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La vida era una mierda

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La vida era una mierda.

Fue lo primero que pensó Pond al abrir los ojos un jueves por la mañana y ver cómo los rayos del sol se colaban de una manera molesta por la ventana.

Quiso levantarse y bajar a desayunar, pero un molesto dolor en los huesos lo interrumpió, seguido de eso, una tos imposible de controlar lo abarcó por completo.

Era oficial, tendría que pasar su cumpleaños en cama.

—Maldición— murmuró por lo bajo cuando se dejó caer sobre el colchón.

—En está casa están prohibidas las malas palabras jovencito— la voz del señor Naravit llamo la atención de Pond.

Estaba en el umbral de la puerta con un balde de agua en las manos y una toalla en los hombros.

—¿Cómo te sientes, cariño?— pregunta la señora Naravit apareciendo detrás de su esposo.

La mujer se veía cansada y preocupada, era obvio que debería estar preocupada, después de todo, su pequeño hijo llevaba dos semanas terriblemente enfermo.

Sí tan solo aquel día no se hubiera mojado con la lluvia, o si tan solo no se hubiera caído en el suelo frío luego de haberse dado una ducha caliente, tal vez nunca se habría enfermado.

—Mejor— dijo con una voz ronca, no le dolía la garganta, pero su voz definitivamente sonaba rara.

—Ayer vino Phuwin— comenta la señora después de sentarse a un costado de la cama.

Enseguida dirige su mano hasta la frente del mayor para comprobar la temperatura, la cuál estaba un poco más alta de lo normal.

—¿Me vió?— pregunta de manera ansiosa el menor, pues desde que se enfermo, las visitas de Phuwin quedaron estrictamente prohibidas.

—Estaba tan preocupado que nos dió tristeza decirle que aún no podía verte, así que lo dejamos pasar— explica la mujer mientras moja la toalla en agua fría para luego exprimirla y finalmente colocarla en la frente del castaño.

—Dijo que te veías horrible— añade el señor Naravit.

—¿Ya no se va a casar conmigo?— cuestiona el menor con un puchero.

—¿Qué piensas que por tener ya quince años puedes casarte con quién querías o estás alucinando?— cuestiona el señor Naravit.

—No le hagas caso a tu papá, mi cielo, está loquito por los años— interviene la mujer con una sonrisa burlona.

—¿Pero entonces que dijo?

Impaciente.

Eso describía perfectamente al cumpleañero, especialmente cuando se trataba de Phuwin, lo cuál hacia pensar a sus padres que de verdad estaba enamorado de su amiguito.

Y no es que lo dudaran, simplemente se les hacía increíble pensar en eso, porque aún estaban chiquitos.

—Dijo que te veías mal, pero que aún te las arreglas para verte lindo.

—Lo sé, soy hermoso.

Una pequeña risita, Phuwin estaba en la puerta sosteniendo un pequeño pastel y detrás de él estaba la señora Tangsakyueng, llevando en las manos una caja de regalo.

—Perdón, nos dejó pasar la abuela— se disculpa el menor —¿Puedo pasar? ¡Ya estoy vacunado contra la influenza y todo! ¡Hasta traigo cubrebocas!

Ambas mamás sonríen con ternura.

Para ambos niños fue un completo infierno estar separados durante dos largas semanas, lo más probable era que no pudieran estar separados por mucho más tiempo.

Así que la señora Naravit asiente, retirando la toalla húmeda de la cabeza de su hijo.

El señor Naravit saluda rápidamente a la mamá de Phuwin antes de salir e ir a la cocina para preparar un rápido desayuno.

—¿Cómo está?— pregunta la señora Tangsakyueng a la mamá de Pond, ambas mujeres caminaban lentamente por el pasillo del segundo piso —Phuwin no dejaba de mirar por la ventana completamente preocupado, todos los días preguntaba si ya podía visitar a Nara.

Una risita escapa de la señora Naravit, Phuwin de verdad quiere a su hijo.

—Ha mejorado bastante, ahora solo tiene tos y temperatura leve, nada que una toalla húmeda no pueda evitar— responde con una sonrisa —Pond estuvo peor, no paraba de preguntar por Phuwin, era lo primero que salía de su boca cada vez que despertaba.

—Debe ser terrible pasar su cumpleaños enfermo y encerrado.

—Tal vez, pero como tiene a su Phuwin, no creo que la pase tan mal, ¿Sabes? Hace un momento dijo algo sobre casarse con tu niño.

—Supongo que al final realmente nos volveremos familia— comenta alegremente la señora Tangsakyueng —Aunque todavía están chiquitos para pensar en esas cosas.

Las voces de las mujeres se perdieron conforme bajaban las escaleras y un completamente avergonzado Pond no podía mirar a la cara a un apenado Phuwin.

—¿Cómo te sientes?— pregunta de manera nerviosa el menor, cambiando el tema por completo.

—Mejor... gracias por venir a verme ayer— responde el castaño desviando la mirada.

—¿Es verdad?

—¿Qué?

Una breve pausa, Phuwin mira al mayor con una chispa de ilusión en la mirada y una sonrisa traviesa amenazaba con ocupar un lugar en su rostro.

—Que te quieres casar conmigo.

Un pequeño silencio, los colores en el rostro de Pond suben como la espuma, casi haciendo que Phuwin se preocupe al pensar que volvió la fiebre.

Pero una leve sonrisa en el mayor le demuestra que todo está bien.

—Por supuesto, me encantaría casarme contigo.

—Por supuesto, me encantaría casarme contigo

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kisses on ur cherry lips ; pondphuwinWhere stories live. Discover now