Cada vez que lo intento aparecen flashbacks de John. Y no puedo pensar en otra cosa porque él está en todos, año tras año su rostro está ahí.
Y ni hablar de Charlotte.
Durante un buen rato me concentro en el menor de mis problemas: la comunicación. Lo menos doloroso. Llego a la conclusion de que encontraremos otra manera, no le doy más vuelta, me volveré loca si lo hago.
Preocuparte por lo que no puedes controlar es estúpido.
Tomar aire, eso necesito. Me ayudará a vaciar mi mente y dejarla en blanco. Me escabullo por las escaleras procurando no hacer ruido ni pisar a nadie. Han construido tiendas pero algunos prefieren dormir en la nave por el momento.
Como yo.
Comparto tienda con Clarke pero a diferencia de ella, yo ni siquiera he puesto un pie en su interior.
Después de un corto paseo por el campamento ilumano por las llamas de las antorchas me siento a un lado de la fogata.
Dejo caer mi espalda en la tierra y flexiono un brazo por detrás de la cabeza a modo de almohada.
El cielo está precioso: sin una sola nube, concediéndome el privilegio de ver sin problema las brillantes estrellas que lo adornan.
Cierro los ojos y siento que el viento que sopla con suavidad se lleva cada pensamiento y el calor de la fogata abraza mi cuerpo, es agradable.
Algo tranquilo para variar.
Pero lo tranquilo no dura mucho por aquí.
Una pequeña sombra que aumenta por segundos se apodera del cielo y el silencio. Con un alto —pero que alto— ¡pum! desplega un paracaídas.
Es una nave.
Una nave del Arca.
Antes de darme cuenta estoy rodeada de gente.
Una melena morena salta sobre mi nada más levantarme, inevitablemente retrocedo dos pasos. Le devuelvo el abrazo a Octavia mientra amplio la sonrisa.
—Que alguien me diga que se han acordado del champú... —ruega una chica envuelta en mantas que reconozco como Roma de supervivencia.
