→ Diferencia de edades y poca ética en esta historia, por favor, se recomienda discreción al igual que en todos mis capítulos.
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Oh, Jennie estaba tan jodida.
Y es que enamorarse de su profesora había sido algo que nunca planeó; mucho menos su aterradora maestra de biología, Lalisa Manoban.
Pero, seamos sinceros, ¿Quién no se enamoraría de ella? Su figura esbelta y atlética es muy llamativa, pero lo mejor es su rostro; angelicalmente demoniaco y exótico debido a que es extranjera. Tiene los ojos grandes, color miel, con las pestañas largas. Nariz poco pronunciada, labios grandes y mandíbula afilada.
— El sistema nervioso es un conjunto de células especializadas en la conducción de señales eléctricas, formado por neuronas y células gliales. — Comenzó ella otra vez, caminando por el salón.
Llevaba puesto una falda tubo entallada y apretada a su figura, también un saco a juego, el cual estaba en su silla. Por lo tanto, su camisa blanca estaba al descubierto, con pequeños botones desabrochados y las mangas en sus antebrazos por el calor primaveral.
Jennie apretó sus piernas mientras mordía su lápiz. Sí, parecía una adolescente hormonal y no una cursante de último año secundario, pero, ¿Pueden culparla? La señorita Manoban está especialmente apetecible hoy.
— ...Por ejemplo, una acción involuntaria es respirar. Esto lo hacemos por mero reflejo, pero hablar o caminar es voluntario. — Señaló alguna cosa en la pizarra que la castaña jamás supo de dónde salió.
Quizás era porque estaba demasiado ensoñada con la profesora como para darse cuenta. El timbre sonó estruendosamente y todos comenzaban a levantarse de sus asientos. Lo mismo estaba por hacer ella, hasta que algo la detuvo.
— Señorita Jennie. — Y ahí estaba ella.
Volteó con confusión, intentando disimular una sonrisa en su rostro.
— ¿Sí, profesora?
— Necesito que hablemos de algunos... Asuntos. — Se sentó en su escritorio y la castaña se acercó. — Mira, Jennie. Te estoy viendo muy poco empeñada en mi asignatura. Siempre estás paspando moscas, no prestas atención, y apuesto a que si te pido tu cuadernillo no tendrías nada anotado. No entiendo qué está ocurriendo si a principio de año eras una buena estudiante, por eso te estoy hablando. Sólo digo que tu nota semestral está en riesgo. — Se cruzó de brazos.
Las mejillas de la menor se tornaron rojas. ¿Cómo pudo ser tan descuidada? Por estar pensando en cosas absolutamente obscenas, sus calificaciones estarían arruinadas.
— N-No, yo... Lo lamento mucho. Realmente no pretendía que esto suceda. ¿Hay algo que pueda hacer para cambiarlo? — Dijo con temblor en su voz.
— Pues... Faltan dos meses para que el semestre cierre. Estás muy atrasada en tus clases, Jennie, no sé qué harás. Lo siento. — Finalizó.
