38 AM"



Las agujas del reloj señalan implacables las 8:05 AM, un sábado, tendría que estar en mi cama pero ese sábado se extiende como cualquier otro día de la semana. Frente a mí yace una hoja de papel, un parcial que se convierte en mi tormento matutino. Mis ojos escrutan las preguntas, pero el contenido se presenta como un enigma indescifrable. La primera pregunta se me escapa, un acertijo que se burla de mi ignorancia. Paso a la siguiente, deseando encontrar alguna claridad en ese laberinto intelectual. Pero el manto de la incertidumbre me envuelve, y la segunda pregunta se convierte en otra sombra impenetrable. La tercera es solo un enigma, un eco distorsionado de palabras que no logro descifrar.
Mis manos, impotentes, se deslizan por el papel, intentando encontrar una respuesta en las líneas borrosas de la hoja. La cuarta pregunta es un sueño lejano, un fantasma que se desvanece en el aire viciado de mi desesperación. En este escenario de perplejidad, el tiempo avanza sin piedad, marcando mi fracaso en su constante marcha hacia adelante. Cada pregunta no respondida es una losa más sobre mi espíritu ya quebrantado.

Alzo la mirada. Ahí está el profesor, acercándose a mí como un cuervo ávido de papeles para su nido. Estampa su rúbrica en la primera hoja del parcial y plantea la cuestión rutinaria: "¿Firmo la segunda?". Como si esa firma pudiese otorgar sentido a una historia de respuestas que jamás van a llegar. Digo "sí" a su pregunta, sin convicción, sin expectativas. Un acto mecánico en este teatro absurdo donde los autómatas llevamos a cabo nuestra pantomima para sentir un poco de alivio. Él firma la segunda hoja y se aleja, dejándome solo con mi propia insuficiencia. No sé para qué dije que lo hiciera, porque la verdad es que dudo siquiera llenar una mísera carilla con mis palabras desgastadas.

La lapicera, compañera de mi derrota, se desliza lentamente sobre la hoja en blanco. Con esfuerzo, plasmo mi nombre y mi DNI, como si fueran marcas de un condenado en su última voluntad. Es solo un acto ritual en esta farsa, una formalidad vacía que precede a la inevitable caída en la impotencia.
Después, intento abordar la segunda pregunta, una masa de palabras que se esfuma en el laberinto de mi mente cansada. Mi intento se convierte en dos líneas sin sentido, trazos erráticos que reflejan mi desesperación. Cada intento de respuesta es solo un eco hueco, una sombra de lo que alguna vez fue la ilusión de comprensión. Detengo mi mano, la lapicera suspendida en el aire, testigo mudo de mi fracaso. Admito la futilidad de seguir adelante. Las palabras se niegan a ser domesticadas, a ceder ante mi voluntad de entendimiento. Este acto de sumisión ante el papel en blanco es solo una más de las muchas derrotas que se acumulan en el álbum de mi existencia. Nada parece tener sentido, y la desesperanza se arrastra como un veneno en mis venas.

En ese momento, un amargo recuerdo resurge de las profundidades de mi mente entumecida. Recuerdo las promesas que nunca debí hacer, las expectativas que ahora se alzan como sombras amenazantes. Mi madre, con ojos llenos de esperanza, escuchando mis palabras vacías: "Me irá bien", como un eco hueco de una confianza que se desmorona. Mi padre, con su palmada de ánimo en la espalda, ignorante de la tormenta que se agitaba en mi interior, augurando un futuro que ya vislumbraba oscuro.
Conozco bien el guión de lo que sigue. Saldré de esta aula, una cárcel de sueños rotos, y regresaré a casa con la losa del cansancio sobre mis hombros. Les diré a mis padres que todo fue bien, una farsa que no quiero interpretar, pero lo hago por su tranquilidad. Ocultaré mis fracasos, sepultaré mis dudas bajo la máscara de la aparente victoria. Y después, cuando la oscuridad de la noche me cobije, me dejaré caer en la cama y buscaré refugio en el sueño, en el olvido momentáneo de una realidad que me asfixia. El descanso se convierte en un escape, en un santuario efímero donde puedo evadirme de la carga de mis propias expectativas incumplidas. Pero sé que al amanecer, la pesadilla persistirá, y el ciclo de decepción y autodecepción continuará.

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