Capítulo 14

24 3 0
                                    

Estas últimas semanas han sido horribles.

Desde lo sucedido con la manilla y lo del baño las cosas han cambiado mucho. Creíamos que lo había pasado no se repetiría, pero nos equivocamos, ha pasado tantas veces que ya perdí la cuenta. He roto manillas, vasos, platos, un cepillo de dientes, tres cubiertos —aunque de esto último Noah no sabe nada —, y un sin fin de cosas más.

No sé cómo no me ha corrido de su casa, la verdad.

Esto que me ha estado pasando es muy extraño, mi fuerza incrementó de tal manera que tuve que aprender a controlarla. Tengo que estar muy consiente de cuánta fuerza aplico en cada movimiento que hago si no quiero terminar destrozando algo. Me costó muchísimo controlarla ,— y a Noah unos cuantos objetos y uno que otro moretón —, pero descubrimos que si estoy muy, pero muy alterada no voy a poder controlarla ni un poquito, así que si me mantengo serena la puedo controlar fácilmente, tanto que es como si no existiera.

Me gustaría decir que con eso ya casi dominado todo está normal, pero no, está de todo menos normal. He estado demasiado enferma, mi salud ha ido empeorando con cada día que pasa. Fiebres en temperaturas que han puesto a Adara de los nervios, dolores de cabeza tan insoportables que ni los remedios han podido quitármelos, y tengo días en los cuales ni siquiera tengo la fuerza suficiente ni siquiera para levantarme de la cama — y sí, con todo y súper fuerza no puedo ni mover un dedo —.

Ya perdí la cuenta de cuantas veces me ha implorado Adara que deje la terquedad y que vayamos al hospital, pero me he negado todas y cada una de ellas, cosa que la llena de frustración. No le quedó más remedio que seguir siendo mi enfermera personal. Estaba muy descolocada con mi estado de salud porque, como ya dije, hay días en los que no puedo ni moverme, mientras que otros me despierto normal, como si esa misma noche no hubiera tenido tanta fiebre que podría haberme derretido todas las neuronas del cerebro.

Aunque ya de éstos últimos ya casi no hay.

Los días que ella tenía que ir a trabajar era Noah quien me cuidaba. Es muy buen enfermero, hay que admitirlo. Con todos estos malestares hay días en los que pierdo el apetito completamente y Adara tiene que darme un discurso de una hora explicándome porqué tenía que comer aunque sea un bocado; lastimosamente para Noah, uno de esos días le tocó a él.

—No voy a irme hasta que comas aunque sea un poco —había dicho, sentándose en una silla a un lado de la cama.

Le di una mirada cansada y asqueada a la sopa casi transparente que tenía enfrente.

—No tengo hambre.

—Por favor, Diana. Come -insistió.

Gire la cabeza hacia el otro lado, terca. Por el rabillo del ojo vi que tomaba la cuchara y la llenaba de sopa, y la acercaba a mí.

—Solo unos cuantos bocados y te dejo en paz.

Negué con la cabeza.

—Diana... — dijo en un tono más severo.

Puse mala cara pero abrí la boca. Todo sea porque me deje en paz. Él parecía divertido con la situación cuando la llevó a mi boca y yo puse una mueca por el sabor. No sabía a nada, era como agua caliente con una pizca de sal.

—¡Puaj!

Noah soltó una sonora carcajada y yo le fruncí el ceño e intenté quitarle plato para comer por mi cuenta, pero él lo alejó.

—Puedo comer yo sola, Noah — me quejé.

—¿Y que puedas romper otro plato? No gracias.

—No voy a romper ningún pla...

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now