Capítulo 18 - Bajo las extrellas

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Lexa Herman

— Señorita — siento un ligero toque en mi hombro —. Señorita.

Abro los ojos lentamente, acostumbrándome a la luz que entra por la ventana del avión, no es mucha, pero molesta. Rápidamente, me incorporo a la cama. O mierda, me quedé dormida en la habitación que tiene el avión. Mi mirada pasa frente a la señorita rubia, bien peinada y con su lindo uniforme de azafata, que me mira con ternura y un poco de gracia.

— ¡O Dios! — exclamó — me quedé dormida en una cama ajena.

Esté es un avión privado, así que es obvio que esta cama no es para todo el que venga a este avión. No sé qué me pasó, si estaba algo cansada, ya que abordamos a las tres de la mañana y soy algo débil con el sueño, recuerdo que me recosté un poco solo para descansar, pero es evidente que me quedé dormida.

— No se preocupe — vuelve a hablar la azafata —. Cuando venía a levantarla, el dueño me dijo que la dejara dormir porque veía que estaba cansada.

Abro los ojos como plato, no jodas.

— ¿El dueño del avión está aquí?

Ella asiente un poco extrañada.

Me levanto corriendo de la cama y asomo mi cabeza en la puerta, observo las personas que se encuentran en los muebles y en el pasillo del avión: Lola y Cassie, dos agentes que vienen como refuerzo, también Leonard, Charles, otros dos agentes y, por último, el Jefe Alexander. Los últimos tres se encuentran conversando mientras beben algo, de aquí no sé qué es.

— Pero solamente veo a los agentes — le digo a la azafata.

— El señor Wembley es el dueño del avión.

Esto hace que mi mente colapse, ¿en serio? ¿Y qué tan bueno es el sueldo del jefe que da para comprar un avión? Sé que es mucho, ya que mi padre es jefe, pero no sabía qué daba para eso. Aunque viéndolo desde otro punto, quizás Alexander venga de una familia rica. No conozco mucho su historial, no sé de dónde es o si su ascendencia es de buenos ingresos; sin embargo, uno nunca sabe.

— Señorita, vine a levantarla, porque en veinte minutos aterrizamos, necesito que se ponga el cinturón.

— Está bien, muchas gracias.

Ella me regala una tierna sonrisa para luego salir, paso la mano por mi ropa y luego por mi cabello tratando de arreglarlo un poco, por último huelo mi aliento que por suerte no huele mal y así decido salir. Busco un asiento cualquiera y lo tomo para luego ponerme el cinturón de seguridad. Como fui un poco discreta, ellos no se dieron cuenta, sin embargo, Alexander sí. Discretamente, él se mueve de asiento para de esta manera quedar frente al mío.

— ¿Dormiste bien?

Asiento — No sabía que este avión era tuyo.

— Pues, ya lo sabes — responde divertido — un regalo de mi papá cuando cumplí los dieciocho.

Wow cada quien a su suerte, mientras a mí me regalan un auto, a él le regalaron un avión. Aunque eso responde a mi pregunta anterior, si viene de una familia adinerada.

— Abróchense los cinturones, estamos a punto de aterrizar — se escucha en las altas voces.

Y de esta manera, todos nos abrochamos los cinturones, y luego de algunas turbulencias, aterrizamos en México. Al bajar del avión siento que hasta los aires de los países latinos se sienten diferente. Unos autos estaban afuera esperándonos para llegar al hotel, el camino estaba despejado y muy tranquilo, me concentré cien por ciento en el paisaje lleno de árboles muy verdes dando a demostrar lo viva que está la flora de este país y ni decir de las montañas que están preciosas.

INDELEBLEOù les histoires vivent. Découvrez maintenant