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Se siente raro decir esa palabra aquí abajo, la paz no suele durar mucho. He pasado con Raven prácticamente desde que puse un pie fuera del transportador ayer, no quería que estuviera sola. Es fuerte pero todos tienen un tope y lo que ocurrió fue el suyo. Se ve bastante tranquila multiplicando las reservas de balas, sin embargo, esto me quita a mí toda la calma.
Raven tiene un modus operandi: expulsar toda su ira en un proyecto, mantener su mente ocupada en vez de desquitarse atizando a alguien —que es lo que en el fondo le gustaría hacer—; en este caso, la munición.
Por muy preocupada que me ponga esto, guardo silencio y permito que haga lo que tenga que hacer con calma. Y yo solo estoy a su lado sentada, por si necesita algo en cualquier momento. Siento una pequeña culpa por, literalmente, no estar haciendo nada mientras todos y cada uno allá fuera están aportando su granito de arena.
Cierto moreno se cuela en mi mente.
¿Qué estará haciendo ahora? No lo he visto desde que nos dimos las buenas noches ayer, justo después de que me ayudará a traer en brazos a Raven en el octavo sueño.
Un grito nos sobresalta a ambas. La chica deja de inmediato lo que estaba haciendo y yo me levanto de la butaca, saliendo a la par.
La aumadera abrazada por un manto de fuego que crece por segundos y lo reduce a cenizas, con el viento a su favor reavivádolo. Y con la muchedumbre alarmada y asustada por la gravedad de esta.
Los adolescentes crean una especie de pasillo cuando me ven, dejando que me acerque al lugar. Dos figuras arremetiendo contra el otro a la vez que una tercera trata de deterlas.
—¡Ya basta! —vocifero por encima del ruido y los tres se detienen al segundo. Las llamas sacudidas por el visto es lo único que se oye de repente.
Me arrodillo frente a mi amiga que claramente estaba dentro cuando pasó ya que su rostro manchado de cenizas la delata, para asegurarme de que esté bien.
—¿Qué demonios hacemos ahora? Helena, toda la comida estaba ahí —dice en tono alto y no sé cómo responder. Levanto la cabeza hacia Clarke y Bellamy pero ellos parecen estar en la misma situación.
—Lo primero es apagar el fuego ahora mismo —vuelvo a hablar al ponerme de pie, redirigiendo la atención a mí—. Id a por cubos se agua y tiradlos a la base para extinguirlo, y nunca le deis la espalda aunque creáis que se acabó, ¿entendido? Pues vamos.
