Capítulo 09.

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Hay veinte cabinas y tres combis en el centro del campamento, distribuidas

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Hay veinte cabinas y tres combis en el centro del campamento, distribuidas. Una multitud las envuelve, esperando su turno para usar un aparato y comunicarse con sus seres queridos, y entre ellos él, sin saber qué hace ahí. 

Taylor había golpeado su puerta antes de que el sol saliera. 

—Levántate. Trajeron cabinas, podrás hablar con tus padres.  

Tenía unas ojeras visibles debajo de sus ojos hincados, rojos, el cabello despeinado y la respiración irregular. No había dormido, permaneció llorando en silencio durante el resto de la noche, intentando procesar su vida y buscando si tenía algún significado.  

Quería arrancarse el corazón, porque si no lo tuviera, sería mucho más fácil seguir. 

Vio la fila avanzar y movió sus pies arrastras, no tenía intención de llegar más rápido, estaba dispuesto a dejar pasar al beta que estaba tras él, y al de atrás, y al otro. Se sentía tentado a hacerlo, pero no puede evitar ver que Taylor lo está mirando, o bien porque quiere que hable con sus padres o cuidando que no diga algo que no debe. 

Parece que el alfa aún no comprende que no está ahí por voluntad y que sus padres son los responsables.  

¿Por qué intentar llamar a un señor que lo envío para morir?  

Bueno, quizá morir sería mucho decir, ser demasiado dramático, como su hermano siempre le ha dicho, pero no puede ignorar que en realidad así es como se siente.

Esperar que tuviera una buena respuesta no era algo que quisiera hacer, es decir, no estaba desesperado por escuchar un reproche por haber nacido.  

No extrañaba la voz áspera de su padre quejándose de él, ni la desilusión en su mirada. Tenía suficientes recuerdos dolorosos para crear uno más. 

Hay lágrimas en los rostros de los hombres que van saliendo y las risas de los que ingresan vuelan en el aire, llegando hasta el exterior, están felices, todos.  

Menos él. 

Está a una persona de entrar y no puede evitar sentir que el pecho se le infla, como si una bomba de aire estuviera conectada a él, bombeando, esperando a llenarlo hasta hacerlo explotar.  

«Respira». Se repite a sí mismo cuando ve al hombre colgar el teléfono, los segundos transcurren en cámara lenta y en el momento en el que el beta se da la vuelta para salir su ansiedad se intensifica.  

Y es irónico, porque lo único que no puede hacer bien una vez dentro de la cabina es respirar.  

Sus dedos presionan los números que ha memorizado desde pequeño en caso de perderse y tener que buscar a la policía para qué lo ayudarán a volver a casa. Su madre siempre se lo dijo y apenas hace unos años, se lo seguía recordando. Así que cuando el primer timbre suena, no puede evitar sentir orgullo porque entre toda esa tragedia, él ha hecho algo bien.  

Indeleble •Taynic Galikhar•BorradorWhere stories live. Discover now