𝖢𝗈𝗆𝗉𝖺𝗇̃𝗂́𝖺.

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Desde que George fue dado de alta hace exactamente 12 días, 3 horas y 26 minutos (¿Pero quién lleva la cuenta, verdad? ) Lo principal había sido recuperar la confianza del castaño y otorgarle un espacio de apoyo incondicional. Nadie quería hacerlo sentir culpable o avergonzado, al contrario, era necesario que este pudiera abrirse, primero con sus amigos y luego con un especialista. Aunque el subconsciente de Alex decidía mantener una negación impecable e ignorar el hecho de que casi había perdido a su mejor amigo en manos de él mismo, sabía que era egoísta y totalmente imposible, que ignorar las heridas solo las privaba de curación.
La conversación con George finalmente llegó un día martes, cuando se cumplía una semana de aquella tarde, a las seis del mediodía, entre rollitos de canela y lágrimas amargas, recuerdos de infancia y promesas a futuro.
George y Alex siempre fueron mejores amigos, vivirán siendo mejores amigos y morirán siendo mejores amigos, porque desde las tardes en la casa de George creyéndose Tumblr y cantando canciones de Lorde hasta hoy, nada había cambiado, seguían amándose y riendo como si tuvieran quince años.
Durante el dolor de la salud mental y la felicidad del cariño, estarían uno al lado del otro, protegiéndose hasta que sus huesos no den más del cansancio y las líneas de expresión en sus rostros pasen a ser arrugas.

Alex descansaba en el pecho de Will, los latidos del mayor arrullandolo como una canción de cuna y aquellos dedos ásperos acariciando su cabello con una delicadeza admirable

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Alex descansaba en el pecho de Will, los latidos del mayor arrullandolo como una canción de cuna y aquellos dedos ásperos acariciando su cabello con una delicadeza admirable. Alex podía soltar sus preocupaciones por los minutos que aquel castaño compartiera con él. Podría quedarse años en los brazos de William, bajo esas caricias que lo hacían sentir frágil, una obra de arte siendo admirada por su escultor.
El castaño adoraba observar a aquel pequeño rendirse entre su abrazo, caer lentamente en brazos de morfeo mientras lo arrulla y protege sus sueños, solo desea nunca quebrar aquella seguridad que Alexis le permite proyectar y disfrutar miles de noches a su lado, admirandolo.
Cuando el azabache parece sucumbir ante el cansancio, bajo la luz de la luna, Will puede observar su rostro en completa calma, puede delinear sus facciones en millones de fotografías mentales. Aquellas pestañas, su nariz de botón y labios rosados, alejados de lo delgado y más apetecibles de lo que le gustaría admitir, sus lunares como pequeñas constelaciones en el cielo que es su rostro, en el lienzo nocturno. Su respiración se vuelve lenta, pesada, mientras la cercanía lo consume y su mirada viaja hacia los cerezos del menor, atrayentes más negados en silencio. Se acerca y duda, antes de dejar un pequeño beso en aquella comisura, tímido y casto como si no fuera merecido, pero una pequeña sonrisa se instala en su rostro cuando unas manitos se aferran al cuello de su camisa y no lo dejan ir, llenando de besos aquellos labios.

—Creí que dormías, cariño... — Will menciona en un susurro, mientras la lluvia parece hablar con mayor intensidad que ellos.
Observa los ojos del azabache entre besos robados, riendo suavemente mientras descubre el rostro del menor de su cabello, acariciando este con sus dedos. La noche los acompaña como canciones de cuna, pero unos pasitos chiquitos los interrumpen.
Ambos sonríen, observando a los pies de la cama a una somnolienta castañita, que se esfuerza en mantenerse de pie mientras refriega uno de sus ojitos y su mano disponible se aferra con fuerza a un peluche de oso. William la invita en silencio a acostarse entre ellos, siendo obedecido por una Tallulah que trepa y se acurruca entre ambos cuerpos.

—¿La lluvia te asustó, amapola?. — Tallulah asiente con su cabecita, aferrándose a los cuerpos contrarios con fuerza, temiendo ser dejada ir. Ambos sonríen de forma cálida y llenan de caricias a la pequeña, en busca de alejar ese temor infantil.

—Tallu, la lluvia no es de temer, cuando alguien llora en el mundo,  el cielo no quiere dejarlos llorar sólitos y deja caer miles de gotitas. — La castaña parece sorprenderse, mientras se esfuerza en mantener sus ojitos abiertos hasta su límite, cuando una gotita escurre de su lágrimal y se funde en sus cachetitos. William se percata y limpia el rastro.

—¿Qué sucede, cielo?

—Quiero hacerle compañía, papi, a la personita que llora.— Alex y Will se miran antes de reír suavemente, con William dejándose enterrar entre los edredones y acariciar el rostro de la adormilada castaña, quien parece rendirse al tiempo de Alex.
William los mira una vez más y se acurruca, cayendo dormido con sus dos personas amadas.

William los mira una vez más y se acurruca, cayendo dormido con sus dos personas amadas

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pipipi

 𝖬𝗋𝗌. 𝖲𝗆𝗂𝗅𝖾𝗒 𝗀𝗎𝗒. ★ 𝗤𝘂𝗮𝗰𝗸𝗯𝘂𝗿   𝗧𝗻𝘁 𝗗𝘂𝗼. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora