Me levanto lentamente y me acerco a la mesilla para ponerme el reloj. No puedo creerme que Megan se gastara parte de sus últimos ahorros en mí, el mismo día en el que me descubrió cometiendo el mayor error de mi vida. Al menos Christina se encargó de que lo supiera para que me sintiera aún peor tirándomelo a la cara, literalmente. Es lo más cerca que he estado de ella todos estos meses. No me queda mucho tiempo aquí, tengo que regresar antes de volver a la universidad y empezar la sesión de láseres, que me aterran. Miro la hora varias veces seguidas, pero nada. La aguja sigue parada en el mismo sitio y no parece tener intención de moverse. No debería estar tan nervioso, soy el lobo que acecha a Caperucita. Pero esta vez, Caperucita, tiene una escopeta con la que pretende volarme los sesos. ¿Estará tan nerviosa como yo? Espero que sí, porque no me apetece nada ser el único incapaz de controlar la situación. Cuando llaman a la puerta el corazón me da un vuelco y a mis pulmones se le acaba el oxígeno de inmediato. Me acerco a la puerta respirando hondo y obligándome a controlarme.

—Mi móvil —dice tendiéndome la mano con la palma hacia arriba a la espera de que le deje el móvil ahí.

≪Te equivocas si piensas que esto será un visto y adiós.≫

—Pasa —digo cogiéndola de la mano y tirando de ella hacia el interior de la habitación.

Cierro la puerta y giro sobre mis talones para encontrármela en el centro de la habitación de brazos cruzados. Y deduzco que no está muy contenta. Me siento en el borde de la cama y doy unos golpecitos sobre el colchón a mi lado. Ella bufa y se sienta demasiado lejos, desde la otra punta no la veo siquiera.

—Necesito que estés más cerda, Megan —murmuro estrechando el espacio que nos separa.

—Y yo necesito que estés más lejos, en Miami exactamente.

—Déjame explicarte lo que pasó, por favor —le ruego.

—No falta nada para la media noche y quiero estar lejos de ti para entonces. Dame mi teléfono y olvídate de mí, Sawyer —me pide cansada.

Niego con la cabeza y me acerco un poco más.

—Eso es imposible, ¿es que no lo sabes?

—No —me espeta—, no es tan difícil devolver un teléfono móvil.

—No me refería a eso —susurro—, me refería a que es imposible olvidarte. ¿Te acuerdas cuando te dije que dejabas huella? Iba completamente en serio. Sigo completamente enamorado de ti.

Respira hondo y desde aquí puedo notar como tiembla. Me alegro de no poder verla con nitidez en estos momentos, porque no creo que le falte mucho para empezar a llorar.

—No sigas por ahí —me advierte con voz temblorosa—. Sawyer Lewis, no...

—¡No! —digo de repente; es hora de sincerarse—. Sawyer Morris.

—¿Cómo? —dice, creo que frunciendo el ceño.

—Nathaniel no es mi padre, era el amigo de mi padre. El socio. Mi padre era Aaron Morris. Y Scarlett tampoco es mi hermana. Mis padres murieron en un accidente de tráfico cuando tenía dieciséis años.

Su silencio me despista unos instantes, pues no puedo ver la expresión de su cara, que probablemente sea un poema.

—¿Qué? —dice con un hilo de voz.

—Y la casa de la playa y la lancha son de mi familia, no de la de Nathaniel. Y lo que me pasa en los...

—¡¿Por qué me cuentas todo esto?! —Exclama levantándose de golpe—. ¡¿Para que te compadezca?!

—Sólo quería sincerarme y contarte todo lo que no te he contado hasta ahora. Quiero explicarte lo de mis padres, porque a la hora de comer me convierto en todo un bicho raro de las comidas sanas, por qué a veces me encuentro tan mal que ni puedo levantarme de la cama y el porqué de que me sangren los ojos y me moleste la luz. ¿La Megan que conocí se moría por saber todo aquello?

—La Megan que conociste murió. Ahora sólo queda ésta y tiene una nueva vida, unos nuevos amigos y una nueva persona que ocupa su corazón. Así que si me devuelves mi móvil me iré por esa puerta y no volverás a verme.

—Y eso, ¿qué, eh? ¡¿Qué?! —Exclamo señalando el reloj—. ¡¿Ya no soy el amor de tu vida?!

—Tú mismo acabas de contestar a tu pregunta.

Me levanto de la cama y me acerco a ella, haciéndola retroceder. Parecía muy segura de sí misma pero su respiración se acaba de alterar tanto que dudo que le llegue oxígeno a los pulmones. Si no le importara y me hubiera echado de su corazón no estaría tan alterada, el hecho de que nuestros labios estuvieran a escasos centímetros no le importaría y mucho menos le afectaría. Y no tendría escalofríos cuando le acaricio la piel sonrojada de sus mejillas, ahora pálidas.

—Mírame a los ojos y dime que esta situación no te afecta, Megan —le susurro acariciando sus labios con el pulgar.

—Sawyer, apártate ahora mismo —murmura de forma casi ininteligible.

≪Si la besas te dará una hostia, se enfadará y se irá, pero si no haces nada te empujará, se enfadará y se irá. ¿Qué coño hago para que no se enfade y se vaya?≫

—Te devolveré el móvil después de medianoche.

—No pienso volver a este hotel en mi vida —susurra con voz temblorosa cuando pego mi cuerpo al suyo. Joder, está ardiendo.

—¿Quién ha dicho que vayas a irte... cariño?




Hi, girls! Menuda noche le espera a Megan, ¿eh? ¡Y vaya confesión exprés! Ha partir de ahora nada de Sawyer J. Lewis, a partir de ahora Sawyer J. Morris (recordad que su segundo nombre es Jamie). ¿Conseguirá recuperar a Megan o su insistencia, aunque eficaz, será insuficiente para alejarla del dolor que le provocó? ¿Conseguirá Collin cogerla entre sus cálidos brazos y hacerle olvidar lo que una vez hubo sentido -y aun siente- por Sawyer? ¿Se creerá Megan la confesión de Sawyer o creerá que es una artimaña? ¿Qué le estará pasando por la cabeza mientras su cuerpo y sus labios están tan cerca de Sawyer? ¿Querrá probar un poquito de él para comprobar si sigue sabiendo igual? Uffff, qué cantidad de preguntas, ¿no?

No hay nada mejor que desvelarse de madrugada (exactamente a las 04:47) y ponerte a escribir para conciliar un nuevo sueño. Me voy a dormir :)

Comentad y votad.

Besos, abrazos, ciao y buenas noches!

Alicia Lowell

Déjame Amarte © [UME #2]Where stories live. Discover now