Capítulo 15

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Damián

Había un a asunto importante que hacer en el supermercado antes de volver a casa y era ir a buscarles su regalo sorpresa. Así como leen, tendrán uno por aquella valentía de ir y recibir cuatro vacunas, los pobres no han parado de llorar, se los juro. Llevo a ambos en el asiento trasero con las caras rojas como tomates. Me ha causado gracia, ternura y tristeza al mismo tiempo, no tengo ni la menor idea como es posible sin embargo empatizo con ellos. Nadie nunca se había preocupado por su salud, mucho menos por hacerlos sentir bien y protegerlos de todo mal.

Son muy especiales para mí, anhelo que algún día puedan comprenderlo en su totalidad y yo también aprender en el camino. No es fácil enseñarles a dos adolescentes los cuales ya tuvieron una vida detrás, aprendieron cosas, tuvieron experiencias y diversas perspectivas del mundo, pero no lo creo imposible. Todos merecemos una segunda oportunidad en nuestra vida. Dicen que el destino no existe, que nosotros somos los que mediante nuestras decisiones creamos un camino y me alegra saber que logré encontrarme con ellos.

—Ya chiquitos, me tienen el corazón hecho trizas por ese llanto —les hablé y sorbieron su nariz—. Tomaremos otro aire, además hay una sorpresa preparada para ustedes.

—No quiero nada —lloriqueó Noah escondiendo su rostro en su hombro.

—Cariño —susurré con dulzura—, ¿Qué pasa?

—M-me duelen mucho los brazos papá —esta vez dio un sollozo y me preocupé—, quiero irme a casa ¡bwaa!

—De acuerdo peque, no tardo ¿sí?

—Noah yo quiero ver la sorpresa —reclamó Dylan y se limpió las lágrimas—. Mi opinión también vale ¿no? Dile, Damián...

—Claro que sí, pero tu hermano se siente muy mal, hijo —su cara fue de decepción—, traeré la sorpresa a casa no te preocupes.

—Bien... ¿y las malteadas? —me regañé mentalmente por olvidar lo principal.

—Cierto —me detuve en un semáforo—. Ahora vamos Dylan, calma.

—Papi no, quiero mi cama... —el menor siguió llorando con intensidad.

Creo que Noah a comenzado con los efectos secundarios y una dosis de berrinches, está mimoso, lo puedo notar. Ya ha pasado un rato desde que salimos de la clínica y nos despedimos de Caleb.

¿Cómo me divido? Uno quiere una cosa y el otro una muy distinta. Debo ceder con quien mas me necesite y supongo que es mejor tomar la ruta directa a casa. Podría pedir las malteadas, aunque no sé si Dy esté de acuerdo con mi decisión, de seguro me hace una rabieta porque no lo tomo en cuenta.

—Niños, atención —sus pucheros aparecieron al instante con la intención de convencerme—, es muy difícil saber que hacer cuando ambos quieres cosas diferentes. Si les parece podemos pedir las malteadas y que las traigan a casa, de paso agregamos un postre o hasta vemos si comemos pizza para la cena.

—Pedirlas —oí al menor.

—¿Desde cuando tu decides?

—Dy —quise ponerle un freno o comenzarán una pelea innecesaria.

—Me siento mal, ¿Cómo puedes ser tan pesado?

—Yo me siento igual y no me quejo.

—No hay que minimizar lo que siente el otro Dylan —le contesté—, ambos son importantes y su opinión para mi es valiosa. Sé que no es su mejor día, tuvimos una tarde agotadora los tres. Por esa razón cumpliremos lo que dije anteriormente ¿sí?

—Agh —se molestó y miró hacia otro lado.

Se mantuvieron en silencio lo que quedaba del camino, en el transcurso coloqué música para distraerlos un poco. Sinceramente me encantaría llegar a casa y lanzarme a la cama a dormir, sin responsabilidades, solo descanso. Y eso no es posible por supuesto, debo cocinarles algo a los peques, una sopa de verduras tal vez y acostarlos temprano. Con respecto a la sorpresa comprar el regalo para los dos y pedir un envío a domicilio el mismo día.

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