Capítulo 9

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«No existe peor ciego que el que no quiere ver...»

Annieh:

Algunas horas antes... 

Todo mi cuerpo temblaba. Las gotas de sudor frío escurrían desde mi frente hasta caer por mi barbilla. Cada centímetro de mi ser se encontraba aterrado ante la presencia de aquel hombre.

Su mano en mi rostro, limpiando una lágrima rebelde que no me había dado cuenta que estaba allí, solo me causó un desagradable escalofrío más intenso que cuando vi sus alargados ojos color canela mirándome perversamente esa primera vez.

—No sabes lo mucho que te extrañé... pequeña...

«pequeña...»

Siempre había odiado que me llamara así. Mi madre sonreía siempre que lo hacía, decía que era un apodo muy bonito, que me comenzaba a querer como una hija.

Que ingenua era ella. Que ingenua había sido yo. Que ingenuos eran todos.

Si ella supiera el significado de esa palabra. Si supiera todas las veces que me llamó así mientras me tocaba y me forzaba a tener sexo con él. Todas las veces que me Repitió al oído mientras yo lloraba como lo exitaba llamarme así en público, y que nadie se diera cuenta del por qué.

El hombre frente a mí; Mi padrastro, me miró sonriendo perversamente mientras ladeaba su cabeza a un lado.

—De alguna forma sabía que volverías a mí.

Negué con la cabeza repetidas veces, recuperando la fuerza de mis piernas para dar unos paso atrás mientras cerraba con fuerza mis ojos repletos de lágrimas; algunas de estas escurrienron por mis mejillas al hacer ese acción.

—N-no... —Conseguí decir a duras penas. El nudo en mi garganta no me dejaba hablar con claridad —. Tu... no te acerques...

A pesar de tener los ojos cerrados podía saber que mis palabras solo ensanchaban aún más su desagradable sonrisa.

—Como me encanta cuando te resistes... —Habló en un susurro ronco. Ese que hacía cuando comenzaba a exitarse. Mi estómago se revolvió.

Abrí los ojos y más lágrimas salieron. Mi corazón latía desbocado y mi respiración se hacia cada vez más pesada mientras lo veía acercarse. Continúe retrocediendo, pero mis piernas temblaban y se me dificultaba. El dio una gran zancada hasta quedar frente a mí y me tomó de los hombros.

—¡NO! —Comencé a retorcer me mientras él me empujaba bruscamente a una pequeña cueva que había cerca de nosotros —. ¡Déjame!

—Sshh... quieta... —Susurró él.

En un rápido movimiento me pegó contra las paredes gruesas de la cueva, mi espalda sufrió gran daño por la acción. Con sus manos mucho más grande y fuertes que las mías sujetó mis muñecas también contra la pared inmovilizado mi cuerpo.

—¡Déjame! ¡ALEJATE!

Continúe retorciendome inútilmente. No conseguía nada. Cuando tenía miedo perdía toda la fuerza de mi cuerpo... por eso el había podido aprovecharse de esos en más de una ocasión. No quería, no quería volver a repetir eso... Mi cuerpo lo repudiaba... sentía asco cada vez que me tocaba.

Su boca se pegó a mi cuello y comenzó a succionar en mi delicada piel.  Comencé a llorar con más fuerza mientras trataba de patearlo. Pero su cuerpo estaba tan pegado a mí que no conseguía nada.

Gritaba todo lo que podía intentando que alguien me escuchara. ¿Algo tonto, no? ¿Quien iba a escucharme en medio del bosque?

Su cadera se pegó contra mi vientre y entre nuevamente en pánico al sentir su erección. Estaba aterrada. Quería que alguien me ayudará, que me sacaran de esa situación. Cada vez que pasaba rogaba por ayuda... pero nadie me escuchaba... nunca.

NOCTURNO [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora