Capítulo 13

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Damián

Me levanté por la mañana con la esperanza de tener un buen día, los pensamientos positivos siempre de frente. Faltaban varias cosas que hacer en el hogar y curiosamente desperté una hora antes del reloj. En mi día no puede faltar el trote diario alrededor del condominio, prefiero hacer un poco de ejercicio y buscar la productividad antes de quedarme a mirar el celular por horas. Busqué mis zapatillas, mi ropa deportiva y me aseguré de ver a los niños dormidos al salir.

No mentiré, hace un frio de los mil demonios aquí afuera, sin embargo, en lo personal no es impedimento. Me encanta ver el amanecer, es una de las razones por la cual salgo temprano, debido a mi trabajo en las tardes no me alcanza el tiempo para repetirlo en el atardecer. Intentaré convencer a los chicos de que me acompañen en este tipo de actividades, es muy bueno para su salud y despeja la mente.

—Buenos días, madrugando como siempre Damián —me habló el portero con una sonrisa.

—Claro Jacob, ¿Qué tal estas hoy?

—Muy bien, feliz por verlo a usted y a este hermoso amanecer —sonreí—. ¿Y sus pequeños? Los vecinos me contaron que tenía una nueva familia.

—Ja, que rápido corren los chismes.

—La señora Patricia les calculó hasta la edad —me guiñó un ojo y no pude reprimir la carcajada.

—Uf, no esperaba menos —le di la razón—. Respondiendo a su pregunta, durmiendo andan, en su tercer sueño.

—Me alegra, cuídelos.

—Por supuesto, con mi vida los cuido. Nos vemos, me falta dar cuatro vueltas y volver a preparar el desayuno. Le deseo un muy buen día.

—Igualmente —nos despedimos de la mano.

Volví a mi camino y seguí concentrado en terminar pronto. El tiempo pasó volando, no me di ni cuenta cuando mi reloj indicó cumplida mi meta diaria. Debo levantar a los chicos lo más pronto posible para la escuela, por suerte la hora en la clínica la tienen más tarde así que espero que se le quiten los nervios.

Me di una ducha rápida, ordené la casa y finalmente hice el desayuno para los bellos durmientes. Ojalá les gusten las tostadas porque por dejarlos cinco minutos más en la cama no pude preparar algo más elaborado.

—¡Dylan, Noah, arriba bellos durmientes, hay escuela! —les grité desde la escalera preocupado del pan para que no se fuera a quemar.

—¡No quiero ir! —distinguí la voz del mayor.

—¡Niños hablo muy enserio, bajen!

—¡Tendrás que sacarme arrastrando! —volvió a gritar Dylan y di una carcajada, pero enseguida me preocupé ¿Le habrá pasado algo? No es fan del colegio sin embargo el solo hecho de estarme diciendo que se niega ya es una mala señal.

—¡Cinco segundos! —dije inseguro—, ¡O yo mismo los traeré en mi hombro!

No contestaron, pero estoy seguro de que están sonriendo y harán hasta lo imposible para que los vaya a buscar a la misma cama. Me preparé mentalmente para hacer aquello y apagué la cocina antes de subir las escaleras ya que para mí ser precavido es importantísimo.

Alcancé a dar tres pasos cuando oí lloriqueos al parecer porque saben que hablo enserio, la verdad no sé cómo lidiar ni como tomar un berrinche por parte de unos niños quienes realmente se niegan a buscar una solución en conjunto, si los he regañado un poquitín, pero nada se compara a llantos de por medio al detestar pisar la escuela.

—Muy bien ¿Qué está pasando? —me asomé por la puerta del cuarto de Dylan y vi a Noah a su lado, ambos con la tapa hasta el cuello.

—No queremos ir —contestaron al unísono.

Small stepsWhere stories live. Discover now