Capítulo 7

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Anoche dormí en la habitación de Noah y él durmió en el sofá de la sala. Le costó muchísimo convencerme de que durmiera en su habitación, me dijo que sería incomodo que durmiera en el sofá y que a él no le importaba prestarme su cama. Insistió tanto que al final terminé accediendo.

Adara regresó a la media hora de haberse ido con unas mudas de ropa para mi, me quedaban un poco pequeñas pero era lo único que había.

Noah salió temprano a hacer no sé qué, pero regresó hace unos minutos con un montón de cosas y se fue directo a la que va ha ser mi habitación. Adara se fue con él después de que terminé de desayunar, dejándome sola. Así que, aquí estoy, sentada en las escaleras de enfrente de la casa con Max a mi lado.

Es un animal muy cariñoso pero súper extraño; no deja de mirarme con mucha curiosidad y es muy raro. Le acaricio la cabecita y el ladra, sin dejar de observarme.

—Eres raro, Max — le digo, divertida.

Se levanta a gran velocidad y corre hacia dentro de la casa. ¿Es normal que haga eso? Regresa en menos de un minuto con algo en la boca. Se acerca a mi y pone el objeto en el suelo. Una pelota. Frunzo el ceño, extrañada. El me mira, expectante.

Tomo la pelota y empiezo a lanzarla de una mano a otra. Max la sigue con la mirada. Lo hago un par de veces más hasta que ladra con fuerza, asustándome. Atrapo torpemente la pelota que casi sale volando.

— ¡Max! ¡¿Pero qué te pasa?! — grito. El sigue viendo fijamente la pelota.

Lo sigo regañando y el parece no aguantarse más y se me abalanza encima para quitarme la pelota.

—¡Max, ya basta! ¡Max! — trato de quitarmelo de encima pero es inútil, pesa demasiado y no deja de moverse. Gruño en frustración y lanzo la pelota lo más lejos posible.

Sale corriendo tras ella y en cuestión de segundos regresa, la pone en suelo y me mira. Yo lo observo, extrañada. Da un pasito hacia a mi y con su hocico la empuja.

—¿Quieres que la lance?  — inquiero, intercalando la mirada entre el y la pelota. Ladra en respuesta, su cola empieza a moverse de un lado a otro.

La lanzo y el sale corriendo. No puedo evitar reír cuando se acerca a toda velocidad con ella.

—Ugh, que asco, Max, está toda llena de babas — hago una mueca de asco para después lanzarla de nuevo.

Repetimos este ciclo un rato más hasta que mi brazo se cansa y Max empieza a lucir cansado. Se acuesta al lado de la puerta y yo entro a la casa. Me dirijo a la cocina a buscar un vaso de agua para después ir a ver que hacían Noah y Adara. Los encuentro a ambos pintando la habitación de un color azul claro. Cada uno en una pared diferente. Adara es la primera en verme.

—Hola  — dice con una sonrisa alegre.

Noah se gira y sonríe también.

—¿Te gusta el color?  — me pregunta.

—Ehhh... sí. Pero ... ¿Por qué... Por qué pintaron la habitación?   — pregunto, confundida.

—Porque ayer nos dijiste que el color blanco te recuerda cosas malas, así que la pintamos de este color para que te sintieras más cómoda — responde.

Mis ojos se abren ligeramente, sorprendida. Se han preocupado hasta de pintar la habitación para que no me incomodara, y es un gesto que nunca han tenido conmigo, en el laboratorio a nadie le importa lo que sientas. Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios, pero se borra rápidamente cuando Noah también lo hace. No puedo confiar tan rápido.

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now