Capítulo 25 - ¿Qué siente por mí?

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Lexa Herman

Abro los ojos lentamente y duele como un demonio, hasta respirar me duele, delante de mis ojos hay una capa blanca que me nubla un poco la vista, sin embargo, el olor a medicamento y alcohol hace que arrugue la nariz, no me gusta ese olor, me dan ganas de vomitar. El sonido de una máquina haciendo bip cada vez se escucha más fuerte y me retumba en la cabeza, parte que me duele en conjunto con todos mis músculos y todo mi ser.

Mis ojos comienzan a ver con claridad y lo primero que capta es el techo blanco con un abanico girando, doblo como puedo mi cabeza observando la máquina que produce el sonido que molesta, por último miro todos los tubos que se encuentran conectados a mí, llegando a la conclusión.

Estoy en el hospital.

Intento moverme, pero al igual que mis ojos, al principio mi cuerpo duele, suelto un pequeño quejido. ¿Qué me pasó? Lo único que recuerdo es que ese hijo de perra me pegó una pistola de corriente. No me digan que quede en coma, mierda. Suspiro, solo eso falta que me haya quedado en coma.

Miro la bata blanca que llevo puesta, y siento mi cabello suelto. Estoy estropeada como si una bolsa llena de ladrillos me hubiera caído encima, quiero levantarme, lo intenté varias veces, pero es en vano, no tengo ni un gramo de fuerza, por más que lo intento, lo único que consigo es más dolor en mis músculos.

Miro hacia el otro lado y me llevo la sorpresa de que no estoy sola en la habitación, sino que en el mueble que se encuentra al fondo de esta se encuentra una persona, con la cabeza baja y entre sus manos; sin embargo, no importa que no pueda ver su rostro, ese cabello negro espeso lo reconocería donde sea.

— Alexander — susurro lo más que puedo, debido a que mi garganta me molesta.

Levanta la mirada y sus ojos se ven cansados, o eso me deja ver las ojeras que tiene debajo de sus ojos. Y aun así se ve guapísimo.

— Lexa — se levanta para ponerse a mi lado.

Lleva puestos unos pantalones ajustados en conjunto con un suéter gris, su cabello se ve muy alborotado, sin embargo, no noto nada de eso, sino que no lleva puesta la ropa que tenía el día de la misión, eso hace que me preocupe aún más.

— Dime que no estuve en coma — suplico.

— No — niega mientras mira todo mi rostro. Como si quisiera encontrar algún rasguño o algo — solo estuviste dormida dos días.

Eso me hace suspirar de alivio. Por lo menos no estuve en coma.

— ¿Qué pasó?

— Adam, te electrocutó con una pistola eléctrica en el pecho y eso te provocó un paro cardiaco — explica mientras yo me sorprendo por todo lo que escucho. — Por suerte, llegamos a tiempo y pudimos traerte al hospital.

— Por suerte y...

— Sabes ya que despertaste, me pregunto por qué no puedes acatar una maldita orden, te dije que esperarás los refuerzos — su rostro está duro y enfadado — pero tú decides irte y por eso casi te matan, te estás volviendo loca — no sé si reírme o asustarme por el estado que te encuentra — que no se te olvide que sigo siendo tu jefe y si te doy una orden tienes que acatarla sin preguntar, para la próxima haré que te suspenda por lo que te queda de vida.

— Estoy bien, gracias por preguntar.

Gira los ojos soltando un suspiro.

— Lo siento mucho — hago una mueca — no debí desobedecerte.

— No, no debiste — niega con la cabeza — recuerda que nuestro trabajo no es como los otros, un simple error y podrías perder la vida.

— Te preocupaste — digo juguetona.

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