Capítulo 4

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Damián

La boda de Samantha es en grande y lo sé porque me lo comentó antes de organizarla, nos compró pasajes a Miami en avión sin embargo se me hará imposible ir a no ser que sea en auto porque Noah y Dylan no tienen pasaporte. Acordamos que llegaría un poco tarde porque en auto son 19 horas en comparación a un avión que son 3 pero no dejaría a los chicos solos.

Anoche ella se fue para allá con el vestido y todo, la mayoría de los invitados se encuentran por esos lados incluyendo a mi madre que la acabo de dejar en el aeropuerto.

—Insisto que podemos quedarnos aquí —dijo Dylan al entrar a la casa.

—Olvídelo jovencito, ya tienes el traje y nos iremos en unos minutos. Vayan a buscar las maletas que les dejé en el cuarto y ordenan su ropa. Viajaremos ahora para llegar mañana.

—¿Cuánto es? —preguntó Noah entusiasmado.

—Un par de horas —asintió.

Si le digo que es casi un día estoy seguro de que lo escucharía protestar por doquier. Hablé con Lee, mi abogado, sobre las familias que pensaban ver a los niños y me dijo que era mejor después de la boda para aclararles bien el proceso a lo que acepté con un nudo en la garganta, es extraño que no quiera juntarme pronto sabiendo lo que podría pasar, alejarme de ellos nunca estuvo en mis planes y me duele ¿Cómo les pude tener cariño tan rápido

—Iremos a Miami.

—¡Nunca lo he visitado! —exclamó Noah con una sonrisa en el rostro.

—Ahora lo vas a conocer —le sonreí amable.

—Somos una carga Damián, mejor ve en avión y no pierdas esos pasajes. No quiero que por nuestra culpa puedas llegar a perderte la boda de tu hermana.

—Basta Dylan, dije que no eran una carga y tampoco lo serán ¿de acuerdo? Cambia esa carita porque no estoy preocupado ni molesto, corazón.

—¿Estás seguro?

—Cien por ciento —asentí y lo animé a subir las escaleras—. Los espero en quince minutos aquí abajo, yo arreglaré lo último y nos iremos ¿queda claro todas las instrucciones?

—Si —el menor corrió.

—No —susurró Dylan y quise carcajear porque el día de hoy se levantó con querer llevarme la contraria al parecer.

—Ah ¿no quedó claro Dylan? —coloqué una mano en mi cintura y se congeló a mitad de escalón porque lo había escuchado—. Respóndeme jovencito, puedo volver a repetirlo.

—No, no —se volteó—. Está todo bien.

No me dejó ni hablar y corrió como si no hubiera un mañana, perfectamente pudo haberse caído y tener un accidente por huir, pero eso lo hablaré más tarde con él.

Organicé las cosas del viaje, llevé sándwiches en caso de que les dé hambre y también un par de medicamentos por si Dylan se comienza a sentir mal de nuevo, debe ir abrigado y me aseguraré de ello. Encontré también un par de chaquetas que no ocupaba porque me quedaban pequeñas en un closet que tenía mi madre en un cuarto y me las llevé para dárselas a los chicos, espero que les queden.

Luego de preparar absolutamente todo y cada detalle del "por si acaso" cargamos el auto con las cosas.

—¿Están todos bien? ¿Cómodos? —pregunté desde adelante mirándolos a ambos por el retrovisor.

—Me duele la espalda...

—Acabas de sentarte Noah —su hermano lo regañó.

—Hay una almohada en tus pies, ponla cerca y te acomodas ¿mhm? —el menor obedeció.

Small stepsWhere stories live. Discover now